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Categoría: Conocimiento

COVID 19: La medicalización de la sociedad

Publicada el 04/12/2020 - 29/12/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

Tenemos una declarada pandemia que colorea todo el planeta con un problema nuevo.

Las pandemias históricas justamente no son un problema nuevo. Lo que ha sido nuevo ha sido el establecimiento de cuarentena sobre población no enferma, ni siquiera sospechable o candidata a. En casi todo el planeta. Ese rasgo configura, realmente, un problema nuevo, una pandemia sui generis.

Lo decretado por la OMS como pandemia y su peculiar tratamiento ha revelado rasgos sociales básicos.

En primer lugar, el cambio de naturaleza de la OMS: una organización pública engendrada por organismos públicos −estados− financiada y orientada desde organismos privados, como laboratorios y fundaciones…, es decir, de hecho privatizada. En la órbita de las empresas transnacionales (farmacéuticas) y apenas formalmente en la de los estados nacionales.

Otro aspecto, ya no organizativo y político sino social y psíquico, es que volvemos a ver al miedo como gran consejero de nuestros comportamientos.  Y la OMS se ha dedicado a insuflarlo cotidianamente. Dando cifras de muertos, contagiados y cuarentenados. Ha sido sobre la base de sus propios informes y autoridades científicas  conexas que se ha logrado implantar en la mayor parte del mundo una cuarentena sobre la población sana.

En base a una enfermedad virósica de aparentemente muy alta contagiosidad aunque baja mortalidad. Los agoreros anunciaron la muerte de decenas de millones de humanos en los primeros meses; al día de hoy, estamos muy lejos de eso y  la mortalidad sigue rondando el 2% (algo más que la gripe común, que se estima en el 0,5% y algo menos que la mortalidad de las neumonías, que anda más próxima al 8%).

Se ha evitado toda información que integre los datos del Covid 19 con el de otras enfermedades, que sin embargo, también siguen provocando morbilidad y mortalidad humanas y expandiendo lo que hoy, con el avance de la desocupación, se denomina el precariado mundial…

Cada vez hay más estudiosos, sanitaristas, que consideran que es mayor el perjuicio provocado por las medidas de respuesta a la pandemia –aislamiento, suspensión de actividades y relaciones económicas y de sustento, suspensión o bloqueo de otros tratamientos médicos, de actividades pedagógicas y socioafectivas, tensión y sobrecarga psíquica como consecuencia de los aislamientos− que el perjuicio directo de la llamada pandemia.

También el desconocimiento inicial de su enorme contagiosidad hizo dar palos de ciego. Y hay quienes insisten que ése es su peligro; una enfermedad  tipo “pez diablo”, que dispara falencias del cuerpo contagiado, a veces  con desenlace mortal. Pero allí, el quid está en la falencia del cuerpo contagiado. Por eso es tan falaz invocar que este virus es “democrático”, alcanza a todos…

Hoenir Sarthou en sus notas semanales en Uruguay sostiene que tenemos que ver esta declarada pandemia, bajo un cuádruple eje: financiero, sanitario, mediático y represivo.

Y Heiko Schöning, médico alemán fundador de Médicos por la Verdad, afirma a su vez que ésta es una pandemia de índole política, no médica.

Desde antes del Covid 19 se percibían rasgos crecientes de medicalización de nuestra sociedad y al respecto nos ha señalado el filósofo Iván Illich: » «La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad».[1]

Y a la vista de esta declarada pandemia Giorgio Agamben nos advirtió que: «se está convirtiendo en el campo de batalla de una guerra civil mundial.” Aunque el concepto de “guerra” nos lleve a pensar en el uso generalizado de armas, las secuelas que se están gestando y consolidando nos hablan de transformaciones propias de una guerra civil, aunque sin empleo de armas tradicionales; tan significativos resultan los trastornos que estamos observando.

Esta mezcla entre política y salud (o enfermedad) da pie a muy problemáticos planteos. Por más que se haya encarado una muy saludable reacción a encontrar conspiraciones en todas partes, los sesgos que entendemos que se ven claramente en las políticas institucionales establecidas ante la pandemia, dan pie a, por ejemplo, un documentado trabajo de Ron Unz, periodista y editor estadounidense, que ha analizado con detalle la siguiente secuencia:[2] laboratorios estadounidenses investigando sobre biología sintética (formadora de las llamadas quimeras mediante ingeniería genética) para aplicarlas a la guerra biológica; han logrado diseminar partículas infectadas en Wuhan, mediante una delegación militar que fue allí por certámenes deportivos en 2019, oportunidad en que alguien o algunos de la delegación hicieron el “sembrado” en el momento pico de flujo de personas; poco antes del Año Nuevo Lunar chino, con población desplazándose de un lugar a otro del país. El régimen chino logró domeñar la expansión de la patogenia, que parece francamente reducida en toda China, mientras las cepas diseminadas se filtran hacia Occidente, donde sociedades como la de EE.UU. o Italia, por ejemplo, son tomadas por sorpresa y sus autoridades sanitarias encaran con ignorancia el problema produciendo algo cercano a un colapso económico, sanitario y hasta político.

¿Podemos decir que la visión de Unz está totalmente alejada de la realidad, que es meramente conspiranoica? Las investigaciones sobre quimeras son atrozmente ciertas.

Mientras no se hagan “bien las cuentas” de los muertos y no se reconozca que contagiados sanados son un plus, no un minus, no estaremos acercándonos con claridad  a la realidad.

Sostiene el biólogo español Máximo Sandin, que la historia médica oficial está sesgada ideológicamente para ver “la lucha contra la naturaleza”, no nuestra asociación y dependencia de ella, por disponer de “una concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años.”  Como dice Sandin, “los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma.” [3]

Al parecer la competencia darwiniana ha dominado el imaginario biológico y sanitario más que el asociacionismo kropotkiniano.[4]

Quiero rematar estas líneas con una afirmación, que desecha, una vez más, lo conspiranoico como hilo conductor: los palos de ciego dados durante estos 8 o 10 meses alrededor del ¿qué hacer? con el Covid 19 nos muestran claramente que la ignorancia guía (o desnortea) nuestros pasos. Basta ver la cantidad de avances y retrocesos, de vueltas y revueltas que las autoridades investidas para enfrentar la llamada pandemia han tenido: barbijos, sí; barbijos, no; barbijos a la intemperie, barbijos en habitaciones cerradas; vacunas o inmunidad natural, distancias de uno, de metro y medio, de dos metros; que los niños no contraen Covid 19, que son los más expuestos…

La definición de la OMS de pandemia es peculiar, lo mismo que las definiciones de enfermos o muertos por el Covid 19.

Los simulacros antipandémicos previos son por lo menos llamativos.

La recurrencia −de la que tan nítidamente se burla Máximo Sandin (ibíd.)− a los murciélagos, que han devenido el deus ex machina de todos los brotes epidémicos de los últimos años, nos haría reír si no fuera asunto tan grave.

La política informacional nunca muestra los muertos por todas las causas y siempre los del Covid 19; al margen de su definición sesgada, si se mostrara la mortalidad multicausal de cada sociedad, se debilitaría el concepto de pandemia Covid 19 o al menos el miedo consiguiente.

Porque una pandemia, para que merezca el nombre de tal, tiene que ocasionar muchas más muertes que la mortalidad “normal”. Y esa cuenta, cuesta hacerla…

Sobre vacunas, que suelen procesarse en por lo menos 8 años, y se están procesando para “poner en el mercado” en 8 meses,  prefiero no abrir juicio; anoto esto nomás.

notas:

[1]  Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, 1975.

[2]  https://www.unz.com/runz/american-pravda-our-coronavirus-catastrophe-as-biowarfare-blowback

[3]  https://ecotropia.noblogs.org/files/2020/05/Coronavirus-sobre-asesinos-y-estrategias.pdf

[4]  A fines del s. XIX y comienzos del XX, Piotr Kropotkin recopiló datos de integración biológica entre  especies, confrontando con el darwinismo, entonces, como ahora, dominante. El apoyo mutuo, 1902.

Publicado en Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Nuestro planeta, Poder mundializado, Salud. Y enfermedadEtiquetado como Covid-19, Ivan Illich, Máximo Sandin, OMS, Organización Mundial de la Salud, precariado mundial

Covid 19: ¿engendro natural o político?

Publicada el 09/08/2020 - 09/08/2020 por raas

Luis E. Sabini Fernández

La búsqueda de factores políticos como desencadenantes de la llamada pandemia del covid 19 parece haberse agotado a la luz de la expansión del covid 19 en los más diversos países con gobiernos tan disímiles entre sí. Y con ello retoma fuerza la Navaja de Occam, aquel razonamiento, longevo, basado en buscar la simplificación de causas o factores que expliquen un fenómeno dado.

En primer lugar, ninguna teoría conspirativa logra dar cuenta del asentamiento de la plaga en prácticamente todas las sociedades del planeta. Por cierto, sigue habiendo un abismo en cómo puede golpear la epidemia en sociedades con necesidades cubiertas y buena asistencia médica, y en sociedades diezmadas por el saqueo planetario.

En todo caso, para mantener la explicación conspirativa habría que complementarla con el juego del aprendiz de brujo, porque se han desencadenado daños en una forma que escapa a cualquier plan inicial. Y esto se nota, particularmente, en los despliegues conspiranoicos que persisten en interpretaciones cada vez más circulares, alimentándose a sí mismos, con prescindencia creciente del estado de situación general, de la realidad, en suma.

La mera existencia de proyectos de biología sintética en vías de realización explica ya que no legitima todo sesgo conspirativo. Las declaraciones ingenuas de los técnicos de la ingeniería genética en el cambio de siglo, asegurándonos que ‘no nos vamos a conformar con andar cortando y pegando genes; con esta técnica en nuestro poder, podremos finamente construir seres, quimeras [sic] especies perfectamente elegidos por nosotros’. (1)

‘El desarrollo de los acontecimientos’, como el que acabo de reseñar me lleva a pensar que el error humano, la ignorancia y otras cualidades no muy edificantes que caracterizan a los humanos, han ido tomando el rol protagónico.

Pero aun desbrozando así el panorama, y desechando buena parte de nuestra hipótesis primera (2) quedan varios huesos por desollar. Sigue en pie el curioso periplo de la plaga: primero en China, en una ciudad epicentro de investigaciones de ingeniería genética, luego en Irán y en tercer término el norte italiano. Lo que no sabemos es si ésa fue trayectoria del vector patógeno o si apenas fue la que llegó a los medios de incomunicación de masas (salteando puntos geográficos tratables como irrelevantes).

Si buscamos los rasgos dominantes de esta situación que atraviesa cada vez más a todo el planeta, tenemos que examinar la calidad informativa; el peculiar alcance, sin precedentes, de las medidas y el examen de la posible relación de este acontecimiento con la política en general (o viceversa). Pero antes de hincar el diente a tales asuntos, entiendo merece una consideración la comprensible reacción anticonspiranoica que encarnan referentes intelectuales y mediáticos, empeñados en eludir toda irracionalidad.

Veamos en primer lugar, la nota de Fred Fuentes como base de análisis por la claridad de sus presupuestos: “Comprender la pandemia de teorías de la conspiración”. (3) Queriendo evitar, comprensiblemente esta nueva, insidiosa pandemia, F. F. nos sitúa en un campo político sin mácula, sin secretos, sin conjuraciones, que hará la delicia de la derecha democrática, pero que intuyo es tan ajeno de realidad como algunas interpretaciones conspiranoicas.

Nos dice F. F.: “importantes minorías creen en teorías como la de que los atentados terroristas del 11 de septiembre fueron un «trabajo interno»” F.F., por lo tanto, da por hecho que lo de las torres gemelas de 2001 fue un trabajo de Atta (afortunadamente identificado porque su pasaporte estaba entre los escombros), o de Bin Laden (¿justicieramente ejecutado por EE.UU. o acallado mediante ejecución mafiosa?).

Me temo que si F. F. ve el mundo así, con Attas y Osamas protagonistas, podrá ver y percibir la legalidad imperante, pero no la realidad tal cual es.

Una mirada que procura no ser cándida no puede dejar de preguntarse el porqué de las 12 o 15 horas de espectáculo continuo con las torres incendiándose y los aviones estrellándose. Si se monta un espectáculo es tarea mínima reconocer la tramoya, y a los tramoyistas. Observar, por ejemplo, la hora de los atentados, con las instalaciones todavía casi vacías, salvo personal de guardia y de servicios. ¿O es que los sucesivos gobiernos de EE.UU. no han llevado nunca a cabo atentados de falsa bandera? (como el del Maine, p. ej.).

Lindando con la falsa bandera: hay muchos elementos que abonan que el ataque japonés a Pearl Harbor fue real, pero perteneciendo al viejo capítulo de las celadas, tan habituales en las artes militares, en este caso la adecuada razón que los dirigentes estadounidenses estaban esperando para vencer todo escrúpulo abstencionista.

Análogamente, hay que explicar el “pensamiento” de los titulares de “The Project for the New American Century” redactado por la crema de la intelectualidad estadounidense ligada a su poder político (una veintena de intelectuales, entre ellos los Kagan (Donald, Fred y Robert), Paul Wolfwotiz, William Kristol, Thomas Donelly, denominados a menudo “neoconservadores”), que en setiembre 2000, doce meses precisamente antes de lo acontecido con las Torres Gemelas, escribieran y firmaran el documento “Rebuilding America’s Defenses”, donde enfatizan la necesidad de volver a tener una disposición militar, armada, plena, que los últimos tiempos habrían ablandado o aquietado.

Los firmantes observan ese distanciamiento del estado actual de las fuerzas armadas respecto de un óptimo perdido, y que “el proceso de transformación, aunque venga a través de un cambio revolucionario, va a ser probablemente largo, salvo (que sobrevenga) un acontecimiento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor. La política interna y la orientación industrial tomarán el ritmo y el contenido transformador tanto como los requerimientos que surjan de las misiones en curso.” (4) Para recuperar la mejor y mayor preparación para la guerra.

Pero hay muchos otros ejemplos de inducir la guerra presentándose como víctimas: ¿cuál es el papel de los mistarviim en las artes marciales israelíes? Se trata de militares severamente entrenados por el ejército israelí para camuflarse dentro de la sociedad palestina; la lengua, la usanza, la vestimenta y poder actuar así, tranquilamente, entre palestinos. Sin despertar recelo: llevar una camioneta averiada a un taller de reparación, conversar con el mecánico de la nana del vehículo, concertar trabajo y plazo y retirarse amablemente. Veinte minutos después, la camioneta, el taller, sus trabajadores, casas cercanas, volarán por los aires despedazados por los explosivos dejados en la camioneta.

La interpretación de F. F. nos lleva a un mundo feérico, de poderes cristalinos, que, entiendo, nos aleja tanto de la realidad como las obstinaciones conspiranoicas. Pero como lo conspiranoico parece haber entrado en crisis, luego de un auge probablemente sin precedentes en los últimos años, bueno es examinar algún otro análisis de lo que se ha ido produciendo y expandiendo en la ola de chequeado de noticias falsas, desmantelamiento de la avalancha de desembarcos de alienígenas, destripamiento de claves reveladoras del tipo más diverso; esotéricas, religiosas, medicinales…

Un artículo de Kathryn Joyce (5) acerca de “cómo el filántropo multimillonario Gates desplazó a (George) Soros como el cuco mayor (“El hombre de la bolsa”) de la derecha política” desmonta una serie de acusaciones sobre Bill Gates, contextualizando algunas de sus frases que fueron presentadas literalmente pero sin dar los fundamentos presentados por Gates, con lo cual tales dichos se convirtieron mediáticamente en “la prueba documental” de su monstruosidad genocida.

Joyce desmonta así diversas acusaciones contra Gates y la filantropía, pero tiene a la vez la lucidez de advertir los vericuetos por los cuales esas acusaciones toman tanto vuelo.

Nos recuerda las veces en que, efectivamente, los saberes médicos fueron usados para menoscabo de “los nadies”; frenar los nacimientos mediante la esterilización de mujeres, generalmente pobres, indias, negras, que ignoran el tratamiento a que han sido sometidas (generalmente so pretexto de asistencia y control ginecológico). Ejemplos son los que sobran, aunque Joyce apenas dé lo acontecido en Puerto Rico que a lo largo de la primera mitad del siglo XX las autoridades de la ocupación esterilizaran alrededor de un tercio de las madres portorriqueñas. Tenemos que agregar que la misma política fue usada desde su ocupación con el archipiélago de las Hawai: al desembarcar los estadounidenses estimaron su población en un millón de nativos; hacia el 2000, el archipiélago consta de dos millones de habitantes; un millón de norteamericanos y un millón de nativos. “Maravillosamente”, la población local se ha mantenido en el mismo número.

Las autoridades “sanitarias” estadounidenses llevaron adelante campañas de esterilización de población nativoamericana en Bolivia, por ejemplo, política con un fuerte perfil racista, como el que tuvo lugar cuando Israel procede a la recepción de judíos africanos, negros −los falashas etíopes−, y años, después surgirá la pregunta de muchas mujeres de ese origen de porqué tan, pero tan pocos nacimientos. Una vez más, bajo la excusa de controles sanitarios y asistencia, se practicaron esterilizaciones masivas sin dar cuenta de ellas… (6) Un brutal ejemplo que ‘el racismo es más fuerte’ que los vínculos religiosos…

Nuestra autora recuerda incluso otros penosos episodios que dan pie a la enorme desconfianza hacia las verdades médicas oficiales: el experimento fríamente llevado a cabo de 1932 a 1972 (repárese en las fechas: desde poco antes de los experimentos de mejora racial de los nazis a mediados de los ’30 y prolongándose más allá de vencida la segregación escolar en EE.UU. a mediados de los ’60) en Tuskegee, Alabama, EE.UU. con población negra contagiada con sífilis y seudotratada para examinar las fases de la enfermedad sin uso de medicamentos.

Podríamos agregar muchos más ejemplos para entender las razones de la resistencia a las ayudas reales o ficticias que ofrece el mundo desarrollado a “los nadies”. Como único ejemplo, recordemos “el razonamiento” de Larry Summers sobre la justeza moral de volcar los desechos contaminantes en el Tercer Mundo. (7)

En resumen, Joyce desmonta las acusaciones puntuales, apuradas, con datos mal comprendidos sobre la política de Bill Gates, por ejemplo, pero a la vez advierte el sentido general, estructural, de tales impugnaciones desde los habitantes ajenos a los circuitos del poder que han sido demasiado a menudo maltratados, discriminados, usados, engañados.

Que es lo que ha dado lugar a tanta suspicacia y desconfianza. El error, empero, es formular tales rechazos sobre la base de acusaciones simplificadas, falsas.

Pero que las redes que controlan las fake news se alegren con “pescar” tales mentiras es magro consuelo cuando toda una historia de relaciones asimétricas pone casi siempre en el mismo lugar a los explotadores y aprovechadores de un lado y a los expropiados, contaminados, intoxicados y malgastados del otro. Volviendo a la pandemia que al menos nos gobierna desde los dispositivos gubernamentales. Hay muchos puntos inexplicados. Y por razones análogas a las que hemos estado examinando, hay razones para la desconfianza

¿Por qué la información ha resultado tan mala, grosera, espectacular? Como si las únicas muertes de la humanidad fueran a causa de “la pandemia”.

Hasta ahora, la historia de la humanidad ha empleado muchas veces cuarentenas. Pero ésta es la primera vez que no se la aplica a enfermos o población pasible de estar enferma, sino a toda la población. De cada país, en casi todo el planeta (con muy pocas excepciones, como Suecia, Bielorrusia y con muy pocos casos, por ejemplo, Uruguay).

Estos rasgos que acabamos de señalar, nos hace pensar que existe, ha existido una política. No por cierto la torpe y de contragolpe de Donald Trump o la de Boris Johnson.

Pero sí sabemos que existen intensas investigaciones en algo tan temible como la biología sintética; un paso de siete leguas a partir de la ingeniería genética. Por ejemplo, en noviembre de 2015 la RAI emitió un reportaje televisivo, “TG3 Leonardo”, dando cuenta de dicha investigación, precisamente en laboratorios de máximo nivel en Wuhan. El periodista aclaraba entonces que tales descubrimientos solo se estaban “utilizando como objeto de estudio en los laboratorios a puerta cerrada» aunque cuestionaba, con buen tino, el peligro de la investigación: «¿Vale la pena correr el riesgo, creando una amenaza tan grande, solo para poder examinarlo?» (8)

También sabemos que existe una fuerte relación entre la OMS y algunos grandes laboratorios de alcance mundial. Y que, por ejemplo Bill Gates contribuye al presupuesto de la OMS mucho más que la mayoría de los estados (y ya sabemos, o deberíamos saber, que la mayor contribución es también la mayor influencia…)

Y viviendo como vive hoy la humanidad un fuerte proceso de derechización política, es decir la búsqueda de comportamientos rígidos, autoritarios, nos preguntamos si las disposiciones ante la declarada pandemia no es sino una política para lograr “una nueva normalidad”. Todo más bajo control; terminar con ese caldo de actividades mentales ingobernables en que había devenido la internet, que tanto preocupaba a un referente del poder mundializado, Zbigniew Brzezinski.

Registramos que se ha desencadenado una política de bloqueo de mensajes, que empieza, como siempre, sensatamente, desautorizando los más penosos mensajes para alienígenas, pero deslizándose insensiblemente al control del pensamiento y la palabra. La política ante la pandemia ha seguido, como no podía dejar de pasar, los lineamientos que los poderes centrales −la globocolonización, como con acierto la bautizadara Frei Betto− han ido pautando para el globo en que vivimos.

Si la globocolonización ha profundizado la agroindustria con su consiguiente contaminación; la ingeniería genética, rebautizada de modo más eufónico como biotecnología se desarrolla viento en popa para mejor adueñarse de las dimensiones biológicas del mundo; la tecnologización ha servilizado a la ciencia; la financierización ha hecho lo mismo con la economía, para mejor controlar los resortes del poder en la alimentación, en los recursos energéticos, convirtiendo a los bancos en los santuarios de este nuevo culto, si la comunicación, la intercomunicación está sagazmente bajo la influencia de una creciente masa informacional de la cual cada vez cuesta más calibrar, ponderar, enjuiciar; si el miedo y su manejo resulta decisivo construyendo nuestras conductas, ¿por qué la aparición de un patógeno que en los contados casos en que se ha dimensionado no parece ser más mortal que algunas otras gripes (y si lo fuera, no se ha suministrado la correcta información comparativa para evaluarlo), por qué ese virus iba a escapar a aquella línea general de nuestro presente?

El afán del serenísimo Fuentes de presentar un mundo-todo-legal, todo-a-la-vista es, en rigor otra falsedad. Y por ello no nos ayuda a comprender la realidad ni a combatir las múltiples, polifacéticas injusticias. Y el de Joyce desnudando las bases falsas de lo conspiranoico, al mismo tiempo nos recuerda que el mundo-tal-cual-es, con conspiraciones o sin ellas, regido por los grandes consorcios y fuerzas imperiales no es menos sórdido. Queda en pie la conciencia crítica irreductible.

notas:
1) Esteban Hopp, investigador de Monsanto, en foros temáticos durante la implantación de soja transgénica en Argentina, años 1998 o 1999. A la soberbia del planteo, hay que agregarle la actitud de autocomplacencia que campeaba en sus palabras…
2) Véanse “COVID-19: miedo, calidad de vida, pánico, profilaxis… extraño bamboleo”, 30 mar 2020, y “Conspira-virus, una vuelta de tuerca para restaurar la fe en la ciencia”, 4 jun 2020, ensayando un desmarque ante el cientificismo para evitar la disyuntiva conspiracionismo vs. cientificismo.
3) Publicado originalmente en Green Left, traducido por www.rebelion.org, 7 jul 2020.
4) Subtítulo del paper citado: “Strategy, Forces and Resources For a New Century”.
5) “The Long, Strange History of Bill Gates Population Control Conspiracy Theories”, https://www.typeinvestigations.org, 12 mayo 2020, EE.UU.
6) Esa política alcanzó incluso al Uruguay, un país muy alejado de toda “explosión demográfica”, dentro de los planes estratégicos madeinUSA para el control de la natalidad.
7) Siguiendo la máxima utilitarista que el bien es siempre el bien para el mayor número, Summers explicaba que la basura contaminante tarda décadas en generar cánceres. Que asolarán a la población mayor en contacto con ella. Pero dado que la población de la periferia planetaria llega a vieja mucho menos que la de los países “avanzados” (porque mueren mucho más “en el camino”), depositar allí en “esos” países desechos contaminantes terminarán afectando mucho menos población; irán contrayendo cánceres pocos, que lleguen a ancianos… tanta seudoexactitud aritmética resulta hasta difícil de formular, tal es su degradación ética… Memorando del Banco Mundial para la «Cumbre de la Tierra Eco 92», Río de Janeiro, 1992.
8) https://www.redaccionmedica.com/virico/noticias/coronavirus-el-origen-del-covid-19-esta-en-un-laboratorio-chino-en-2015

Publicado en Argentina, Ciencia, Conocimiento, Poder mundializado

Pluralidad electrónica sesgada y el retorno permanente al pensamiento dominante

Publicada el 29/02/2020 - 01/03/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

La experiencia histórica nos ha enseñado que ”todo es relativo”, que toda comprobación debe resistir la prueba del tiempo (es decir, que a la corta o a  larga falla, cede), que no hay verdades eternas, ‘el reino de lo efímero’…

Sin embargo, hay algo que despierta nuestra confianza, nuestra fe: resolver cualquier duda, cualquier bache del conocimiento, en internet.

La falta de diálogo, −por otra parte obvia entre un máquina cibernética y una mente humana− no ha resultado, sin embargo, bastante para aminorar aquella confianza de “encontrarlo todo” en internet.

Sin embargo, cualquier usuario sabe  que “internet” responde a mucho más que a lo que se le pregunta.

O a mucho menos.

He puesto en internet:

«Bruno Bauer, La cuestión judía, publicado en 1843″, para ser remitido, obviamente,  a Bruno Bauer.

La devolución, en décimas de segundos, me ofrece como cinco mil entradas.

He aquí la primera:

Sobre la cuestión judía (traducido del alemán: Zur Judenfrage), es un ensayo escrito por Karl Marx en el otoño de 1843, y publicado por primera vez en febrero de 1844 en el Deutsch-Französische Jahrbücher.

Diálogo de sordos. Buscaba en internet a Bauer, no a Marx. Yhvé Marx, que parece estar en todas partes.

Otra entrada reza: Sobre la cuestión judía – Wikipedia, la enciclopedia libre». El detallecito del calificativo libre es particularmente significativo.

La entrada siguiente: «Sobre La cuestión judía. Karl Marx. Escrito en otoño de 1843, y publicado en febrero de 1844 en el Deutsch-Französische Jahrbücher.

Otra entrada: «La Cuestión Judía | Marx desde Cero»

Otra: «Sobre la cuestión judía es un texto filosófico donde Marx discute con Bruno … el error de Bruno Bauer». Agradecido. Pero me gustaría conocer «el error» de Bauer… de puño y letra del mismísimo Bauer, y con mis ojos.

Y siguen otra entradas: «Marx y el antisemitismo en la izquierda | Letras Libres.

«www.letraslibres.com › mexico-espana › marx-y-el-antisemitismo-en-l…30 mar. 2015 – En 1843, […]

la cuestión judía – Revista da Faculdade de Direito

www.revistadireito.ufc.br

por P. Aragão – ‎2013 – ‎Artículos relacionados

los hermanos Bauer, de los cuales Bruno es el autor del escrito sobre la cuestión … perfecto, un sueño embasado teóricamente, (Marx lo escribió en 1843, a fin…[…]. Y ya encarrilamos para Marx.

Otra entrada: «figurando entre ellos los hermanos Bauer, de los cuales Bruno es el autor del escrito sobre la cuestión judaica, el que dio origen a la obra título de este breve trabajo»… ya nos dimos cuenta; el de Karl Marx.

En entrada de books: «Karl Marx. PARTE I [Respuesta a Bruno Bauer]-.Etcétera.

Y más abajo, Ñángara y la cuestión judía (de Marx, obviamente)…

El Frente Amplio y la cuestión judía (ídem)

«¿Para qué sirve la filosofía?” – Página 123 – Resultado de Google Booksbooks.google.com.uy › books

Paco Fernández Mengual – 2005 – ‎Philosophy

Sobre la cuestión judía, texto redactado en el invierno de 1843-1844, es un comentario crítico al texto de Bruno Bauer […] Obviamente, sin remitir a fuente alguna. Ya tenemos «la» fuente…

Bajo la misma entrada aparece (a continuación): «La libertad en el pensamiento de Marx». books.google.com.uy › books

Ángel Prior Olmos – 1988

Parecería que es importante defender la libertad de pensamiento. La de Marx, obviamente, no la de Bauer o la nuestra.

«Marx utiliza el ensayo de Bauer como una ocasión para su propio análisis de los derechos liberales», dice otra entrada. Chocolate por la noticia.

…

Sobre la cuestión judía – UVwww.uv.es › ivorra › Historia › SXIX › CuestionJudia

La mayor parte del ensayo está dedicada a exponer las ideas que Bruno Bauer presenta en su trabajo «La cuestión judía» según las entiende Marx, junto con …

Después de decenas o centenas de entradas “marxianas” encontré una con la obra de Bruno Bauer. Pero en alemán.

Primera comprobación, ya archisabida: internet no contesta, no dialoga.

En castellano no apareció el texto buscado, pero sí, a trancas y barrancas, en alemán (su lengua original).

¿Qué apreciamos aquí? ¿Límites culturales o límites electrónicos de nuestra comarca hispanohablante (que sin embargo no es tan pequeña…)?

¿Será que a los que leemos castellano nos alcanza con llegar a Marx?

La búsqueda no era baladí o erudita: leyendo a Laurent Guyènot surgía una diferencia, un contraste entre Marx y Bauer por demás signficativo (véase mi apunte “A vueltas y revueltas con la cuestión judía”).

Publicado en Conocimiento, Cultura dominante, Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Sociedad e ideología

“Salvar al planeta o salvar a los seres humanos” Una disyuntiva errada presentada por Pablo Hernández Parra

Publicada el 26/12/2019 - 07/01/2020 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández – 

”Los problemas complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de comprender.” Ley de Murphy.

Pese a que todos conocemos el humor de las famosas “leyes de Murphy”, hay que reconocerles algo muy serio; en este caso, evitar caer en el maniqueísmo de dos posiciones únicas.

O algo peor: llegar a la presunta solución de un problema mediante otro, en rigor mediante el recurso de quitarle problematicidad a uno concentrando el asunto en otro.

Es indudable que Pablo Hernández Parra, en adelante PHP, aborda dos cuestiones tremendas y con las derivaciones correspondientes, más ominosas todavía.

Hay una contaminación planetaria que está atentando contra nuestra propia vida y la vida en general en el planeta y de la cual, las sociedades humanas sobre todo las que más han contribuido a esta calamidad, están adquiriendo, tarde y mal, conciencia (incorporo a esta nota, con mínimos ajustes de léxico, un comentario que ya le había formulado al mismo PHP con motivo de otra nota suya criticando, con razón, cierto profetismo ecologista, que envié entonces a una publicación abierta, postaportenia, anteponiendo aquí la fecha de ese texto).

14 OCT. 2019 – Aunque yo no soy amigo suyo ni defensor del cambio climático, me permito señalar ciertas falencias a su comentario.

Muy bien elegidas las profecías. Todas equivocadas, como era de esperar. ¿Es que cuando alguien es tan necio como para “establecer” una presunta realidad futura, y le pone fecha, puede acaso acertar?

La idea de lo profético, entrañable a toda religión, se casa poco y mal con nuestro concepto, humano, de temporalidad. Algo más racional y menos místico.

El positivismo y el marxismo mezclaron las cartas, pretendiendo conocer “científicamente” lo futuro. Lucubraron planes “racionales” para ese futuro. Trataron de fundamentarlos filosóficamente.

Pero luego del revolcón sufrido por el socialismo, el científico; el colapso soviético,  precisamente, parece difícil pretender seguir conociendo y preestableciendo lo que vendrá.

Lo que hay que evitar −algo que no veo en Hernández Parra− es negar una cuestión porque ha sido mal vista una y cien veces.

Todo profetismo histórico, climático e incluso ramplonamente personal es no solo falso, sino insensato.

Es decir, volviendo a términos de temporalidad, lo futuro es incognoscible. Por eso es estúpido o necio hablar de “el” futuro.

El pasado, en cambio, es, irreversiblemente, único. Solo que no es tan fácil de conocer como estar seguro de qué existió. Es tan arduo conocerlo, que nunca terminamos de saber qué es lo que existió. Pero esto es un problema del conocer, no del ser.

Y el presente, siempre fugaz, siempre deviniendo pasado, es lo suficientemente complejo como para que nunca terminemos de adueñarnos de él.

Podemos a gatas conocer el pasado. Y más a gatas, todavía, nuestro presente.

Y en estas condiciones, entiendo podemos hablar de cierto conocimiento: la fauna del planeta, salvo la estrechamente  conectada con la especie humana, como cerdos, vacas, ovejas, cabras, gatos, perros, cucarachas, ratas, está siendo exterminada.

Lo mismo pasa con la flora planetaria; salvo trigo, soja, arroz, eucaliptos y algunas pocas especies también vinculadas con la actividad humana, el tan diverso mundo vegetal, está siendo masivamente raleado, exterminado.

El agua planetaria está siendo progresivamente contaminada. Están los filtros purificadores de carbono, pero para el 5% de la población privilegiada, o tal vez apenas para el 5 o/oo…

Estamos ingiriendo plásticos, sin precedentes en nuestros tubos digestivos, ni en los de todas las especies que están ingiriendo lo mismo, particularmente las marinas que lo están haciendo cotidiana y permanentemente (en tierra, ingerimos partículas plásticas a menudo en la comida, pero no siempre; mediante la ingestión aérea, estamos “adquiriendo” plásticos más permanentemente, aunque tal vez ni siquiera así tanto como lo que “brinda” hoy el mar…).

Estamos desequilibrando el planeta como nunca antes. Toda sobrepoblación biológica “lograba”, dentro de la naturaleza, el correspondiente mazazo biológico, para perder población. La especie humana ha aprendido a defenderse, de hambrunas, de enfermedades, de guerras, y aumentar su tamaño cada vez más ininterrumpidamente, cada vez abarcando más territorio, más biota, más circuitos de recuperación y renovación.

Pero ¿cómo ensamblar un crecimiento indefinido y progresivo con un hábitat limitado (el planeta Tierra)?

No lo veo. Y eso me parece problemático. Y algunos gritos ecológicos, no necesariamente los más estúpidos, provienen de ese estado de situación.

También es cierto que la especie humana ha invadido casi toda la biosfera, la ha contaminado y la ha reducido haciendo cada vez más certera la advertencia del cacique suwamish, Seattle (que en realidad no fue sólo de él, en 1855, sino también de quien le actualizó la filípica, un ecologista estadounidense del s XX): “¿Qué será del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre  moriría  de  una  gran  soledad  espiritual,  porque  cualquier  cosa  que  le  pase  a  los animales también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la  tierra,  herirá  también  a  los  hijos  de  la  tierra.” 

Pero este estado de cosas, apenas esbozado, porque se trata de muchos factores críticos; el aumento del CO2, el destrozo del ozono estratosférico, las plastificación de los mares, la destrucción de la biodiversidad, no le otorga ningún derecho a las élites planetarias; el Grupo Bliderberg, la Reserva Federal (de EE.UU.), la OTAN, el foro de Davos, la Casa Blanca, la City de Londres, el Pentágono, o alguna otra más o menos secreta red de grandes corporaciones, a resolver nada, puesto que son los principales causantes de este progresivo deterioro planetario, como bien apunta PHP.

Es inadmisible que los principales causantes de la crisis planetaria quieran disponer de las políticas para enfrentarla y solucionar lo solucionable; conociendo sus rasgos –los de los poderosos del planeta– nos consta que, como afirma  PHP, descargarán en “el resto de la humanidad” el sacrificio y la muerte para viabilizar una solución a escala para ellos. como la minoría privilegiada de siempre.

Pero una atroz política promovida por estos think tanks, no significa que no exista el problema que estos privilegiados visualizan. O que no haya que encararlo políticamente. O pretender que ni siquiera existe puesto que quienes lo muestran son los grandes y atroces privilegiados de la humanidad y el planeta. O que se trate de un “fraude del cambio climático […] de falsa bandera”. 

O antojadizamente atribuir, como hace PHP a algunos investigadores “formas de solución” de la cuestión demográfica que al menos esos autores no plantean como tales. MPM atribuye a  Corel Bradshaw y Barry Brook considerar “el impacto de guerras mundiales y pandemias globales que acaben con la vida de 6 mil millones de personas, como posibles métodos de lucha contra la superpoblación que amenaza el medio ambiente”, cuando lo que afirman los mencionados es que ni siquiera tales cataclismos llevarían a la población humana a reducciones demográficas significativas, y en ningún momento lo sugieren como método “de reducción”.[1]

Esta problemática sobreviene con la modernidad, solo que al principio nadie la imaginó. La modernidad se afirmó como un optimismo tecnológico, porque un desarrollo progresivamente acelerado otorgó una serie de ventajas y comodidades  jamás conocidas antes por la humanidad, y a nadie le dio por estimar entonces la suma algebraica de lo que se ganaba y se perdía.

Mejor  dicho, nadie entre los cultores gananciosos del nuevo rumbo, porque muchos humanos de las sociedades tradicionales “atrasadas” percibieron una problematicidad.

Hubo tenaz resistencia. Por ejemplo, ante un crecimiento de la miseria humana con las nuevas maquinarias del industrialismo moderno, los ludditas ensayaron una fuerte crítica y una resistencia, bien material, por cierto. No se negaban a todas las máquinas como reza el pensamiento dominante, sino a aquellas que destrozaban sus formas de vida social. Ahogada a sangre y fuego por el capitalismo abriéndose paso.

Y antes, aun, con el proceso cruento de la conquista y la colonización europea de territorios habitados por sociedades como las africanas y las americanas, hubo también procesos de resistencia. Guerra de guerrillas. A muerte. Porque el nuevo mundo industrial, occidental, venía con ella, precisamente, con la muerte bajo el brazo, para rehacer “un nuevo mundo”.

Sus armas fueron, las “máquinas de matar”, por cierto, las que usaron indiscriminadamente en la América del Norte, por ejemplo, para acabar con nativos y búfalos. Pero también el desarrollo tecnocientífico “pacífico”, la Biblia y un cambio de mirada. En lugar de la vieja mirada panteísta hacia la Madre Naturaleza, por ejemplo, la mirada hacia lo muy pequeño y lo muy grande, valido de bastones visuales; el telescopio y el microscopio (ambos forjados en el s. XVII). El hombre moderno llegará ver un mundo hasta entonces radicalmente desconocido. Lo cual es indudablemente un  avance, un adelanto, una ventaja de la modernidad ante todo el ensamble tradicional.

Salvo en un sentido: que el hombre moderno, el de la mirada micro- y telescópica, perdió la mirada, llamemos tradicional. Una mirada que sabía ver interrelaciones.

Porque de modo insensible dejaron de ver seres vivos, con la carga emocional y de empatía que a ello le es inherente, y empezaron a ver dimensiones físicas, manifestaciones químicas. Confiado cada vez más en su acrecentado instrumental, el hombre moderno confió en esas miradas para examinar el mundo, el universo y su propia huella. El epítome de esta actitud es la de René Descartes preguntándose si el animal es una máquina, y concluyendo categóricamente, que sí.

En lugar de una suerte de panteísmo viendo vida en todas partes, la mirada occidental moderna se hizo inerte, y ajena al mundo observado. Empezó a ver componentes físicos y químicos y a actuar sobre ellos. De allí, estamos a un paso de la contaminación planetaria. Este último giro de mi frase es excesivo: ya estamos en plena contaminación.

Un ejemplo histórico, ilustrativo. Cuando las compañías fabricantes de plaguicidas, en la década del ’60, habían ya asentado sus reales en todo Occidente, en pleno proceso de agroindustrialización, les faltaba, empero, mundializar “la demanda”. La India tenía entonces unos 500 millones de campesinos… tradicionales. Allá fueron los equipos de venta de tales laboratorios, y luego los think tanks, sorprendidos, para ver de perforar la caparazón cultural de ese campesinado retardatario… que se negaba a usar venenos contra sabandijas. Arguían que los bichitos también tenìan derechos. Y que ya estaba más o menos establecido, que se llevaban un 10% de las cosechas.

Los vendedores trataban de convencerlos, tramposamente, de quedarse con ese 10% para mejorar ganancias. Tramposamente, porque los venenos ofrecidos iban a costar algo, tal vez más que ese mismo 10% plus… Con el diario del lunes podemos afirmar que los campesinos indios analfabetos eran sabios y los vendedores transnacionales estúpidos, necios y miopes.

El desarrollo tecnocientífico

La modernización, entonces, trasmutó el desarrollo tecnocientífico con una escala de valores que no es en absoluto objetiva, aunque prefiera verse a sí misma como tal; laica, ecuánime, racional, científica: el optimismo tecnológico.

Y es gracias a este proceso de modernización, occidental, que hemos desencadenado un proceso monstruoso y metastásico de contaminación planetaria.

Con el cual, ahora llegamos a un estado de imposible ignorancia.

Los ojos de la soberbia fáustica fueron los ojos ciegos que creían ver tanto. Que efectivamente vieron tanto de lo que no se conocía antes, pero  no vieron  algunas relaciones entre las cosas de la naturaleza que sí se conocía… y se olvidaron.

Durante un par de siglos, por lo menos, avanzamos arrasando tradiciones, creencias (las más de ellas, es cierto, falsas). El hombre de la modernidad, fundamentalmente varón, blanco, europeo,  arrasó formas de vida y, dentro de la especie, vidas concretas de, sobre todo, varones no blancos no europeos.

Mejoras casi fortuitas, como la higiene aplicada a la salud y la enfermedad, permitió un crecimiento vegetativo sin precedentes y consiguientemente un aumento formidable de población, de modo totalmente imprevisto.

Mediante la soberbia occidental y su ignorancia supina (y el racismo, que ha acompañado como su sombra a la occidentalización del mundo), hemos introducido en la biosfera planetaria una crisis sin precedentes. El mar océano, planetario, está totalmente contaminado. Las grandes embarcaciones “recuperadoras” que el ambientalismo tardío y remendón encara,  operan a un nivel absolutamente ineficiente, porque el daño está más “adentro” de una mancillada naturaleza.

Pero a PHP esta cuestión le parece ajena por completo, concentrado en denunciar ‘los planes políticos del imperialismo’. Su optimismo tecnológico lo lleva a denunciar a la burocracia de la ONU con un argumento peculiar: “Uno de cada 20 habitantes del planeta debe ser echado al mar […]  en el momento que la producción de bienes materiales esenciales para la vida y la prestación de servicios a todos los habitantes del mundo supera con creces las necesidades de los 7500 millones de habitantes de este planeta.” [2]

PHP nos está presentando la producción actual como si se tratara del mejor de los mundos. Como si “la prestación de servicios a todos los habitantes del mundo” se hiciera sin daño ni contaminación; como si el sistema de poder de las transnacionales en el mundo al cual predan dañando a los oscuros del planeta y beneficiando con consumos rumbosos a minorías, fuera un proceso normal, ecuánime. Todo el acero crítico que pone PHP para hablar de Trump o la ONU, lo abandona para tragarse el cuento del desarrollo económico que proviene de ese mismo sitio.

La especie y nosotros, sus individualidades conscientes, está cada vez más incapacitada para medir sus propios pasos. Quienes están a cargo de las verdades oficiales del calentamiento global, por ejemplo, advierten que somos demasiados. Muchos datos abonan esa hipótesis, aunque PHP se escandalice.

Sabemos que hay una sociedad, al menos, la china, que encara el control vegetativo. Y China no es ni la red de los privilegiados, asentados en Manhattan, San Francisco, Londres o Montreal, ni tampoco la población de las urbes megalopolizadas, despojadas, arrasadas, de Dacca, Manila, Djakarta, Sao Paulo, Lagos, Calcuta o Mumbai.

Alguna forma de control, autorregulación poblacional, deberemos encarar. Desde abajo hacia arriba, desde afuera hacia adentro. 

Si no encaramos políticas con nuestras conciencias, magras conciencias… lo harán los poderosos por nosotros… o el calentamiento global, sin avisar y pese a negacionistas contumaces, empeñados en ver solo un ardid de los poderosos en la cuestión.

notas:

[1] “Human population reduction is not a quick fix for environmental problems”, https://www.pnas.org/content/111/46/16610.short, 18 nov. 2014. El hecho que este abordaje de universitarios australianos haya sido publicado por el más oficialista canal en EE.UU., da pie a la suspicacia de MPM. Pero hay que atenerse a los hechos para establecer causales.

[2] Pablo Hernández Parra, “2020: el verdadero dilema de la humanidad. Salvar al planeta o salvar a los seres humanos / 1”, 19 jul.2019, < http://infoposta.com.ar/notas/10663/2020-el-verdadero-dilema-de-la-humanidad-salvar-al-planeta-o-salvar-a-los-seres-humanos/>

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La peste plástica está tomando nuestros órganos

Publicada el 17/06/2019 - 25/06/2019 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández.

Monsanto… hasta de sus últimas sílabas se podría extraer una filosofía de la inversión de la verdad, de que todo resulta opuesto a lo proclamado…

Monsanto es el agente clave para la expansión de la agrondustria que le ha signficado a la humanidad, el campesinicidio más generalizado (lo cual en cifras no tiene parangón con ningún otro trastorno demográfico y ocupacional en la historia humana; baste pensar que hace un siglo las sociedades podían tener un 75% o un 90% de población dedicada a tareas rurales y hoy se estima en 2%, 4%, 10% la población “dedicada al campo” en la inmensa mayoría de los estados del orbe).

Esa “extirpación” del campesinado no es el mero avance de la humanidad; no es el canto al progreso-siempre-mejor que nos insuflan desde los centros de poder; es una suma algebraica de avances y retrocesos de los cuales la historia oficial solo nos muestra, siempre, “los avances”.

Hay un formidable avance en los medios de comunicación y en los de transporte, pero también una pérdida de experiencia y conocmiento para tratar a la naturaleza, por ejemplo.

Pero Monsanto dista mucho de haber sido –y seguir siendo− únicamente  el pivlote de la “La Revolución Verde”, la agroindustria y la contaminación de los campos.

Durante la guerra que EE.UU. desencadenó para imponer la democracia en Vietnam  (y que tras 14 años tuviera que abandonar), por métodos, no precisa-mente  muy democráticos, el papel de Monsanto fue protagónico: proveedor, aunque no exclusivo, de Agente Naranja; el agrotóxico que la aviación de EE.UU. diseminó masivamente en los campos vietnamitas para  “quitar el agua al pez”.[1]

Pero las contribuciones monsantianas vienen de tiempo atrás. Fundada en 1901 para elaborar productos químicos inicialmente dedicados a sustituir alimentos naturales,  −los cada vez más conocidos y difundidos aditivos alimentarios−  como, por ejemplo, vainilina para cortar la dependencia culinaria hacia las islas Célebes de donde se la extraía tradicionalmente.

Tal comienzo debía haber abierto los ojos de los contemporaáneos. La sacarina, uno de los primeros producos de Monsanto, de la primera década del s.XX, ha sido desechada por tóxica. Con su extremo dulzor con dejo amargo.

Con el paso del tiempo, su capacidad de incidir en el “desarrollo tecnológico” se fue ampliando y la consiguiente toxicidad de su producción también. Desde la década del ’20 produce PCBs, los temidos polibifenilclorados que luego de décadas de uso “inocente”, o más bien impune, se iban a revelar con una altísma toxicidad generando innumerables cánceres infantiles.

 En la década del ’30, significativa y sintomáticamente Monsanto se convierte en productor de primera línea de otro gran triunfo de la modernidad ciega y soberbia, derrochando venenos en el planeta, expandiendo el uso de los termoplásticos, encontrándose así en los puestos de “vanguardia” para el envenenamiento planetario.  Estos plásticos, como los anteriores (rígidos) tenían un rasgo que debía haber hecho reflexionar un tanto: eran materiales no biodegradables. El idioma humano no tenía siquiera una palabra para enunciar semejante realidad. Hasta los “logros” de la petroquímica, nuestros materiales, nuestros objetos, eran naturaleza. Y por lo tanto, a la corta o a la larga, “volvían” a ella; una suerte de reciclado (a veces muy complejo, pero siempre total). Pero con los plásticos se rompen los ciclos naturales (para no mencionar los bióticos, ahora amenazados). La naturaleza no puede reabsorber, reasimilar productos engendrados de tal modo que han perdido todo parentesco con el mundo natural.

Lo que podía haber sido una advertencia sobre un camino ominoso fue en cambio muy bien recibido para abaratar costos, mejor dicho para abaratar los costos del capital. Que prefiere productos baratos en lugar de buenos. Una cuestión de rentabilidad, pero empresaria, no social, aunque todos sus argumentos se basan en que se trataría de rentabilidades de la sociedad.

Con el horizonte de una guerra inminente y el recuerdo de la anterior con sus peripecias en las trincheras, los soldados asolados por chinches y piojos, investigadores se dedicaron a pergeniar insecticidas. Así Monsanto trajo al mercado el DDT (descubierto por un técnico suizo alemán en 1939), una solución radical a las vicisitudes provocadas por insectos. Sin embargo, la guerra que se desata en 1939 no tendrá trincheras;  la aviación y los bombardeos cambiarán el panorama y la estructura de las guerras, y los insecticidas quedarán arrumbados. Por eso, en la posguerra, los laboratorios buscarán empecinadamente nuevos usos a sus investigaciones y aplicaciones  y empezará así la aplicación de insecticidas a la agricultura. Será el momento del combate químico a “las plagas”. Que hasta entonces se atendían y enfrentaban mediante usos físicos o biológicos. Así llegaremos a la Revolución Verde.

Monsanto resultó, una vez más, pieza clave, pivot del Ministerio de Agricultura de EE.UU. (USDA) cuando en los ’90 el gobierno norteamericano decide un plan alimentario mundial, “basado en las pampas argentinas y las praderas norteamiericanas”.[2]  Cuando  los emporios de la agroindustria  estadounidense se sintieron fuertes como para adminstrar los alimentos del planeta.[3] Este plan se desencadena a partir del recurso de la ingeniería genética aplicada a alimentos, con la producción masiva y en permanente expansión de alimentos transgénicos.

Antes, Monsanto había tenido el dudoso honor de patentar otro edulcorante, probablemente más tóxico que la problemática sacarina: el aspartame.

Son varios, entonces, los “aportes” a una alimentación degradada, tóxica, como por ejemplo la somatotropina bovina, una hormona que ha sido rechazada de plano en los mercados europeos, por ejemplo (aunque en EE.UU. se la consume libremente). Fue diseñada para aumentar la produccion de leche y los reparos provienen de que diversas investigaciones la asocian fuertemente con cánceres de mama y de próstata.

La “perla” de tantos nefastos aportes, siempre tolerados por la autoridades sanitarias de EE.UU. y sus satélites y claramente adoptados y aplaudidos por el mundo empresarial “moderno”, ha sido el tratamiento y el procesamiento de los plásticos que no son alimento pero que tienen una  insidiosa cualidad y están muy vinculados a los alimentos.  Como ya es de público conocimiento, las montañas de plásticos; los basureros gigantescos compuestos en un 90% de material plástico, las islas oceánicas, flotantes, con superficies mayores a las de los más grandes países del planeta, constituyen un problema de creciente actualidad.

Pero se trata de un problema menor, pese a su envergadura, ante la cuestión de otro aspecto descuidado de los desechos plásticos: sus micropartículas. Que están urbi et orbi.

Como lo plástico, ya dijimos, no es biodegradable, la erosión va achicando, rompiendo, despedazando los envases,  las bolsas, hasta perderse de vista. Pero así, microscópicas, siguen siendo partículas. Que no se biodegradan, que respiramos e ingerimos a diario.

Una cancha de fútbol de pasto sintérico, debido a la fricción a que su superficie es sometida, es un sitio “ideal” para la producción de micropartículas plásticas.

La erosión en general; el agua y el viento producen permanentemente micropartículas plásticas.

Hay quienes empiezan a preguntarse a dónde van las partículas que se desprenden permanentemente de los materiales plásticos que están prácticamente en toda nuestra vida cotidiana. La pregunta es, como siempre, tardía. Porque el sentido común ha cedido el paso al lavado de cerebro que nos encanta y cautiva con lo novedoso, lo moderno.

Finalmente, la Universidad de Newcastle, Australia, tras laboriosos conteos de material “iivisible a los ojos” ha establecido magnitudes aproximadas de consumo involuntario de micropartículas plásticas: unas cien mil al año, que traducido  en peso equivaldría a unos 250 gramos. Otra estimación que han hecho con semejante ingestión: unas 50 tarjetas de crédito al año (a razón de un peso de 5 gr. por tarjeta, lo que equivale a una tarjeta ingerida por semana, por vías respiratoria y disgestiva).[4]  Porque las principales fuentes de ingreso a nuestros cuerpos de tales micropartículas es mediante alimentos, agua y aire.

Se ha verificado, por ejemplo, que el agua potable en EE.UU. tiene el doble de tales micropartículas respecto de la correspondiente europea. (ibídem)  Pensemos, un minuto apenas, cuántas de tales partículas  puede haber en las aguas potables de países como Uruguay, Argentina, Brasil…

El mundo médico ha sido más bien remiso en informar qué puede ocurrir en nuestros cuerpos con los microplásticos. Y sin embargo, hay investigaciones de biológos como los norteamericanos  Théo Colborn, John Peterson Myers y Diane Dumanovsky[5] , por ejemplo, que a mediados de los ’90 relevaron la presencia de partículas plásticas invisibles de policarbonato (PC), de polivinilcloruro (PVC), en numerosos animales que presentaban, junto con estos “alteradores endócrinos” diversas malformaciones o trastornos en la vida sexual y reproductiva. Y, por ejemplo, rastrearon la presencia de Bisfenol A (ingrediente del PC), un reconocido alterador endócrino, en bebes (sus biberones estaban hechos de PC).

Nuestra estulticia, no sabemos si tiene precio, nos tememos que sí. Pero lo que es indudable es que es inmensa.

notas:

[1]  Técnica de las llamadas contrainsurgentes empeñadas en debilitar los apoyos a los guerrilleros clandestinos. Eliminar naturaleza y boscajes para quitar lugares de escondites y protección. De paso, arruinar también la provisión de alimentos…

[2] Dennis Avery, Salvando el planeta con plásticos y plaguicidas, Hudson Institute, Washington, 1995.

[3]  El plan, por suerte, resultó insuficiente, sobrepasado por un planeta y una población indudablemente mayor y más compleja que el diseño del USDA. Poco después, los pretendidos diseñadores norteamericanos de la alimentación mundial iban a tener que incluir a Canadá, Australia y finalmente Brasil más zonas menores en el diseño del plan mundial de control alimentario. (Véase Paul Nicholson, “Los alimentos son un arma de destrucción masiva”, 2008, www.rebelion.org/noticia.php?id=178160).

[4] Kala Senathiarajah y Thava Palanisami, “How Much Micropolastics Are We Ingesting”, 11 junio 2019. Cit. p. J. Elcacho, kaosenlared, 13 jun. 2019.

[5]  Our Stolen Future, Dutton, Nueva York, 1996. Hay edición en castellano, España, 2006.

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