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Categoría: Sociedad e ideología

Cómo ver el 7 octubre de 2023 en Gaza desde nuestra periferia

Publicada el 30/11/2023 por luissabini

por Luis E. Sabini Fernández –

 

Es dificilísimo darse cuenta  en qué sentido el genocidio que avanza con descaro en Palestina  −aunque hoy estemos en medio de una tregua de cuatro o cinco días− nos afecta. A todos los humanos. En primerísimo lugar a los que viven –asediados desde hace 17 años− en lo que se ha llamado “la cárcel a cielo abierto más grande del mundo” y que con vocabulario de mediados del siglo XX tendríamos que denominar “campo de concentración”, un arma que el racismo colonialista ha usado desde hace siglos (en castizo, para el robo de las tierras americanas se hacían “reducciones de indios”, con lo cual se apropiaban de tierras inmediatamente legalizadas, sacralizadas en su nueva propiedad, por clérigos y escribanos).

Aunque el genocidio en marcha es imposible de esconder en un mundo con tanta intercomunicaciòn o por lo menos con tanta comunicación, está claro y nítido que las atrocidades nos llegan desde los medios de incomunicación masivos y dominantes y allí en nuestras mentalmente colonizadas tierras, nos llega sobre todo la versión del genocida, que es precisamente la del poseedor de los más poderosos medios de incomunicación.[1]

Parece empero caduco el tiempo de la ignorancia y la inocencia consiguiente: la multiplicidad de las comunicaciones actuales, su velocidad de difusión conspira contra toda política de secreto, otrora no solo usuales sino las más empleadas.

Por ejemplo, Chris Hedges y Max Blummenthal hacen un escalofriante informe de lo acontecido el 7 de octubre en Franja de Gaza y territorio aledaño israelí, por una vez invadido por palestinos (en las últimas 7 u 8 décadas han sido siempre invasiones sionistas a territorio palestino, siempre violentas a veces con verdaderas carnicerías de palestinos).

Acerca de “cómo los militares israelíes desencadenaron una serie de ataques para matar a los palestinos armados junto con sus rehenes israelíes”, es uno de sus capítulos más llamativos y que no aparece a través de nuestros medios de incomuinicación masivos. Cánsese usted de transitar por radios, diarios y canales locales para verificarlo.

Hedges y Blummenthal son dos conocidos periodistas estadounidenses y al parecer han desplegado una formidable actividad esclarecedora en la tragedia palestino-israelí, que hay que realzar a la luz del origen presbiteriano de Hedges y judío de Blummenthal, dos colectividades fundamentales en el origen y fomento del genocidio palestino. Y ellos,  en cambio, se han especializado en ver cómo funciona la política genocida sionista sobre los palestinos.[2]

Se puede ver que constituyen una corriente cultural, psíquica, creciente de quienes empiezan a rechazar el colonialismo despiadado y alhajado con “perlas bíblicas” del Estado de Israel y sus padrinos incondicionales; el Reino Unido y EE.UU. Han examinado severamente los acontecimientos del 7 de octubre (The Chris Hedges Report y The Gray Zone, 17 nov. 2023).

Y entre sus principales conclusiones figura: “como los militares israelíes desencadenaron una serie de ataques el 7 de octubre diseñados para matar a los hombres armados de Hamas junto con sus rehenes israelíes”. Leyó bien.

En la desesperación por repeler un ataque tan generalizado como inesperado −para quienes fungían como locatarios− los mandos israelíes ordenaron bombardear las viviendas del kibutz Be’eri a las cuales habían ingresado milicianos palestinos para tomar rehenes. Ese bombardeo adquiere cierta similitud con los que “el ejército más moral del mundo” emplea para derribar toda la edificaciòn de la ciudad de Gaza, desde viviendas hasta escuelas, mezquitas, iglesias, locales industriales y comerciales, de servicios, espacios deportivos, bombardeos que se estima han dejando decenas ¿o miles de niños? enterrados vivos, con  otros humanos bajo los escombros.

Hedges no duda en calificar estos hechos como “solución final” de la cuestión palestina.

La peculiaridad de la coyuntura; el copamiento que desde la madrugada llevaron adelante milicianos de Hamas sobre territorios adyacentes a la Franja de Gaza, como el lugar de encuentro de una fiesta rave a 3 km de la frontera, creó una situación hasta ahora inédita en la peripecia palestina; por vez primera los atacantes  de un improbable ejército, más bien por el equipamiento, una guerrilla, ocupaban territorio israelí. Y los mandos militares apelaron a la “doctrina Aníbal” [3] según la cual tropas israelíes pueden llegar a morir, ser sacrificadas, si se hace necesario para neutralizar un ataque.

Los testimonios, muchos gráficos revelan, el papel decisivo de las armas israelíes: tripulando gigantescos helicópteros Apache, los militares israelíes descargaron repetidas veces  sus cargas explosivas sobre todo lo que se movía en el suelo a pocas decenas de metros de sus vuelos rasantes. Las fotos muestran, por ejemplo, todo el estacionamiento de la fiesta rave  con autos literamente destrozados, con o sin gente adentro, con un tipo de daño que solo se podía lograr, en el lugar, en el momento, con la artillería de los Apache.

 

No cabe duda que el plan israelí es el vaciamiento de la Franja de Gaza, es decir repetir la Nakba que tan buen rendimiento práctico, en el terreno, les había otorgado. Paradójica situación. Porque la menuda Franja de Gaza debe ser uno de los pocos espacios palestinos que no albergaron judíos ni siquiera hace dos mil años. Los sionistas hablan de Judea o de Samaria, para hablar de la contemporánea Cisjordania. Pero la Franja de Gaza es la Franja de Gaza. En  buen romance: con Gaza ni siquiera las especulaciones bíblicas y religiosas de un territorio supuestamente cedido por “El Creador” tiene cabida; en este caso es sencillamente, conquista y ensanche territorial colonialista.

Para percibir la calaña de la rapacidad sionista, transcribo a Ayalet Shaked, figura clave de la dirección israelí, exministra de Interior y de Justicia: “Después de convertir Khan Yunis en un campo de fútbol [sic], debemos decirles a los países que cada uno de ellos acepte una cuota: necesitamos que los 2 millones se vayan. Ésa es la solución para Gaza.[4] Repartiendo palestinos como naranjas”. Y que el “campo de fútbol” en que convirtieron la ciudad de Khan Yunis fue tratado para llegar a “campo de fútbol”, con población incluida.

Entretanto, en un torbellino propio de una tragedia griega la sociedad israelí –definida, la sociedad entera, por el historiador Norman Finkelstein no como de derecha sino de extrema derecha− hastiada del manejo despótico y corrupto de Beniamiin Netanyahu expresó su hastío contra el gobierno aunque ratificando la israelidad. Y no bien Netanyahu deriva “los acontecimientos” hacia la guerra y la conquista, logra, recupera una adhesión enorme.

Orly Noy, analista y periodista iranio-israelí, sostiene que este pensamiento no se limita simplemente al Gabinete o a la derecha israelí, sino que se ha generalizado.[5] Los medios de comunicación y el discurso político israelíes muestran que cuando se trata del actual ataque de las FDI a Gaza (en rigor contraataque), gran parte del público israelí ha internalizado completamente la lógica del pensamiento de Smotrich. Su consigna es nítida: “Emigración o aniquilación”. [La solución que propuso Smotrich fue ofrecer]  “a los 3 millones de residentes palestinos una opción: renunciar a sus aspiraciones nacionales y continuar viviendo en su tierra en un estatus inferior, o emigrar al extranjero. Si, en cambio, deciden tomar las armas contra Israel, serán identificados como terroristas y el ejército israelí se dedicará a “matar a quienes necesitan ser asesinados”. Cuando se le preguntó en una reunión en la que presentó su plan a figuras religiosas sionistas si también se refería a matar familias, mujeres y niños, Smotrich respondió: “En la guerra como en la guerra”.

La cosificación de la población despojada se equipara totalmente a la que ejerciera el colonialismo posmedieval en “El Nuevo Mundo” Abya Yala, Américas, o en África: “para una parte significativa del público israelí, los palestinos son más fáciles de mover que los muebles de una sala de estar.” (ibíd.)

Recordemos que cuando tras la celada artera en Salsipuedes, en el norte del Uruguay, que marca los inicios de la flamante sociedad  oriental, en 1832, habiendo acabado con los varones charrúas, los militares inician “una larga marcha” de más de 400 km hasta Montevideo con “la chusma”. Así llamaban los fundadores europeos de las sociedades “americanas” a ancianos, mujeres e infantes. Con semejante caminata, llegaron a la plaza fuerte de Montevideo sólo mujeres y su prole. Allí mismo y sin demora se procedió a su reparto como servidumbre. Sin consideración alguna por el llanto de infantes arrancados a sus madres, ni los gritos ahogados de madres despojadas. Como animales. Esa parte del espectáculo carecía de importancia para la sociedad montevideana. Lo sabemos apenas porque un diario de la época recibió y publicó la carta de dos damas montevideanas, de las que sabían leer y escribir, sensibles ante lo acontecido; esa falta de sentimiento separando así a madres de sus hijos. Apenas dos, que supieron mostrar la iniquidad del momento. Esas dos mujeres fueron el comienzo del fin de aquella “normalidad”.[6]

Así las cosas con la tecnologísima y civilizadísima Israel, vanguardia del mundo. Ellos sí valoran la vida… propia. Por eso, intercambian un israelí por tres palestinos (y hasta por mil).

Hemos visto que Crooke examina la estrategia israelí de llevar adelante “El Plan Yinon” (1981), ir desmantelando y desmontando los estados árabes vecinos y circundantes a Israel (estrategia para alcanzar El Gran Israel). Crooke sostiene que Israel procura arrastrar a EE.UU. a que se haga cargo del escollo mayor, Irán, “poniendo fin a la ilusión de que cualquier tipo de compromiso, reconciliación o partición [de Palestina] es posible.” [7]

“El historiador Max Hastings escribe que Netanyahu le dijo en la década de 1970 que «en la próxima guerra, si lo hacemos bien, tendremos la oportunidad de sacar a todos los árabes… Podemos limpiar Cisjordania, ordenar Jerusalén».” Adueñarse del territorio, a como sea.

Así que de robo de tierras se trata. Nuestros latifundistas vernáculos (o no tan vernáculos) lo saben bien. Pero, claro, el robo de tierras no se puede hacer por las buenas. La historia nos lo muestra. Y ante la situación que existe, desde hace un siglo en Palestina, el filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi introduce una pregunta, propia de nuestro tiempo, que nos interpela como un puñetazo en la quijada:  ¿“Se puede exponer el cuerpo torturado de toda una población sin pagar el precio? [8]

Un interrogante ligado al fenómeno comunicacional y su difusión actual que señalamos al comienzo.

Hasta ahora, grosso modo, los genocidios ‘ocurrían lejos y hace tiempo’. No era, no fue a menudo así. El genocidio de los tutsis en Rwanda se hizo mientras simultáneamente se sabía de èl durante sus pesadillescos meses. Pero “África está lejos”…

Y la eliminaciòn de poblaciòn aborigen en las Américas; −pusimos el episodio de la matanza de charrúas en Uruguay− tuvo muchos “testigos” aunque solo dos hayan llamado a las cosas por su nombre.

Repasemos los términos de la convención acerca de genocidio que teóricamente nos cubre y nos ampara desde 1948 (9 de diciembre):[9]

  • Actos cometidos para destruir total o parcialmente un grupo racial, étnico o religioso;
  • Matar miembros de ese grupo;
  • Causarle daños físicos o mentales a miembros de ese grupo;
  • Infligirle, deliberadamente, a un grupo condiciones de vida calculadas para destruir físicamente sus vidas, total o parcialmente.”

Otros aspectos de la convención que atañen, por ejemplo, a la transferencia forzosa de niños a otros ámbitos, muy pertinentes para anglificar indiecitos en Norteamérica, por ejemplo, tienen menos que ver con Palestina. ¿Pero cuál de esos cuatro numerales que acabo de traducir no se aplica punto por punto a lo que ha hecho siempre y sigue haciendo cada vez más  brutalmente, el sionismo, Israel, en Palestina?

¿Qué pasa con la ONU?: ¿No se enteró de cómo Israel convirtió a la Franja de Gaza en un  campo de concentración, desmantelando su produccion local, agropecuaria y pesquera (mediante expeditivos procedimientos como envenenar los campos)? Que Israel regula hasta las dosis individuales de alimentación (con el consiguiente deterioro alimentario que todos conocemos por mermas, vencimientos y multitud de “accidentes”).

¿Qué considera la ONU y sus plenipotenciarios guardianes de lo genocida los bombardeos de viviendas y  barrios derribados hasta los cimientos, donde todavía hoy no podemos saber cuántos bebes, infantes, adultos, ancianos yacen enterrados vivos (y quienes han tenido la oportunidad y el tiempo para abandonar esas edificaciones, salvar la vida, el pellejo, pero no las pertenencias de sus vidas cotidianas; ropas, fotos, bicicletas, libros)?

Israel no ha cambiado un ápice su política desde 1948 hasta 2023.

Claro que con sus padrinos, gigantes guardaespaldas; EE.UU. y el Reino Unido.

Habrá que ver si el resto del mundo opta por cambiar la suya con un estado, el israelí, que escarnece todas las sacrosantas  disposiciones que teóricamente al menos, nos rigen.ф

[1] La  comunicación pública radios, diarios, teves, en países como Argentina o Uruguay sobre el 7 oct. 2023 es lastimosamente pobre (aunque mayor que en episodios anteriores). Se apuesta mucho a los “rehenes” y apenas a los gaseados, bombardeados, expulsados, hambreados, palestinos, con sus viviendas, ciudades, destruidas como en las peores escenas de la IIGM. Dos “termómetros” argentinos: el recién nombrado presidente Javier Milei, aspira a “recibirse de judío” y antes de asumir la presidencia (10 de diciembre) ha hecho un viaje iniciático para recibir suponemos que los óleos de rabinos ultraconservadores en Nueva York (Centro Ohel Jabad-Lubavitch). No se le puede negar capacidad sintética, abrazando en único viaje sus dos “amores”: EE.UU. e Israel. Por su parte, la lideresa indisputada de la oposición peronista, que tendríamos que suponer en “el otro rincón” que Milei, Cristina Fernández de Kirchner, ante los acontecimientos desencadenados el 7 de octubre, 2023, repudia toda violencia y  postula las soluciones de la ONU, en particular “la de dos estados”: una entelequia que jamás captó siquiera un atisbo de la mentalidad y la concepción sionista.

[2] Life and Loathing in Greater Israel (Vida y asco en el Gran Israel).

[3]   El nombre proviene del militar cartaginés Aníbal que optó por envenenarse antes de caer preso de los romanos.  Hay una diferencia sustancial con la “opción” homónima: Aníbal eligió morir; en el caso de los soldados israelíes copados, quien decide sus muertes es el mando militar. De ese modo, fue bombardeado el cuartel israelí de control sobre la Franja de Gaza, Erez Crossing, copado por milicianos palestinos, que contaba con una enorme dotacion israelí de soldados, muchos de ellos administrativos, sin armas o casi.

[4]  Cit. p. Alastair Crooke, https://www.unz.com/article/the-magicians-hat-and-the-great-simulacrum-of-palliative-balm/.

[5] “El público israelí ha abrazado la doctrina Smotrich”,

https://www.somosmass99.com/el-publico-israeli-ha-abrazado-la-doctrina-smotrich/.

[6]  E. Mendes Vives, La gente y las cosas en el Uruguay de 1830, Tauro, Montevideo, 1967.

[7]  A. Crooke, https://www.unz.com/article/will-the-scorpion-sting-the-u-s-frog/.

[8]   “Epicentro”, publicado en Ctxt, 19 nov. 2023.

[9]   Fecha por demás problemática, porque no podemos olvidar que el 11 de diciembre de ese mismo año, la ONU se declaró satisfecha con “los progresos realizados […] para  conseguir un ajuste pacífico de la situaciòn futura de Palestina” (resolución 194 de ONU) que pasa por alto dos “detalles”: que el Plan Dalet llevado adelante por los sionistas al día siguiente del abandono  británico de Palestina, significó no solo la expulsion de varios cientos de miles de habitantes de sus moradas y lugares desde siglos atrás, sino además la muerte de algunos miles de palestinos refractarios a la “mudanza”, sino además, y encima, el asesinato de Folke Bernadotte, el primer mediador de la ONU, designado para conocer necesidades y puntos de vista de judíos y palestinos. Bernadotte no entendiò por qué todo iba a favor de las demandas sionistas y nada hacia los habitantes originarios y fue prestamente asesinado. Tras el impacto de violaciòn a tamaña investidura −la ONU estaba flamante− el asesino fue preso…  unos días y pocas semanas después fue incorporado como guardaespaldas del también flamante presidente israelí, Ben Gurion. Y la ONU ni siquiera calificó el asesinato como asesinato; dirá apenas, cobarde y falsariamente, que Bernadotte “sacrificó su vida”. (ibíd.)

Publicado en Centro / periferia, Conocimiento, Cultura dominante, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Los pueblos nativoamericanos, Palestinos / israelíes, Poder, Sociedad e ideología

Derecho a la vida… ajena

Publicada el 09/11/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

 

El 7 de octubre, hace un mes, milicianos de Hamas penetraron al Estado de Israel (en adelante EdI) por una decena o veintena de puntos desde la aisladísima Franja de Gaza (en adelante FdG), con cohetes primero y luego tripulando parapentes, motocicletas y una excavadora. Invadieron pequeños poblados, un kibutz y una fiesta rave, providencialmente trasladada a 3 km de la frontera, pocos días antes. Secuestraron a centenares, mataron al parecer también a varios soldados y probablemente a otros israelíes, durante un operativo de copamiento increíblemente largo, unas 6 horas hasta la llegada de militares israelíes que alcanzaron a reprimir a los que todavía no se habían retirado.

 

La seguidilla de fracturas de la cerca de seguridad que rodea a la FdG, la increíble duración del operativo, despierta interrogantes. ¿Fue estimulado o facilitado, un golpe de mano esperado por quien iba a ser el sorprendido? Cui bono? No fue favorecida la población del sur israelí; pero sí ciertamente Netanyahu y sus halcones que ahora han salido a matar en una escala sin precedentes, actuando como si fuera en defensa propia.

Y ahora, luego de lo acontecido el 7 de octubre,  ¿cuál es el estado del mundo?

Primera pregunta:

¿De dónde proviene esta tendencia a no ver el daño genocida, pésimamente construido sobre el relato bíblico, que descarga el EdI sobre las, una vez más, victimadas víctimas. ¿Por qué no se desmarca la gente, el ciudadano común, de un relato tan pavorosamente maniqueo, como el que ampara la furia israelí?

Una primera razón que advierto es porque los judíos están como “preservados”, como si sus acciones  no pudieran recibir el mismo trato que otras acciones humanas de igual violencia, que de pronto, sí repugnan, y son terminantemente rechazadas.

Para muchos, judíos y no judíos, lo acontecido a los judíos durante el 3er. Reich es lo único que puede considerarse genocidio completo y cabal. La peor ordalía imaginable.  EL genocidio por antonomasia, por no decir el único.

¿Por qué? Por la inconmensurable maldad goldhagiana de lo alemán (ya no nazi).[1]

¿Y sobre qué relato se basa la creencia en semejante genocidio?

Es una tarea que dejamos a historiadores. Puedo ofrecer datos, pinceladas.

En Europa, luego de las luchas en los albores de la modernidad entre dos potencias marítimas, talasocráticas, España e Inglaterra, va quedando una “reina” con un dominio cada vez más indisputado; su Majestad  Británica, que desde 1588 hasta bien entrado el s. XX será “reina y señora de los mares” (reforzada por un vástago colonial, los EE.UU., que en un primer momento se desplegará bajo la modalidad telurocrática; el robo de tierras a nativoamericanos, a franceses, a españoles, a mexicanos…).

El par anglonorteamericano irá asentando lenta pero sostenidamente, un poder cada vez mayor fuera de fronteras y el s XIX será testimonio acabado de su dominio occidental.

Sin embargo, en la segunda mitad del s XIX surge otra potencia, industrial, con rasgos telurocráticos; la Alemania imperial, el gobierno de Otto von Bismarck, con menor inserción colonial, transfronteriza. Su desarrollo minero e industrial resulta excepcional dentro de Europa,  en competencia con otras potencias europeas como Francia, Inglaterra, Holanda, los estados del centro europeo, como Hungría, o las naciones nórdicas (Dinamarca, Suecia). Alemania empieza a estar, tras la reunificación de 1870 y en poco tiempo, “picando” entre las primeras potencias.

Celos, consternación: nadie abandona gustoso un pedestal.

Cada vez hay más historiadores que desechan la versión adocenada de los vencedores de la 1GM, de que la culpa la tuvo Alemania, el imperio austrohúngaro o incluso “el hombre Hombre enfermo” como se designaba, con aire de superioridad, a Turquía, que constituyeran la Triple Alianza; “el bando de las potencias centrales” enfrentado a Inglaterra, Francia, Rusia, Bélgica, Holanda e Italia (y desde 1917, EE.UU.); la Triple Entente.

Historiadores insospechables de izquierdismo o socialismo, como Edward Mc Null Burns, estadounidense, se inclinan a pensar que la 1GM fue una jugada preventiva del British Empire para cortar el ascenso del águila alemana que ostentaba, en competencia,  también carácter imperial.

Y la comprobación de que los argumentos no eran limpios lo rubricó la Paz de Versalles: un acta de rendición abusivo, draconiano, que obligó a los alemanes a pagar los gastos, todos los gastos de la guerra, de una guerra que ni siquiera habían provocado. Que dejó en la miseria al país. Tanto vejamen y sufrimiento está sin duda en el resentimiento alemán, almácigo donde pudo fructificar el nazismo. Todo esto en un país, donde más del 90% de los capitales quedaron en manos judías. Algo que le dará mucha fuerza al nazismo proclamando que la nación debía pararse sobre sus pies, con capitales propios, no “ajenos”.

Rendición tan onerosa que los alemanes, y particularmente los nazis, sintieron afrentosa porque a su vez, se consideraban un pueblo señorial, es decir de amos.

Cuando Alemania, con el 3er Reich, a fines de los ’30 reasienta su poderío (basándose, por ejemplo, en un formidable desarrollo químico que le dio mucha influencia en un presente crecientemente industrial), su gobierno, con Adolf Hitler como premier, considera que los alemanes están en la cima de la humanidad, diferenciándose de los pueblos débiles, jóvenes o de segunda, colonizables.

Por eso, la Alemania nazi no busca guerra con Inglaterra (desmintiendo las versiones maniqueas oficiales). Al contrario, al comienzo de la guerra, el nro. 2 del régimen nazi, Rudolf Hess, encara un vuelo solitario de Alemania a Escocia. Y se tira en paracaídas. Según analistas como Noam Chomsky, llevaba un encargo de Hitler: negociar una paz ofreciendo un dominio compartido de los pueblos señoriales en el mundo entero en conflagración. Un reparto del botín, obviamente, entre ingleses y alemanes.

Según Chomsky, Winston Churchill rechazó de plano semejante invitación, molesto de la impertinencia de los alemanes; si Inglaterra ya tenía un dominio planetario indiscutible (apenas festonado por la presencia de segundo orden de franceses, holandeses o norteamericanos; no necesitaban a alemanes).[2]

El 3er Reich tenía un formidable ejército (pero apenas un sexto del total de tropas de la Triple Entente). Dato interesante en su composición: el ejército, la Wermacht, disponía de  un fuerte contingente de alemanes que entonces se llamaban 50% judíos (2 abuelos judíos) y otro aun mayor de 25% judíos (un abuelo judío), lo cual es particularmente relevante, por cuanto entre ellos había militares con mando de tropa e incluso integrantes del Estado Mayor alemán bajo el nazismo. Algo que rompe la imagen estereotipada.

Junto con el desmantelamiento de ese ejército sobrevienen los juicios de Nurenberg que condenarán a muerte a varios jerarcas nazis. Pero en 1945 estamos lejos todavía, en el tiempo, del “Holocausto”, así con mayúscula. Se habían desalojado los campos de concentración con prisioneros enflaquecidísimos, muy debilitados. Pero también se sabía que la Alemania nazi, acercándose a una derrota inevitable carecía hasta de lo más elemental, no sólo entre los prisioneros sino incluso entre los carceleros y sobre todo en la población general. Los campos de concentración agravaban todas las privaciones, porque el hambre, la falta de comida, de higiene, generaban todavía más enfermedades y causas de mortalidad, encima del trabajo esclavo y los malos tratos, característicos de dichos campos.

Antes de la lectura de la historia establecida por el Holocausto y su administrador o albacea ideológico,  IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance, Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto), se hablaba que el tifus había sido causa primordial de muerte en “los campos” del nazismo.

El IHRA se funda casi en el cambio de siglo (1998), pero al menos desde los ’70 algunas organizaciones judías y aliadas se dedicaban a otorgarle a la brutal represión ejercida por el  nazismo una exclusividad, una especificidad sin precedentes y sobre todo, una matanza de judíos sin precedentes.[3]

Thomas Dalton, norteamericano autor de varios libros sobre los judíos, las guerras y sus causas, cuestiona la especificidad del guarismo de 6 millones, por haber comprobado que es un número reiteradamente usado por la prensa judía para dimensionar a los judíos perseguidos en distintas circunstancias y países, como en Rusia, e incluso desde antes del s XX.[4] ; p. ej., “Seis millones de judíos viven en tierras donde son oprimidos, explotados, aplastados y despojados de todos los derechos humanos inalienables.” [5]

La diferencia sustancial es que los escritos del tiempo de la 1GM se referían a vicisitudes y penurias de 6 millones de judíos, y los de la 2GM se refieren al asesinato de esa cantidad de humanos. Lo que llama la atención es la persistente referencia a “seis millones” en circunstancias y momentos muy diversos, casi como una referencia cabalística.

Un investigador de enorme valía y con una óptica para nosotros interesante porque es judío, con familiares asesinados por el nazismo, Norman Finkelstein, escribió una investigación con un título sugerente, La industria del holocausto.[6] Aclara que el holocausto “de la industria” que denuncia ‘tiene una correspondencia, aunque pálida, con la realidad’.

Los testimonios judíos, y sobre todo, su reproducción industrial a través de los mass media, Hollywood incluido, han confeccionado los imaginarios sociales hoy dominantes: campos de concentración con sádicos amantes de la música clásica. Finkelstein se pregunta cuánto de eso es historia.

Si eso ha pasado con lo alemán, ¿qué vemos con lo palestino?

Vemos otra vez al pueblo judío que sintiéndose victimado por un golpe comando que no alcanzamos a entender de dónde  y cómo surgió: ¿cómo se abrió la cerca de la FdG en tantos lugares a la vez, cuando los sistemas de bloqueo y aislamiento entraban en acción hasta por el paso de un gato? El gobierno israelí, aparentemente en respuesta, encara la matanza generalizada de palestinos mediante bombardeos masivos sobre población civil, sus viviendas, escuelas, lugares de oración, hospitales; todos “santuarios” proclamados por presuntas leyes de la guerra que, al menos teóricamente, la ONU debe respetar y hacer respetar. El Ejército de “Defensa” israelí proclama que tales sitios son santuarios de Hamas y por ello los pulveriza mediante artillería pesada con seres humanos adentro.

Conociendo los recursos, métodos y ardides que ha usado el poder sionista para tener encarcelado a tantos miles de palestinos, en cárceles por vía administrativa, conociendo la negativa sin excepciones a todo lo referido a la vida social y económica de palestinos, y reconociendo el carácter monstruoso de establecer campos de concentración para millones de seres humanos, no se entiende cómo nunca nadie ha cuestionado el invocado carácter democrático y moral, del que tanto alardea Israel (por ejemplo, Israel define a su ejército como “el más moral del mundo”).[7]

 

Desde el principio, la  implantación del sionismo en la Palestina histórica significó adueñarse de la vida de otros. Como recordaba el abogado palestino Henri Cattan, no se puede pasar por encima de siglos de historia, para restaurar un hilo histórico supuestamente cortado, varios siglos antes –en rigor, milenios–  ignorando la historia real y concreta de un lugar, en este caso Palestina, desde, pongamos el año 70 de la era cristiana hasta el 1900…

La pregunta que se hizo Cattan en 1948, y nosotros hoy, es por qué, al contrario, los poderes constituidos y dominantes, de EE.UU, del Reino Unido, la han dado carta blanca el integrismo bíblico israelí.

Craig Mokhiber, director de la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU en Nueva York, lo dice claramente en su carta de renuncia a la ONU tras el genocidio apenas escondido del 7 de octubre (y días siguientes) de Israel en la FdG.[8]

En su carta de renuncia Mokhiber acusa a EE.UU, Reino Unido y buena parte de Europa de “ser completamente cómplices de la horrible agresión”. Y añade:

“No solo están rechazando sus obligaciones para asegurar respeto a las Convenciones de Ginebra, sino que de hecho están activamente armando la agresión, proveyendo apoyo económico y de inteligencia y dando cobertura diplomática y política a las atrocidades de Israel”,

El operativo de “limpieza étnica”, es decir en lenguaje más llano, de racismo, violencia y asesinatos colectivos, no se ha limitado a la FdG. Mostrando que se trata de un verdadero palestinicidio, simultáneamente, han matado como nunca antes, en frecuencia, a 132 palestinos en las aldeas cisjordanas en las últimas 3 semanas.[9]

Y hace pocas semanas, expulsaron a toda la población bereber asentada milenariamente en el desierto de Neguev. Algo que los medios masivos ni siquiera advirtieron. Porque se trata de una población dispersa, nómade, de algún modo apátrida.

 

La política de un fascista militante se basa en las odiosas ”sagradas escrituras” que llaman a la matanza de los  que Yahvé condena, por ejemplo de los amalecitas, que Netanyahu con oportunismo asimila a los palestinos. ¿Ha abandonado Occidente la investigación histórica sustituida por los relatos bíblicos?

En los países enriquecidos de Occidente; en Francia, por ejemplo, “tierra de libertad”, se ha prohibido la bandera palestina. No ya la de Hamas, sino la que muestra el verdadero carácter de la movida israelí: la palestina.  En Inglaterra, con un poco de tapujos, están buscando establecer la misma prohibición, en los antípodas de todo liberalismo.

A la recién premiada Adalin Shibli, palestina, se la invitó a la Feria del Libro de Frankfurt, considerado el mayor cónclave literario del mundo, pero tras el 7 de octubre se levanta la entrega de dicho premio, se la cancela sin darle explicaciones o con subterfugios penosos; el juicio israelí se universaliza.

Como remata Ilan Pappé, historiador: “Quien no tiene memoria no tiene futuro […] La elite política israelí […] derivó una lección muy diferente de los acontecimientos de 1948: tú puedes, como estado, expulsar a la mitad de la población de Palestina, destruir la mitad de sus pueblos y salirte con la tuya sin una pizca de crítica.” [10]

Occidente abandona la historia, sustituida por los relatos bíblicos.

Occidente proclamaba la igualdad ante la ley, que poco y nada se cumplía. Pero desde esta ordalía a cargo de Israel, la igualdad ha desaparecido hasta de la ley.

Y la actual consigna sionista: “No mires para otro lado” les asegura el ombliguismo.

[1]  Daniel Goldhagen es un autor estadounidense que ha presentado a los alemanes, como una población fuertemente antisemita, llevando ese antisemitismo a casi una cuestión fisiológica, estructural, esencialista… y asesina. Presuntuosa ignorancia de lo histórico.

[2]   Hess quedó en Escocia y fue trasladado a Inglaterra, prisionero. Y con el fin de la IIGM y la condena del nazismo como non plus ultra del mal quedará preso de Los Aliados, hasta su muerte, a los 95 años, décadas después (y a la vez como bandera viva de los neonazis).

[3]  Se estima en unos 6 millones los judíos asesinados directa o indirectamente por el nazismo.

[4]   “the  Holocaust of six million jews in World War I” despierta interrogantes.  https://www.unz.com/article/the-holocaust, 2020.

[5]   Hasta donde lo permite suponer el texto de Dalton, se trataría de un escrito de 1917.

[6]   Editado en EE.UU., 2000.

[7]   Los prisioneros son a veces –suponemos que como castigo– ubicados en “celdas para perros”; calabocitos construidos donde el prisionero  jamás puede estar erguido, estirado, parado o acostado; siempre semiplegado porque ninguna pared, ni el piso, mide más de, digamos 1,20, 1m 30… Lo tienen patentado como “ablandador”. Testimonio de Gilad Atzmon, sionista entusiasta en su hogar, pero devenido crítico radical del invento sionista, conmovido, entre otras causas, por esos cubículos y sus habitantes forzados, tratados con burla por los militares “más morales” del mundo.

[8]   https://docs.google.com/document/d/1iyo16SHWngHRnjYTB30xWWqOlyzy6QjLwxu OdEMnXIg/edit?usp=sharing.

[9]   Olga Rodríguez, https://rebelion.org/occidente-ante-la-masacre-en-gaza/, 3 nov. 2023.

[10]  https://www.observatori.org/paises/pais_53/documentos/E_PAPPE.pdf.

Publicado en Centro / periferia, Globocolonización, Palestinos / israelíes, Poder mundializado, Sociedad e ideología

Qué nos pasa. LA NATURALEZA HUMANA EN LA PICOTA

Publicada el 19/09/2023 - 16/10/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Tengo la corazonada que se hace cada vez más imperioso pensar, escudriñar, reflexionar, discutir, sobre la naturaleza humana.

Una cuestión que ha atareado a filósofos, científicos, religiosos, para no hablar de toda la panoplia de disciplinas sociales que abordan, enfocan, tratan, o destratan la naturaleza humana.

El gigantesco desarrollo en progresión geométrica de lo tecnológico es uno de los nudos problemáticos que tenemos con la naturaleza humana.

Hasta hace un siglo, grosso modo, el ser humano, la criatura humana, venía al mundo como todos los mamíferos, era alimentada y crecía cumpliendo y satisfaciendo nuestras necesidades biológicas (o dejándolas de cumplir sólo si la severidad del clima lo impedía o si las disposiciones políticas, el poder imperante, torcían tales impulsos).

¿Cuáles son las condiciones y posibilidades para nacer hoy, ya bien avanzado el siglos 21, para la criatura humana? En un mundo mucho más medicalizado [esto tiene que ver sobre todo con la vida urbana que constituye hoy en el planeta la mayoría de la humanidad, y sobre ese universo van estas consideraciones],[1] es cada vez más frecuente el nacimiento por cesárea. La excepción conocida del siglo XVIII se ha hecho rutina generalizada, aunque persistan muchas madres “a la vieja usanza”. Y aquí lo más importante es que la cesárea no se ha generalizado por razones médicas o medicinales; al contrario. La cesárea le quita al recién nacido el trabajo de parto, que también le quita a la progenitora; es nacido sin esfuerzo. Sin el esfuerzo inicial de la vida extrauterina; le quita su primer triunfo o victoria, lo convierte en pasajero, pasivo, de un tránsito de la placenta materna a la vida “exterior”.

Falta saber cómo se imprime esa “asistencia” en la vida, esa sustracción al protagonismo en el pasaje inicial del recién nacido. Entendemos trascendente que ese primer paso devenga de activo a pasivo; como si dijéramos, de andar en bicicleta a que nos lleven en bicicleta.

Pero la atención medicalizadora ha progresado muchísimo; hoy reciben los bebés en el plazo de apenas semanas entre 15 y 25 vacunas distintas, todas ellas fruto de investigaciones laboratoriles de las últimas décadas.

¿Se han salvado así muchas vidas? No lo parece. Ha habido momentos en que normas y pautas médicas, han sido decisivas para asegurar la vida de los recién nacidos y de sus madres parturientas, con paralelos riesgos en el momento del parto. Por ejemplo, el lavado de manos de los médicos antes de iniciar un trabajo de parto ha sido  decisivo para bajar las infecciones en el parto. Sin esa costumbre, muy resistida inicialmente por médicos que se sentían tratados como “mugrientos” al reclamársele lavado de manos antes de intervenir en partos, la mortandad en maternidades atendidas por médicos era muy alta (no así en maternidades atendidas por parteras).[2]

El descubrimiento de la vacuna antivariólica (fines siglo 18) también resultó decisivo para achicar la mortalidad provocada por la viruela (la vacuna también ahorraba las terribles cicatrices que le quedaban a quienes enfermaban de viruela y no morían).

La batería de vacunas de los últimos años, en cambio, no parece ahorrar vidas sino más bien atención hospitalaria a infantes enfermos (con una mortalidad inferior al  1º/oo, no vinculable al germen sino a las condiciones nutricionales del afectado), con lo cual las vacunas eluden la confrontación de cuerpos humanos pequeños con agentes patógenos que normalmente no logran dañar pero sí pueden vencer resistencias de cuerpos disminuidos; la vacunación evita el mal rato, cumpliendo así la función que un cuerpo debilitado no puede llevar a cabo. Según la médica Mónica Müller ésa ha sido la función de la generalización de las vacunas.[3]

Tenemos así una medicalización de nuestras sociedades tan extendida y problemática que hoy los propios congresos médicos atestiguan que la tercera causa de muerte humana es iatrogénica: apenas por detrás de trastornos del corazón y sistema circulatorio y cánceres.

Lo acontecido con el Covid 19, por su alcance, las políticas encaradas y sus consecuencias exigen una respuesta. Uruguay tiene un peculiar estado de situación que también exige respuesta: los penúltimos años mantenían una mortalidad anual, bastante regular, de aproximadamente 30 mil fallecidos; 2021 y 2022, en plena pandemia y con el comienzo de las vacunaciones (que no existieron a lo largo de 2020 en el país), la mortalidad ha sobrepasado las 40 mil anuales. Falta explicar tamaño aumento de la mortalidad. Tan brusco.

La interpretación del analista estadounidense Paul Craig Roberts –tipificado por quienes confían ciegamente en las instituciones como ”conspiracionista”–  acerca del daño generado con una implementación más o menos forzada de vacunaciones, es que las vacunas han sido diseñadas como método de “achique poblacional”, lo cual es obviamente inconfesable, y se inspira en el hecho inocultable que somos demasiados. Craig Roberts aclara que no se trata de un veneno común y silvestre adosado a la vacuna, porque eso despertaría una justa indignación en la población y sería además, fácilmente rastreable. Que se trata de una cuidadosa y muy tenue dosificación de tóxicos en la vacuna que en ningún momento puede afectar a más de una muy pequeña minoría. Contando con que un plan sostenido de vacunaciones “demográficas” iría atemperando la plétora poblacional.

Esa hipótesis se acompasa con las muchas investigaciones que han encontrado elementos desasosegantes en las vacunas suministradas. Se acompasa también con la política de secreto que exige el Big Pharma bajo la coartada de cuidar lo patentado y no perder consiguientemente dinero. Ante el proteccionismo comercial está la importancia de explicar circunstancias sanitarias antes infrecuentes ahora con preocupante recurrencia; por ejemplo, las muertes súbitas. Y muchos otros episodios menos trágicos, pero igualmente llamativos; miocarditis y otras afecciones circulatorias y en general, pérdida de esa condición de salud que uno siente sin pensar.

También  se “acompasa” con  el avasallador papel que “los mecenas” han tomado dentro de la OMS.

La OMS es una de las ramas de la red que la ONU desde 1945 ha creado para gobernar el mundo. Asistiéndolo, claro. Hace ya tiempo que hemos aprendido que un poder absoluto es horroroso (la humanidad lo ha experimentado frecuentemente). Consiguientemente, quienes desde 1945 orientan, dirigen la política mundial, no suelen presentarse como dirección, guías, jefatura, faros, padres, líderes sino como asistentes, hermanos, camaradas, servidores.

Cuando EE.UU. decidió retacear su cuota a la OMS por no coincidir en las políticas, surgieron almas bellas, que sin mayor esfuerzo monetario, cedieron a la OMS los millones de dólares que se necesitaban para mantener el edificio sanitario planetario en pie.

Y con el tiempo, esos mecenas han sido claves en la puesta en marcha de diversos planes de acción planetaria.

La presencia y peripecia que nos trajo la pandemia constituye un dato relevante para atender la cuestión que nos hemos planteado; si existe algún proyecto que modifique más o menos radicalmente la naturaleza humana.

Surge así la inevitable asociación entre tanta bondad proclamada y proyectos cada vez más insistentes en mejorar, completar la naturaleza humana. Transcribimos una definición “neutra” sobre lo que ha dado en llamarse transhumanismo; alianza de refuerzo de la naturaleza humana con el desarrollo tecnológico: “El transhumanismo es un movimiento científico y filosófico que propone la utilización convergente de las nuevas tecnologías (nano, bio, info y cogni) para la transformación de la naturaleza humana. Así, la modificación del cuerpo biológico permitiría una existencia más saludable, potenciada en términos cognitivos, perfeccionada en cuanto al dominio de las pasiones, y, finalmente, libre de la amenaza del envejecimiento y la muerte.” [4] Modesta, humildemente expresado.

Hubo una declaración de pandemia –a cargo de la OMS mediante una modificación sustancial de la vieja definición de tal, que se impuso verticalmente pese a la incumbencia  de toda sociedad en sus consecuencias. Ese lapsus democrático es significativo, y da lugar a “malos pensamientos”, como los de Craig Roberts. Se redefinió que no se necesitaba ponderar muertes para declarar una pandemia; la mera difusión de una enfermedad bastaba.  La definición de la enfermedad quedó en manos de la OMS y sus mecenas. La población se fue “enterando” a través de los aparatos mediáticos.

Las vacunas esta vez, perdieron el método de aprobación que siempre habían tenido: medicaciones que alcanzaban un grado de capacidad curativa tras muchos pasos de verificación (una primera etapa con pocos sujetos recibiendo el proyecto de vacuna, una segunda etapa con más tratados, procurando ver su incidencia curativa y también sus defectos indeseados, una tercera etapa ya con suministro masivo a población elegida para  contrastar con grupos testigo con placebos, y finamente una cuarta etapa en que las autoridades médicas decidían su aplicación masiva si en todas las etapas preliminares y previas no se habían observado derivaciones o secuelas indeseadas.

Ante la pandemia Covid19 la OMS puso a disposición de la sociedad una vacuna sin todos los pasos previstos por falta de tiempo para los plazos estipulados y en consecuencia, se adujo, que se procedería a utilizarla, pero con carácter voluntario dada la falta de los márgenes de seguridad requeridos.

Este recurso, puesto en manos de autoridades médicas nacionales tuvo dos implicancias: en primer lugar, devino fácilmente obligatoria porque las autoridades nacionales condicionaron una serie de permisos a que el peticionante estuviera vacunado; para cursar, para viajar, para trabajar. Muchos, viendo así tan cercenadas sus posibilidades, en general optaron por recibir la vacuna, aunque en general maniobrando para recibirla una sola vez. Otros, persuadidos por la campaña, y sobre todo por el miedo, fueron al pinchazo como reaseguro psicológico, gratificante, mostrando la fuerza que tienen los medios masivos de persuasión de masas.

En segundo lugar, las autoridades médicas no asumieron responsabilidad alguna por secuelas que pudieran derivar del suministro de vacuna dado su carácter voluntario; no hay institución responsable, no hay responsabilidad legal… Con esa doble tijera legal, ninguna autoridad sanitaria se ha visto precisada a fundamentar sus conductas.

El estado y sus representantes sanitarios “abrocharon” así con grandes laboratorios, ya conocidos por diversos fraudes médicos –como es el caso de Pfizer–, exonerándolos de toda responsabilidad judicial. No es el único.

Volvamos la cuestión  inicial.

¿Por qué el establishment médico violó sus propios métodos de aprobación de vacunas?

¿Por necesidad ante la pandemia Covid19? Sin embargo, el rechazo fuerte a otras medicaciones de tratamiento directo de los trastornos sobrevenidos con el Covid 19, sugiere una apuesta previa a favor de la vacuna. Una vacuna que, se sabía, no había cumplido todos los requisitos, que siempre se habían supuesto necesarios. Llamativa incongruencia.

Algunos medicamentos como la ivermectina, reiteradamente cuestionada por algunas fuentes médicas, ha sido finalmente aprobada como efectiva contra el Covid 19 (sólo que su legitimación ha sido tan tardía, que uno podría suponer que no pudo emplearse cuando era necesaria por su efectividad y su atoxicidad, para mantener en pie los planes de vacunaciones con vacunas no seguras y bajo sospecha).

Médicos epidemiólogos de enfermedades infecciosas y otros colegas firmaron declaraciones públicas de alcance internacional, como la de Great Barrington, firmada inicialmente por Jay Bhattacharya, Martin Kulldorff, Sunetra Gupta que recibieron la firma de cientos de colegas, o la de Global Covid Summit  que juntó  17 mil firmas, incluyendo médicos e investigadores en medicina (entre ellos, Ryan Cole, Richard Urso, Katarina Lindley, Robert J. Kennedy).

Ambas declaraciones cuestionaron los métodos inconsultos de la OMS, reivindicaron medicamentos probados y aprobados pero desestimados por la OMS, como la  mencionada ivermectina, o el budesonide que fuera expresamente prohibido (y rehabilitado por la OMS un año después, tarde para los miles muertos en ese ínterin).

Ambas declaraciones fueron muy críticas a los encierros y enclaustramientos (como, por ejemplo, prohibir playas o parques o salidas colectivas de niños). Entendieron que había que focalizar la prevención en quienes tenían comorbilidades y por lo mismo descartar toda actividad preventiva para niños (que son los que están más lejos de tener dichas comorbilidades; claro que si las tienen, hay que atenderlos con prioridad). Fueron muy críticas a la política oficial de la OMS, de “apagón generalizado” y su alianza virtual con sus mecenas: “Esta enfermedad confirmó algo que se sabía desde hace tiempo: la inutilidad de la OMS, una entidad que lejos de velar por el bienestar de la población del mundo, vela por los intereses de sus principales financiadores, como por ejemplo el nuevo “gurú de las pandemias”, Bill Gates.” [5]

Si la cuestión de la naturaleza humana se ha entrecruzado peligrosamente con lo sanitario, se trata, empero, de apenas un capítulo, y se aprecia otro en el orden comunicacional, con la cuestión de la inteligencia artificial. La situación en este aspecto de la comunicación humana es que se está haciendo indistinguible si la autoría de un texto, un poema, una tesis, un informe  es humana o artificial. Con ello, la primera víctima, como pasa con la guerra, es la verdad.

¿Qué o quiénes pueden estar interesados en sacrificar de un modo tan radical la verdad, lo verdadero? En los conflictos militares o guerreros, ya lo sabemos; el campo agresor, el bando que quiere adueñarse de lo que está en juego. ¿Y en el campo de la ciencia, de los saberes? Lo mismo. ¿Quienes quieren medrar con esa nueva noción de verdad? Quiénes quieren conseguir mayores poderes: la inteligencia artificial es promovida por quienes consideran que aumentarán sus poderes y/o beneficios con ella. A costa de nociones tan abstractas como “lo verdadero”.

Ha pasado lo mismo que con la implantación de los materiales plásticos: enormes ventajas materiales para los inversores de la petroquímica. Y se supone que también para la sociedad seducida por la plasticidad de tales materiales, precisamente. Que hacen la vida cotidiana, por ejemplo, más cómoda.

¿Pero qué deidad te hizo creer que la comodidad es ‘la medida de todas las cosas’?

La comodidad, como la austeridad y tantas otras sensaciones y experiencias que vivimos los humanos, no son per se garantía de “calidad de vida”. Pero sí de rendimiento lucrativo para el universo empresario que lo promueve. Lo mismo pasa en el mundo de la alimentación. Permanentemente tienen que retirar “del mercado” alimentos que resultan tóxicos. Pero, ¿cómo entraron? Porque eran atractivos. Los azucarados, por ejemplo. La cultura dominante nos induce permanentemente a azucarar nuestras comidas y la historia de los endulzantes ha resultado siniestra. Peores que el mismísimo azúcar: sacarina, ciclamato, aspartame. Lo mismo pasa con los estimulantes o saborizadores. En rigor, minan nuestra salud, pero la propaganda está diseñada para que no reparemos en ello sino en “el placer” que nos brindarían.

Los médicos que hemos mencionado de esas dos declaraciones están muy preocupados, por ejemplo, por la dieta con exceso de jmaf y otros “alimentos” transgénicos  como aceites.

Los materiales plásticos, no necesariamente todos ni todas sus aplicaciones, pero en una proporción que ha resultado atroz, han inundado el planeta con colorantes y micropartículas tóxicas que están alterando todas nuestras vidas, todos  nuestros  cánceres, toda la vida de seres que no han podido ver estas “nuevas realidades·”.

No sólo los pelícanos, las tortugas, y otros animales están visiblemente dañados por no saber trajinar con estos elementos que no han pertenecido nunca antes al mundo natural (y que por su no biodegradabilidad tampoco pueden pertenecer o incorporarse al mundo natural); los humanos estamos también entre sus víctimas.

Una vez más, humanos victimados por humanos.

La contaminación plástica no ha sido medida, cuantificada; no sabemos si está, mejor dicho cuánto está detrás de la proliferación de cánceres (de los más variados tipos). Las grandes redes médicas y sanitarias de nuestra modernidad más reciente, –la del avance gigantesco de la escala empresaria, la de la transnacionalización de los consorcios, en este caso sanitarios (Big Pharma, OMS, etcétera)–  no tienen, no han tenido hasta ahora jamás el interés primordial de evitar la iatrogenia.

La estrategia, la coartada psicológica, siempre ha sido: avancemos, mejorando nuestros saberes y nuestras técnicas y eso nos permitirá también superar los inconvenientes, los problemas, los errores, que lleguemos a cometer, precisamente en nuestros avances.

Contra este tecnooptimismo ha operado el “principio precautorio” que se ha visto dramáticamente corroborado en innumerable cantidad de casos y situaciones en que una intoxicación mínima ha desembocado en trastornos irreversibles incluida la muerte (como pasa con la presencia de bajísima dosis de plomo, Malathion, hexaclorobenceno, PCBs, dioxinas, DDT, toxafeno y tantos otros tóxicos para generar trastornos mayúsculos en organismos afectados). Algo ya totalmente comprobado por la trágica experiencia es que la influencia de un contaminante acrecienta progresivamente su efecto deletéreo en proporción inversa a la edad de quien sufre la contaminación.[6]

El desarrollo tecnológico en sus diversas facetas, y quienes tienen poderes decisorios al respecto, nos plantea nuevas configuraciones existenciales; de hecho una redefinición de naturaleza humana. Uno de sus exponentes es el muy mediático filósofo e historiador Yuval Noah Harari con su narcisismo ideológico, como especie, aspirando a la amortalidad.[7]

Lo que en resumen auspicia Harari es la gestación de un humano, ya no sapiens sapiens sino una conjunción  o combinación de naturaleza y técnica (lo que en Hollywood se transitó alguna vez; Robocop o Blade Runner).

Mutatis mutandis, lo que postulan quienes apuestan por un tecnodesarrollo radical como para “superar” las viejas coordenadas de vida y muerte que conocemos desde antaño (desde siempre), no hacen sino nuevas versiones del sueño del hombre hecho dios.

En pleno romanticismo tuvimos al doctor Frankenstein; Shelley procuró advertirnos de la labilidad del sueño devenido pesadilla. Si juzgamos los resultados de inyecciones de colágeno para rediseñar glúteos, senos siliconados para quienes no quieren agrandarlos dando de mamar, cirugías para lo que se llama cambio de sexo, el saldo de felicidad parece mucho menor que el de padecimientos, aunque semejante balance tenga resultados impares y desparejos y no tiene porqué ser aceptado.

Lo futuro, siempre abierto, nos espera.

notas:

[1]  No hace tanto tiempo, apenas unos años, la mayoría de la especie humana vivía como población dispersa, no urbana; pero el proceso de urbanización es muy intenso y sostenido y tiene a su vez como un refuerzo de sí mismo: el proceso de megalopolización, es decir que tanto los pobladores rurales como los de asentamientos urbanos tienden a reaposentarse en grandes concentraciones urbanas.

[2] Porque médicos atendían partos y cirugías sobre pacientes enfermos indistintamente  y transportaban bacilos, algo que las parteras no solían hacer al ocuparse  únicamente con labores de parto.

[3]  Pandemia, Planeta, Buenos Aires, 2010.

[4] Asla, Mariano. 2020. «Transhumanismo». En Diccionario Interdisciplinar Austral, http://dia.austral.edu.ar/index.php?title=Transhumanismo&action=mpdf.

[5] https://tierrapura.org/2022/05/22/17-000-medicos-lanzan-un-plan-para-romper-con-la-oms-y-crear-un-universo-medico-paralelo/.

[6] Theo Colborn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myer, biólogos estadounidenses, autores de un estudio de campo verificando los efectos contaminantes de los plásticos en la fertilidad animal: Our Stolen Future, [Nuestro futuro robado], 1996.

[7]  Harari procura atender el deseo generalizado a vivir y no morir, que, entiende, el actual desarrollo tecnológico nos permitiría abordar. No para pretender la inmortalidad, puesto que la contingencia de la vida humana no es sólo una cuestión técnico-médica, pero sí la de la duración indefinida en el tiempo de los seres humanos, mediante renovación de órganos y sustitución de partes desgastadas (como ya lo hacemos con dientes, con otros tejidos corporales). Esa prolongación indefinida de la vida humana individual es lo que Harari caracteriza como amortalidad. Siempre basado en el supremo interés egoísta que, según Harari, nos gobierna.

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¿Uruguay periférico y subalterno o/y pequeñito y autónomo?

Publicada el 27/08/2023 - 16/10/2023 por ulises

Filosofía: ¿necesaria o prescindible?

por Luis E. Sabini Fernández

El gobierno de Luis Lacalle Pou está tomando medidas para achicar la presencia de la filosofía en los estudios secundarios y restringir los de astronomía, convertida su asignatura en “opcional”, con lo cual se empalidecen los aportes que puedan brindar a los jóvenes estudiantes para la comprensión del mundo.

Este ataque o desprecio al pensamiento abstracto suele ampararse en la relevancia que se quiere otorgar a materias útiles y concretas, como inglés, tecnología, economía y finanzas. Para que los alumnos “aprovechen su tiempo de estudio”.

Es un debate viejo en la historia uruguaya, y por cierto tiene que haber existido en EE.UU., en Europa, en los países asiáticos.

El “llamado de atención” y cierto desdén ante materias abstractas o ajenas a las necesidades laborales, tuvo una curioso  antecedente en la presidencia del padre del actual presidente. Y uno podría considerar que se trata de las mismas usinas ideológicas que quieren ver a las generaciones jóvenes integrándose “como corresponde” en un mundo cada vez más altamente tecnificado.

Pero no estamos  en medio de consideraciones desinteresadas, como proclaman nuestros políticos.

La crítica a una educación presuntamente intelectualista no tiene empacho en que, por ejemplo, UPM promueva una educación de tipo instrumental para nuestros niños y jóvenes en áreas cercanas a sus plantas, para que sus operarios puedan hacer sus tareas  con pericia, aunque resulten carentes de toda  experiencia de discernimiento, y se diluya consiguientemente todo empeño en generar capacidad crítica.

El tipo de capacitación que el mundo de los consorcios transnacionales demanda es para una mano de obra a su servicio, seguramente al día en desarrollos tecnológicos, pero ajena a toda reflexión (para esa instancia el mundo hipertecnologizado de nuestro presente ya tiene a sus especialistas, como por otra parte toda sociedad de amos ha tenido siempre).

La cuestión planteada con los planes de estudios secundarios es compleja. Porque a su vez, los proyectos humanistas, eruditos e intelectuales que han caracterizado al Uruguay liberal, al de la mayor parte del siglo XX, tampoco han ayudado a generar jóvenes capaces de gestionar su propio futuro y el de la sociedad en que viven, desde adentro, desde abajo. Porque, como sociedad periférica que somos, nuestros desarrollos han sido desde afuera y desde arriba.

Pese a todo, Uruguay tiene una historia relativamente rica con la filosofía, al menos en el concierto sur y centroamericano.

Tal vez hasta su origen –territorio desgajado de un concierto político mayor, que se vio forzado por razones geopolíticas (de los poderosos de entonces y de los vecinos) a ser “independiente” o “libre”– obligándose así a generar ya que no una historia propia, sí un camino propio; tal vez por la carga política de los primeros proyectos independentistas sobre este territorio; el sueño artiguista confederal, tal vez por nuevas contribuciones que sin concierto pero con  feracidad cayeron en nuestra tierra, y la abonaron, como por ejemplo, las emigraciones o mejor dicho los refugios políticos de los comuneros de París de 1848 y poco después, los de los comuneros parisinos de 1871,[1] aporte que configuró el Uruguay y particularmente el Montevideo del s XIX; ”la Nueva Troya”, y que se tradujo culturalmente en el peculiar fenómeno que a lo largo de todo el siglo XIX fueron más las ediciones uruguayas en francés que en castellano.

Con ese bagaje cultural, totalmente europeísta aunque no en la matriz ibérica que caracterizara a tantos estados nuevos de las Américas al sur del Río Bravo, entra el Uruguay al siglo XX y casi enseguida José Batlle y Ordóñez, hijo del presidente Lorenzo Batlle, iniciará una peculiar modernización en el pequeño país que tendrá como  consigna una democratización unitaria, que denominará institucional.

El fundador de una de las dinastías políticas del Uruguay, por un motivo circunstancial, azaroso, logrará encauzar al país en una senda única. Algo que dado el origen del Uruguay, había resultado arduo. El país estuvo dividido, bicéfalo, buena parte del s XIX -blancos y colorados, el gobierno de la Defensa y la Aduana de Oribe, aporteñados y abrasilerados, doctores vs. caudillos-,  y la sorpresiva muerte de Aparicio Saravia, el jefe armado del ejército miliciano del Partido Nacional, acabará con la “Revolución de 1904”.

 

Con JByO se inicia así un proceso de democratización, de laicización enfrentado a la Iglesia Católica, se consigue el divorcio por la sola voluntad de la mujer, quedan abolidos los malos tratos a los presos, la aceptación de las demandas sindicales, se suprime la pena de muerte, la tauromaquia, la riña de gallos y muchas medidas por el estilo, todo ello (o casi todo) en la primera década del s XX.

La derecha clásica -la del latifundio, el crucifijo y los  negocios entre caballeros-  estaba que reventaba de odio. Contra ese comunismo que creía ver en el batllismo.

En  ese aspecto, empero, el batllismo perseveró. Sosteniendo un laicismo que permitió fortalecer, desarrollar la educación pública. Y  tuvo contradictores, como José Enrique Rodó, que también aportaron al potencial intelectual y filosófico del Uruguay.

En ese ámbito, el aporte de Carlos Vaz Ferreira será decisivo. Y con él, un florecimiento de la filosofía. Y con José Figari, otra cabeza pedagógica (aunque termine famoso por sus pinturas), postulando un ensanche de la educación hacia los jóvenes. Aun con limitaciones clasistas, el Uruguay abrió con su política cultural y educativa una acción, un devenir intelectual, social y político para las nuevas generaciones,[2] para nada reducido a los núcleos oligárquicos. Es el Uruguay del semanario Marcha (1938-1974) y contemporáneamente  de la “generación crítica”. Muchos otros docentes e intelectuales fueron expresando este Uruguay con enjundia filosófica; Carlos Real de Azúa, Roberto Ares Pons, Carlos Quijano y tantos, tantos otros. El Uruguay de mediados del s XX fue generando un movimiento formidablemente crítico enraizado en el desarrollo de ideas de nuestros filósofos, docentes e intelectuales, la filosofía actuante y práctica que fue forjando en el país. Y así, la FEUU fue uno de esos semilleros. Uruguay forjó una representatividad, una vigencia intelectual continental, llamativa para las dimensiones del paisito.

El perfeccionismo de JByO lo llevó a procurar instaurar un régimen colegiado de gobierno de inspiración suiza (los suizos tuvieron enorme protagonismo en el Uruguay de esa época y posterior, pero no en el gobierno sino en la mejora de la industria lechera  y láctea). Pero la primera puesta en práctica de “colegialismo”  fue limitada y la segunda,  coincidió con el comienzo de una crisis que carcomerá a todo el país en la segunda mitad del s XX. La pretensión de eliminar liderazgos caudillistas con gobiernos colegiados no sólo no plasmó políticamente sino que tampoco atemperó liderazgos.

Este divorcio entre la doctrina y la realidad también se expresó en la relaciones de poder entre estados: los batllistas llegaron a declararse anticolonialistas. Y bajo esa consigna, sobre todo al fin de la 2GM, expropiaron muchas empresas y servicios que “los ingleses” habían desplegado en el país. Sólo que coincidiendo con la apertura del país a otra inversión, la norteamericana.

Cambiamos trenes por autos y camiones.

Incluso con un minus: trenes ahora propios otra vez (como las primeras líneas, de 1865) por autos y camiones ajenos. Made in USA.

Pero ese cambio de metrópolis no se inició en 1945, con el establecimiento de EE.UU. como potencia primera del mundo. El batllismo había iniciado su amorío con el american way of life bastante antes.

Con el presidente batllista Baltasar Brum, para quien la Doctrina Monroe, discutida cuando su primer centenario, en 1923, no era una expresión imperial de EE.UU. sino el camino para sacarse de encima toda pretensión colonial europea.

Lo que equivale a decir que probablemente el principal continuador de Pepe Batlle, con un final trágico que lo honra [3] tenía la más absoluta miopía ante un colonialismo, un imperialismo que apenas mutó algunos de sus rasgos, con lo cual fue fácilmente aceptado, y adoptado  por la novel dirigencia política batllista.

Alberto Guani, canciller batllista, será el único representante de la América lusohispana, que apoyará la Declaración Balfour del gobierno británico, 1917, prometiendo Palestina a referentes del gran capital judío transnacional.  Con total desaprensión ante la población existente en Palestina desde siglos atrás (¿o milenios?).

No es extraño. Era “lo natural” que europeos ocuparan el territorio que consideraran apropiado para sí. Lo hicieron en todos los continentes; lo hicieron en el actual Uruguay, poblado antes de la llegada de españoles y portugueses por charrúas, arachanes, guenoas, minuanes, bohanes, de quienes apenas se conservan idea, recuerdos y testimonios, como los túmulos funerarios denominados “cerritos” (aunque entendámonos: hay sangre de esos originarios en nuestro país, sobre todo, pero no exclusivamente, de los infantes y mujeres repartidos tras Salsipuedes, 1831).

Pero junto con el giro a la franca derecha que el batllismo fue operando en nuestro país, siempre bajo la bandera progresista de la resistencia al colonialismo europeo y la apuesta por la modernización tecnológica (muy identificada, aunque no exclusivamente, con EE.UU,), el país siguió  caracterizándose por una crítica política y filosófica inquieta, cuestionadora. Entre otros rasgos, se hizo vigoroso en política internacional, el tercerismo: ni con EE.UU. ni con la URSS.

En 1959, tenemos dos fenómenos nuevos; uno no tan nuevo: la crisis económica, que se había postergado para el país con la Guerra de Corea (1950-1953) gracias a las exportaciones –carne  y lana– se vuelve a presentar, cada vez más imperiosa, desde la segunda mitad de la década del ’50; y dos, hace irrupción en el panorama latinoamericano la Revolución Cubana (1959). Que se lleva consigo a buena parte de “la generación crítica.”

Hagamos una última referencia al vigor filosófico en nuestro país. Hacia 1973, caído el país en feroz crisis,  se mantenía una maltrecha Facultad de Humanidades y Letras, promovida en 1945 por Carlos Vaz Ferreira, y en su Licenciatura de Filosofía, junto a departamentos como el de Filosofía Teórica, Epistemología, Estética, dos de Historia de la Filosofía y otro de Filosofía de la Historia, estaba el de Filosofía de la Práctica cuyo titular era Mario Sambarino. Con el golpe de estado de junio 1973, la Universidad será clausurada durante unos dos años que serán de depuración ideológica.  En sus clases de seminario, ya sobre el filo de lo que iba a ser el cierre de la Universidad, Sambarino explicaba: el régimen instaurado proclama su lucha contra tupamaros, guerrilleros, la violencia, el marxismo, el socialismo. Esta cátedra no es ni guerrillera ni frenteamplista ni marxista ni violenta. Si se atienen a lo que proclaman, nuestra labor tendría que seguir en pie. Si a nosotros nos barren sin que estemos en los listados y agrupaciones en los cuales otros colegas están, eso revelará el verdadero carácter liberticida, archirreaccionario del proyecto de la dictadura.

El Instituto de Filosofía de la Práctica, como todos los demás, fue cerrado durante esos dos años. Casi todo su personal, director incluido, exonerado. Mario Sambarino, autor del ensayo extraordinario Algunas consideraciones sobre la estructura aporético-dialéctica de la eticidad (1970), tuvo que morir en el exilio.//

notas:

[1]  La Comuna de París de 1871 configuró el primer conato de lucha por el socialismo. Y fue muy relevante, no sólo por el tendal de muertos, que se estima en varias decenas de miles de obreros, sitiados  y reprimidos con ferocidad, sino por resultar el primer enfrentamiento entre lo que se denominó lucha entre capitalismo y socialismo. Cuando en febrero de 1918 Lenin  y los suyos calculan que el golpe de estado que han dado y llaman revolución ya ha sobrepasado los dos meses largos y se mantiene en pie, que fue el tiempo “de vida” de la Comuna de París antes de caer derrotada, lo festejan como “triunfo” y se cuenta que hasta el austero Lenin zapateó loco de contento. La Comuna de París era denominada “el primer asalto al cielo” de tiempos modernos, lo que nos permite calibrar el rasgo religioso del socialismo, tan a menudo pretendidamente científico.

[2] Apenas una anécdota de mediados del s. XX: el profesor de filosofía  Ismael San Miguel, proverbial examinador, insistía durante todo el curso en la importancia de pensar con cabeza, y sobre todo, propia. En la mesa de examen le pregunta a un estudiante:

“-¿Qué es eso? y le señala una mosca. El estudiante le contesta: una mosca. Y el profesor, como insatisfecho por la sequedad de la respuesta replica: -es vida; es un componente de nuestro universo… y se extiende en otras consideraciones biológicas, poéticas…. Suponemos que el examinado saldrá aprobado aunque no con un cum laude. Pasa a la mesa de examen el estudiante siguiente, el que estaba preparándose en un pequeño pupitre mirando y escuchando al estudiante que lo precedía. Esa rotación la conocía tanto los estudiantes como el docente. El docente la pregunta al nuevo examinando: ¿Qué es eso? El estudiante sabe el espích: -Es vida, un componente de nuestro univers… El profe –todos sabíamos que no toleraba la imitación– lo interrumpe y le aclara: -Es una mosca. Reprobado. Se castigaba el copiar o copiarse  en escritos… él también en orales.

[3]  Ante el golpe de estado de José L. Terra, en 1933, Baltasar Brum llama a la resistencia, revólver en mano, y ante la inacción o indiferencia social ante semejante atentado al orden constitucional, tras horas de infructuosa espera, se pega un tiro en la sien.

Publicado en Conocimiento, Sociedad e ideología, Uruguay

acercándonos a una catástrofe sin precedentes

Publicada el 10/08/2023 - 16/10/2023 por ulises

Por Luis E. Sabini Fernández

LAS MEGALÓPOLIS SE PRESENTAN COMO CULMEN DE NUESTRA CIVILIZACIÓN Y A LA VEZ COMO UNA DE LAS “MÁQUINAS INFERNALES” CON  CONTAMINACIÓN MASIVA Y GENERALIZADA.

Nos encontramos como humanidad, como planeta, cada vez más ante una serie de fenómenos nuevos, a la vez ominosos.

Cada vez son más los spots, los anuncios, los podcasts, los envíos, los pequeños clips, minivideos, que lo anuncian. Y ciertamente, todo el concierto ambiental onusiano también.

Lo que se observaba hace veinte o treinta años en Europa y en otras zonas industrializadas del planeta; incendios forestales, por ejemplo, cada vez más frecuentes y devastadores, o deslizamientos de tierra, temporales grado 5 a 250 km. por hora, o rotura de diques de cola, cualquiera de dichos fenómenos arrasando poblaciones, cultivos, están sufriendo una intensificación sin precedentes.

Siempre queda, empero, una duda. Como cada vez estamos más presentizados por vía de intercomunicaciones permanentes, cuesta mucho discriminar cuanto es aumento real de acontecimientos climáticos catastróficos y cuanto es el acceso a conocerlos lo que nos induce a considerar que han aumentado (catastróficamente).

Porque siempre hubo, por ejemplo, temperaturas insoportables. En el Sahara; a principios del s xx se había registrado 78 grados centígrados en Tripolitania (texto para escolares en Uruguay El mundo tal cual es) en tanto que en algunos lagos finlandeses se alcanzaban en invierno los 60 grados bajo cero, y la respiración debía hacerse muy contenidamente; permitir la entrada de mucho aire helado podía quebrar bronquiolos.

Los desajustes entre percepción y realidad son muy significativos. Porque si entendemos que se trata de una cuestión de percepción, no existe nada que pueda considerarse “calentamiento global” –y existe toda una pléyade o sarta [elija el lector] de negadores de semejante fenómeno– y si se trata de la realidad, estamos entonces ante una problemática de un alcance inigualado, de una gravedad sin precedentes. Ante lo cual el estallido del volcán Krakatoa (en 1883, alterando con sus olas el océano Índico y registrado sísmicamente en el mundo entero), las bombas atómicas que EE.UU. descargó en 1945 contra Japón acabando con la vida, asesinando a centenares de miles de humanos, las mismas “Guerras mundiales” (1914-1918 y 1939-1945, que en rigor es solo una, aunque con un significativo cambio de “personajes”), podrían resultar “pequeños acontecimientos”.

Las advertencias menudean. Y la percepción del auditorio planetario, sentado antes las pantallas cinematográficas, televisivas, de computadoras, de celulares– es machacada permanentemente.

No sabemos cuanto hay de verdad en cada una, pero sí que un tercer factor: el desarrollo tecnológico cada vez más extendido y sobre todo profundizado en las sociedades humanas está modificando cada vez más nuestro hábitat. ¿Seriamente o gravemente?. El consiguiente uso de energías y materias primas, siempre creciente sobre un fondo material, planetario, limitado, siempre el mismo, puede estar dando lugar a las complicaciones ambientales que se atribuye a los cambios climáticos. Recordemos la ácida comprobación del economista Frederick Soddy, que en los ’20 llegó a darse cuenta

–inigualada perspicacia– que los humanos (algunos) estaban usando en décadas o siglos lo que al planeta le había costado millones de años forjar (minerales, petróleo, gas).

El desequilibrio entre los despliegues tecnológicas y el fondo material en que vivimos; nuestro planeta, se va haciendo cada vez más patente; un vértice sobre el que se apoya la pirámide del edificio humano.

Muy diversos lugares registran trastornos sin precedentes: incendios en California, desprendimientos de hielos antárticos y árticos, inundaciones en Europa y Asia, sequías en África y América del Sur.

Frente a este estado de situación, suenan alarmas. Y precisamente en ese acto, cada vez más frecuente y plural, que es a su vez preocupante por el escamoteo permanente, podemos apreciar lo lejos que estamos de atender y entender la ecuación a la que estamos tratando de apuntar.

Tomemos un ejemplo que ha ingresado masivamente en nuestras pantallas y pantallitas: Hope. Uno videíto de tantos. De origen hispano que procura “concienciar”. [1]

Hope pasa revista a varios trastornos de tipo climático; un tornado que deshace una pequeña ciudad canadiense, mientras pesaba en el lugar una ola de calor de 50 grados, que arroja cientos de muertos en junio 2023; servicios eléctricos interrumpidos porque se han fundido los envoltorios plásticos de los cables; miles de millones de almejas y otros bivalvos literalmente cocinados con el calor en las costas; en California se ha quintuplicado la cantidad de incendios respecto del año pasado en estas mismas fechas, recordando que aquéllos habían sido ya mayúsculos entonces, y que la sequía había obligado a vender ganado imposible ya de cuidar. Ahora, los dueños de plantaciones están erradicando la mitad a ver si ante la escasez de agua se puede preservar siquiera la otra mitad (la tarea de arrancar árboles, a menudo frutales, resulta una pesadilla).

Junto con la sequía extraordinaria en  California, hay inundaciones en Detroit.

Otra sequía pavorosa en la isla de Madagascar arrasando un área africana toda ella ya muy golpeada y desde hace muchos siglos por el extractivismo feroz y permanente de la rica, moderna y civilizatoria Europa.

En Miami, la salinidad del agua ha corroído cimientos de edificios costeros que caen como castillos de naipes (suponemos –por las imágenes presentadas– que no son de temporada turística y están consiguientemente vacíos); monumentos del derroche american.

Luego de la atroz descripción de calamidades el video informa que todo esto apenas acaece con un grado centígrado de aumento de la temperatura global, pero que se teme lleguemos, con las políticas económicas vigentes, sin esfuerzo, a 3 grados.

¿Explicita en algún momento de qué se trata? Ni por asomo.

¿Plantea una vía de superación o salida? Para nada.

El video nos recuerda que “nos acercamos al punto de no retorno”. Pero entonces sobreviene la buena noticia (esperadísíma, claro, luego de la ristra de males): ¡oh maravilla!, que “estamos a tiempo” para revertir este proceso.

“Tenemos que reducir a cero las emisiones de efecto invernadero tan pronto como humanamente sea posible” [una frase vacía]  y a la vez avisa que habría que “restaurar a gran escala los ecosistemas que equilibran el sistema climático global.” Chocolate por la noticia.

Ni una palabra acerca de cómo. Con lo cual todo el repertorio de calamidades resulta un golpe de efecto, una amenaza artificiosa.

Porque Hope se cuida muy bien de indicar alguna medida concreta, alguna política a optar.

Exige “acción climática de emergencia para llegar a tiempo”.

Hope (modalidad dominante en todos estos mensajes de “advertencia” y descripciones catastróficas) ofrece datos escalofriantes, augura desastres todavía peores, y a la vez avisa –mensaje  esperanzador luego del sacudón– que estamos todavía a tiempo para conjurarlo. ¿La clave? Nos dicen: “reducir a cero las emisiones de efecto invernadero”. ¿Todo explicado entonces? No. Solo frases.

La humanidad, sin embargo,  viene encontrando que no hay cómo reducir casi nada “tan pronto como sea humanamente posible.”

Pensemos en nuestro modo de vida cotidiano.

Quien tira en una bolsa al efecto las cáscaras de la fruta, junto con la vajilla de use y tire, una camiseta raída, las cajas y estuches descartados tras un único uso, considera que actúa correctamente, incluso con orgullo ciudadano. Tal es el lavado de cerebro que tenemos.

Y quien recoge, a veces más mal que bien, con una bolsita de plástico la mierda de su perro o perrhijo que el can había depositado en tierra al lado de un árbol, y lleva luego esa bolsa malolienta a un recipiente de desperdicios (donde hay restos de pizza, vasos de helados, volantes de propaganda) cree a su vez que actúa con “responsabilidad cívica o ambiental”, exonerado de culpa y cargo tras haber claveteado un clavo más en el féretro planetario que estamos construyendo; y así el que contamina de  buena o mala gana con su auto cada día o con viajes de avión que puede repetir todas las veces que considere necesario…

Lo que habría que hacer es un diagnóstico más preciso, con todas las dificultades que encierra semejante tarea porque lo que vemos es que los sistemas y subsistemas planetarios están crecientemente alterados por la acción humana.

SUMIDEROS DE DESCARTE

El volcado ininterrumpido, anual, mensual, cotidiano de miles, millones de toneladas de detritus, a menudo contaminantes en áreas muy afectadas; los mares  y los vaciaderos en tierra a cielo abierto.[2] Se hace desde las costas, tierra adentro y desde los barcos.

La contaminación es al planeta lo que el cáncer a cualquier cuerpo. Un “crecimiento” inorgánico, una malformación fuera de control.  En algunas de sus formas suprime trabajo humano. Pero a un costo ambiental altísimo. Y a un costo social inaceptable, “permitiendo” o promoviendo epsilones (los de siempre o novedosos) que hagan las tareas sucias de toda la sociedad. Pero la cuestión es tan grave y generalizada que resulta  a la larga inviable, eso de limpiar con mano ajena.

Porque se trata de algo que nos atañe a todos.

Nuestro planeta es realmente inmenso. Nuestros viajes, nuestras comunicaciones, lo han puesto mucho más al alcance de nosotros, los humanos. Pero ha sido nuestra generación de contaminación,  la que lo ha achicado.

Porque la contaminación, como en otro tiempo dios, está en todas partes.

Tomemos nuestros viajes y desplazamientos. Nunca la humanidad ha tenido tantos viajes de recreo.

¿Qué desplazamientos? Hay quienes tienen miles de millas viajadas [3]

Ésa es otra de las bombas de tiempo que hemos emplazado entre nuestro esqueleto y nuestra sombra.

Detengámonos un momento en la distinción entre viajero y turista: siempre hubo viajeros y algunos han dejado sus testimonios imperecederos. El viajero abre un viaje, que puede tener retorno. Que incluso suele tenerlo. Pero ese viaje está abierto, en el espacio y en el tiempo: eruditos y filósofos medievales solían viajar hasta una de las principales bibliotecas de lo que llamamos antigüedad, en Timbuctú, en el actual Malí. Como se trataba de leer por lo menos, esos viajes, de por sí trabajosos, solían llevar un año como mínimo. El turista, lo dice la etimología, da una vuelta. Va pero con el retorno asegurado. Es un viaje cerrado. Al partir, ya sabe en qué hoteles se  hospedará, a qué hora saldrá de tal ciudad, para llegar con exactitud “calmante” a cada sitio previsto y cronometrado. Es otra idea de viaje. Cerrado. Predeterminado. Pérdida total de libertad. Pero atosigamiento de consumo en forma de fotos, imágenes, videos.

Habría que examinar si hemos ganado o perdido con la sustitución, bastante generalizada, de viajeros por turistas.

Pero tanto los desechos como los viajes contaminantes son apenas “grajeas” en el devenir planetario en que nos encontramos, como especie ensanchando la acción humana ¿muy por encima de qué? Ya conocemos la objeción: no tenemos marcos; nuestra marcha es infinita, como la vida.

Así y todo, vale la pena reparar en datos duros: la contaminación atmosférica, el aire en suma, ya no es el que conoció el planeta y la humanidad en el pasado: la radiactividad, por ejemplo, está cada vez más generalizada, la selva química está totalmente fuera de control,[4] alterando nuestro planeta de un modo cada vez más radical e imprevisible.

La inteligencia artificial, por su parte –otro paso de siete leguas en los desarrollos tecnológicos, –como la reproducción 3D– nos pone frente a una nueva problemática, ahora epistemológica, sobre los alcances de lo verdadero.

En rigor, siempre habíamos vivido en un mundo de escasez. Ésa es nuestra condición finita. La idea de omnipotencia, de amortalidad (definición de un filósofo del No Limits; Yuval Harari) ha empezado a inficionarse en nuestro mundo, y considero que es una confusión provocada por nuestra hybris tecnológica. O tal vez, apenas un paso más en la american way of life; el modelo de la cultura dominante, por doquier.

¿Vamos a seguir gastando el planeta como si fuera infinito? Nos parece ver en eso un significativa miopía abstracta; no ver los datos, sencillamente.

La modernidad hipertecnologizada nos ha impuesto la modalidad de No limits. Un rasgo cultural dominante en nuestra sociedad actual, fundamentalmente la de los países centrales, de las capas medias modernas y aggiornadas. La cuestión es dilucidar si tal presupuesto es fruto de la realidad (para todos  igual) o de cierto ombliguismo de la cultura dominante.

Tengo la impresión que la red cultural de nuestra modernidad es como una suerte de borrachera tecnológica, que nos impele, por ejemplo, a nuevos artilugios en los más variado ámbitos; la carrera del consumismo.

Llegar a entender que vivir bien, como viven los multibillonarios, es nocivo, ¿nos puede llevar a un ascetismo de tipo calvinista? Eso haría a la enmienda peor que el soneto.

Habrá que tenerlo en cuenta. Porque el calvinismo e ideologías de ese tenor han sido el fundamento para crear un confort aplastante para seres “elegidos” por encima de sus congéneres.

Y una pregunta, que anotamos como provisoriamente final: ¿cuál es la relación del mundo hiperdesarrollado de matriz occidental con China?

“Lo que sucedió en China durante muchos años es que invirtieron mucho y de manera inteligente en la capacidad de procesamiento para convertir ‘tierras raras’ desde la mina hasta el imán”, explica Allan Walton, profesor de metalurgia en la Universidad de Birmingham. [5]

Y Andrew Anglin, autor de la nota, recién citada, estima que “China abastece el 87% de las tierras raras [6] del mundo entero.

Que a su vez generarán nuevos problemas ambientales, probablemente agravados:

“Todo este proyecto verde es tan destructivo que incluso países del tercer mundo dicen «no podemos tener esta mierda en nuestro país, es demasiado venenosa».[7] (ibíd.)

Pero estamos lejos de agotar lo que tenemos en perspectiva: no hemos dicho ni una palabra de lo militar. Que nunca ha perdido protagonismo en la sociedad y que, con cierto aumento de las tensiones, de las escaseces, de los avances en conocimiento y conciencia, deviene un factor que puede ser primordial.

Baste recordar que el concepto de overkill se refiere a la “capacidad” que los arsenales de los países más pesantes –sobre todo los de armamento nuclear– tienen, para aniquilar a toda la humanidad. ¿Diez, cien o mil veces? Pero todos están contestes en que los armamentos ya existentes podrían eliminar TODA la vida humana… varias veces.

Nos consta que la vida vale más.

notas:

[1]  Suponemos que para ampliar su alcance empieza titulando el mensaje en inglés. La imposición del inglés como lingua franca se hace, como dicen los gallegos «a la chita callando”; conocen, conocemos,  la eficacia de tal método. Tenemos, por ejemplo,  a los veintitantos estados de la Unión Europea, ahora sin miembro anglófono alguno, que se intercomunican en inglés. Se sobreentiende que los europeos, la vanguardia cultural, tecnológica, idiomática, del mundo –así son percibidos por algunas tradiciones culturales y se perciben a sí mismos– no va a andar usando otra lengua.
[2]  La mitad de los desechos domiciliarios son restos alimentarios (que ya no son alimenticios). En una ciudad como el GBA son entre 8 000 y 15 000 toneladas diarias. Leyó bien. En  una como Montevideo, varios centenares de toneladas. Eso es lo que suele aglomerarse en montañas de restos (que en general son mucho más tóxicos, porque con los residuos alimentarios van los restos de plásticos, papeles, ropas, adminículos metálicos, cartones,  estuches, vidrios, medicamentos.

Una separación rescatando para compostar solo los restos alimentarios de origen vegetal, generaría un humus inmenso, fértil, que permitiría ganar tierra y consiguientemente afianzar cultivos. Era la tarea normal y cotidiana de casi todos nuestros abuelos viviendo no sólo “en el campo” sino en poblados pequeños.

[3]  Tendríamos que decir kilómetros –un acuerdo sobre medidas del siglo XVIII que se generalizó en Occidente– pero el mundo rico de habla inglesa y sus empresas, para hablar de profusión de viajes  lo hace en millas.

[4]  En las decenas de miles de productos químicos diseñados por humanos, apenas un bajo porcentaje, alrededor de un 10%, tiene lo que podría llamarse una ficha técnica, identitaria, acerca de sus cualidades. Todo el resto tiene apenas el reconocimiento de una función o el puñado de características por las cuales ha sido diseñado. Si ese producto tiene otros rasgos tóxicos o contraproducentes en algún sentido… se descubrirá en su aplicación. Que podría ser, así, catastrófica. Es lo que ha pasado con la talidomida o el Vioxx, con los clorofluorocarbonados, el teflón, el DDT y un largo etcétera.

[5] https://www.unz.com/aanglin/china-has-total-ability-to-thwart-the-idiotic-green-agenda-that-western-anti-china-lunatic-are-pushing.

[6] Se trata de materiales en general descubiertos recientemente, y devenidos básicos en celulares, turbinas de molinos de viento, lámparas fluorescentes que ahorran energía, vehículos híbridos, fibras ópticas…

[7] Ibíd. Aclaro que esta referencia al escepticismo del Tercer Mundo a implantar en sus territorios proyectos altamente contaminantes no se aplica al menos en dos países que conozco: Argentina y Uruguay. Cuyos dirigentes, diferentes entre sí, confían en las inversiones, promesas y apropiaciones del capital transnacional. En el despojo, en suma. Uruguay hace hoy un ejercicio práctico de esa entrega que deviene fácilmente en despojo: nuestro país carece, mejor dicho perdió el agua potable de toda la zona central del país, la capital incluida, por afanarse en hacer (pésimos) negocios con transnacionales que se adueñan del agua. Esas transnacionales siguen contando con agua potable o potabilizable en sus usinas, a diferencia de los habitantes comunes, que reciben un agua de pésima calidad sanitaria (no recomendada para hipertensos ni cardíacos ni con afecciones urinarias, que tampoco sirve para cocinar.

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