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Categoría: Ciencia

Covid 19. Raíz de la regimentación sanitaria

Posted on 12/08/2021 - 23/05/2022 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Me voy a permitir citar un párrafo inicial que entiendo que se ajusta como el guante a la mano con la coyuntura presente (igual, nadie recordará haber leído ese párrafo al inicio de otra nota mía):

“Carlos Vaz Ferreira, nuestro filósofo de la primera mitad del siglo XX, calificó de «colonialismo mental» una actitud tan difundida en nuestra sociedad, de ver con ojos deslumbrados lo que proviene del centro planetario. Particularmente todos los «adelantos tecnológicos» reciben una aceptación incondicionada, que sin embargo a veces ni reciben en el mismísimo origen.”

Vayamos a la reciente resolución del gobierno que, preparando la reapertura de fronteras para incentivar el disminuido turismo proclamó: “[…] que aquellos propietarios extranjeros que estén vacunados puedan ingresar”.[1]

En el mismo  momento que países que han sido tan o más maltratados aún por las estadísticas de muertos en contagiados por el Covid 19 que Uruguay –EE.UU., Alemania– han remarcado que no la emprenderán con la obligatoriedad de la vacuna por la razón de artillero; porque son vacunas o mejor dicho inoculaciones  experimentales, que no han cumplido todos los requisitos para constituir obligatoriedad; en el mismo momento en que ni la misma OMS, eje fundamental de esta secuencia que se apresuró a definir como “pandemia” al Covid 19, quebrando usos anteriores de semejante concepto, se ha animado a declarar obligatoria la llamada vacunación (resolución del 7 dic. 2020).

Pero además, hay datos de la realidad que aconsejan cierta mesura en la administración de estas inoculaciones. No hay antecedentes de tantas reacciones adversas, incluida la muerte, con ninguna de las vacunas precedentes. Lo dijo el epidemiólogo (que por cierto no es antivacunas) Eric Caumes: «Nunca he visto una tasa tan alta de efectos adversos en una vacuna […] hay más [de tales efectos]  en gente joven que en personas mayores.»

Se trata de miles de casos adversos en millones de inoculaciones y aritméticamente se podría decir ‘son un porcentaje decimal no significativo, pero hay que saber que con las reacciones adversas en el curso de vacunas con los 4 niveles de experimentación aprobados, que se solían exigir, se registraban decenas de casos adversos por millón, no miles, como ahora.

Así que en este caso, la pretensión de obligatoriedad para las inoculaciones contra el Covid 19 carece del marco legal que siempre necesitaron las vacunaciones, y del sentido común que aconseja actuar precautoriamente. Sobre todo, cuando se sabe que existen diversas medicaciones para afrontar la patogenicidad del Covid 19 (aspirinas, ivermectina, antiinflamatorios como cortisona, dióxido de cloro, y varios otros medicamentos que desconozco).

La pregunta que surge ante la pretensión del gobierno uruguayo (que no es el único con estos afanes obligacionistas) es de dónde proviene ese presunto celo.

Entendemos que responde a una campaña de miedo.

Y que, eso sí, ha tenido éxito. Un éxito obsceno, pero bien real, confirmando, una vez más, cómo se mueve la población, mejor dicho cómo puede ser movida.

Veamos, si podemos seguir “el hilo de Ariadna” y arribar a alguna referencia o conclusión que nos resulte valiosa.

Algunos hitos:

• El papel de la OMS. Ha sido decisivo. Convertida en una red financiada por contribuciones de particulares, que cambió su naturaleza, de organización internacional sostenida burocráticamente por aportes de estados nacionales, a estructura de poder privatizado, de tipo mecenazgo, más acorde a estructuras conocidas en el Medioevo, por ejemplo.

• El del Big Pharma, estrechamente ligado por redes interempresarias con la OMS y por personajes como Bill Gates, elevado a la categoría de gurú sanador convertido en jugador primordial de la sociedad humana.

• Los medios de incomunicación de masas (que uno nunca sabe si funcionan solamente como polea de transmisión de las consignas del poder o incluso pretenden funcionar como usinas ideológicas), que revelaron su enorme, aplastante poder, cuando establecieron sus oficinas de chequeado mediante la cual controlar los flujos informativos y desechar todo planteo que les resultara “inconveniente” al mejor estilo de cualquier esquema totalitario de viejo cuño.

• Finalmente, los gobiernos nacionales, con mucha dependencia ideológica ante la filosofía del progreso y escasa tonicidad política para comportarse con independencia, pese a las consabidas declaraciones gubernamentales de soberanía, se revelaron magníficas correas de transmisión para lo política establecida en las sociedades mediante una heteronomía radical y más radical, justamente, por escamoteada: no existe el gobierno nacional que diga: “seguimos directivas que nos han lleg…”

Con este cuadro de situación, hemos llegado a que sólo “se habla” de vacunas y vacunaciones. Así nos “bombardean” por igual periodistas de “izquierda” y de “derecha”, encarnando aquel ácido aforismo de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.

Procuremos seguir buscando el hilo conductor de la situación actual, que podríamos denominar “Cama redonda de vacunas”.

Tratemos de rastrear el proceso históricamente.

1) Al inicio de lo que pronto se llamó pandemia de Covid 19, el Big Pharma y sus respectivos voceros locales, los gobiernos nacionales de casi todas partes, empezaron a “tranquilizarnos”, primero con promesas de vacunas y luego con vacunas, dos tomas (en casi todos los modelos de inoculación): una dosis, aligeraba la enfermedad que se contrajera; dos, eran la certeza absoluta de estar “salvado” .

2) Con los meses, empero, el cuadro de suministros se fue desdibujando, con cantidad de situaciones en que no se podía llegar a la segunda inoculacion. Y a la vez, la información sobre infectados y muertos en relación con la vacunación también se fue problematizando.

3) Algunos estados nacionales empezaron una arrebatiña de vacunas. La escasez de arribos hacía difícil cumplir los plazos establecidos. Y aparentemente el intento de mantener dosis consideradas adecuadas en cada tipo de inoculación exigía una coordinación que aparentemente el mercado mundializado no podía enfrentar (plazos, destinatarios…).

4) Pero el mundo empresario, ayudado por autoridades “sanitarias” como la OMS, encontró la solución: empezar a inocular la que estuviera a mano. Poco importa si es ARN mensajero, virus atenuado, ADN modificado… nuestros pastores sanitarios nos aseguran que todas se fortalecen entre sí con las combinaciones.

¿Y el cuerpo que las recibe, qué tal? Si ya habíamos verificado que las reacciones a las inoculaciones contra Covid 19 han  generado muchísimos más casos problemáticos que cualquier vacuna anterior procesada con las cuatro etapas de rigor, ¿qué podemos esperar de esta ensalada que ya no es sólo rusa?

Veamos lo que está pasando en La Plata, capital provincial argentina: “En el mes de julio [… 2021] registró alrededor de 140 fallecidos. El 71 % de ellos había recibido una dosis de la vacuna contra el COVID-19. Otro 19 %, había logrado acceder al calendario completo.” [2]

“El optimismo es más fuerte”. Véase lo que declarara la misma fuente, pocos días antes: “[…] las vacunas probaron ser altamente efectivas. El porcentaje de fallecidos en relación al de vacunados se mantiene por debajo del 40 % para aquellos con una dosis y del 16 % entre aquellos con el plan completo.” [3]

Obsérvese que la mayoría de los muertos en La Plata en julio 2021 son vacunados y que eso está naturalizado, pese al planteo inicial (vacuna como garantía contra la muerte).

Por eso, no extraña que el mismo medio, finalmente, luego del paréntesis optimista, se pregunte, lo mismo que nosotros: “El discurso sobre la eficacia de la vacunación es por lo menos cuestionable. Inicialmente nos explicaron que si te vacunabas, ibas a evitar enfermarte. Después, cuando vieron que esto no se condecía con la realidad, afirmaron que, aunque podías contagiarte, la vacunación evitaba que la enfermedad se torne grave. Cuando salió a la luz que entre los vacunados también existían casos de gravedad, comenzaron a asegurar que la importancia de la vacuna es evitar la muerte por COVID. Sin embargo, hoy lo cierto es que las cifras oficiales dicen todo lo contrario. “ [4]

Pero como si esto no bastara, han llegado a los circuitos mediáticos dos videos que nos muestran el revés de la trama que hemos tenido que soportar en este año y medio: declaraciones de senadores republicanos estadounidenses [5] desnudando la trama de intereses y colusiones que han generado entre otros desastres más de medio millón de muertes en EE.UU., casi todas ellas evitables (y análogamente, en el resto del mundo).

Uno escucha a esos senadores, todos presumiblemente wasp,[6] explicando la trama de intereses que ha desmantelado de hecho cualquier rasgo democrático y racional en  el enfrentamiento al Covid 19, acusando a la República Popular China de haber desatado la pandemia (no sabemos si por descuido o deliberadamente, pero en cualquier caso cerrando e paso al contagio dentro de la sociedad china; los muertos declarados por Covid 19 en todo el territorio no alcanzan a cuatro mil), y uno siente que algo “anda mal”, pero muy mal: a quienes se presumía que eran resortes de un poder mundializado hay que escucharlos como otras tantas víctimas de un operativo a escala planetaria.

El segundo video, ligado al anterior, pero ya no de alegatos sobre responsabilidades y culpabilidades, sino palabras del médico cardiólogo Peter McCullough, en  un sentido mucho más explícito, con claves para entender lo que ha pasado. No es que no lo supiéramos por entero. Varios estábamos siguiendo las huellas de lo que, magistralmente, despliega McCullough (pienso en primer lugar en Nicholas Wade y Ron Unz, pero, afortunadamente, somos muchos más.).

El video de McCullogh, https://www.youtube.com/watch?v=-eJnr8QdvQY, que es apenas de 14 minutos, desnuda la defección del mundo médico ante presiones extracientíficas; gracias a su despliegue del curso de la pandemia nos preguntamos acerca del desdoroso papel de los GACH que han proliferado en tantos países, abandonando con armas y bagajes el juramente hipocrático, y el de los equipos de editores de publicaciones pretendidamente serias, cientificistas, algo que nos muestra de modo insuperable McCullogh.

Su papel desnuda a los correveidiles del Big Pharma. Voluntarios o involuntarios.

NOTA. Los videos están hablados en inglés, pero hay leyendas optativas en inglés y en castellano.

notas:

[1] La Nación, Buenos Aires,  3 ago 2021.

[2] https://realpolitik.com.ar/nota/44806/covid-19-en-la-plata-el-71-por-ciento-de-los-fallecidos-en-julio-estaban-vacunados/, 7  ago 2021.

[3] https://realpolitik.com.ar/nota/44746/casi-la-mitad-de-los-muertos-por-covid-19-estaban-vacunados, 4  ago 2021.

[4] Ibíd., 7 ago 2021.

[5] https://www.youtube.com/watch?v=DU154vdUkZA

[6] White, anglo saxe, protestants

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¿Es la vacuna la solución o el mal menor necesario o más bien apenas una experimentación?

Posted on 04/07/2021 - 13/07/2021 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

Todos “sabemos” que los chinos, de Wuhan,  compran murciélagos en la feria y se los comen. ¿Quién no lo sabe? Lo repiten miles de millones de comunicados e imágenes.

¿Sabemos?: en el mercado de Wuhan no se comercializan murciélagos. Nadie come murciélagos en Wuhan. No pertenece al repertorio local de comidas.

El SARS COV 2 y lo que se ha desatado con las infecciones y contagios a repetición,  tiene una versión oficial: virus introducidos desde murciélagos comprados en un mercado chino de carnes silvestres y convertidos en el agente “espontáneo” causante de la pandemia en curso en todo el planeta, ha estado durante año y medio infectándonos y no sólo nuestros cuerpos sino los modos de pensar, de tener miedo, de actuar, en casi todas partes, tanto desde la medicina institucional como desde el periodismo, y ciertamente, desde las instancias políticas que se supone nos gobiernan.

Durante este año y medio, la humanidad parece haber ingresado a una única enfermedad, omnipresente como para que prácticamente todas  o gran parte de las otras enfermedades características de la humanidad y sobre todo de nuestro estilo de vida, no digamos hayan desaparecido pero sí eclipsado. El periodismo considera cumplida su labor atosigándonos con casos covid, tests covid, vacunas covid, como si  otras enfermedades, por ejemplo respiratorias o circulatorias, hubiesen desaparecido…

No sólo eso; todo periodista, investigador que procure incursionar en esas otras áreas, periodísticamente abandonadas son casi de inmediato disuadidos de hacer  tales incursiones bajo los epítetos de negacionistas, conspiranoicos y lindezas por el estilo.

Me permito citar los párrafos iniciales de una nota de autor “maldecido”, Ron Unz, estadounidense, tenido a la vez por judío y por antisemita; por derechista, racista  y antiimperialista… citemos apenas sus palabras:[1]

“Han pasado décadas desde la última vez que leí George Orwell 1984, pero las porciones de esa novela distópica clásica se han convertido en parte de nuestra cultura política común.

Está esa famosa escena en la que un orador está dando un largo discurso en tiempo de guerra en un mitin político, alabando al heroico aliado de Eurasia y denunciando al archienemigo de Eastasia, pero se le entrega silenciosamente una nota en la mitad del discurso e invierte por completo el hilo del discurso, vilipendiando al primero y aclamando al segundo: ‘Siempre hemos estado en guerra con Eurasia’.

Durante las últimas dos semanas, hemos sido testigos en tiempo real de este tipo de cambio radical y repentino en posiciones mantenidas durante mucho tiempo con respecto a los orígenes de la epidemia mundial de Covid, que ha devastado gran parte del mundo. Desde principios de 2020 en adelante, la narrativa principal había sido que el virus era natural, y cualquiera que sugiriera que podría ser el producto artificial de un laboratorio fue denunciado como un ‘teórico de la conspiración’, muy similar a los activistas de QAnon ridiculizados sin cesar. en los medios. Esta línea oficial a menudo fue aplicada con dureza por nuestros principales monopolios de las redes sociales, y Facebook prohibió sumariamente todas las publicaciones que sugirieran lo contrario.

Pero esta situación ahora ha cambiado por completo, y en los últimos días el WSJ, el NYT y nuestros principales medios de comunicación electrónicos han publicado noticias destacadas que tratan esa antigua herejía de una manera muy respetuosa, e incluso sugieren que el peso de la evidencia podría favorecerla. El Senado [de EE.UU.] ha votado a favor de desclasificar de inmediato todos nuestros documentos de inteligencia relacionados con el origen del virus, y la presión política masiva sobre el presidente Joe Biden lo ha obligado a ordenar que se produzca y publique una revisión de inteligencia completa en un plazo de 90 días. Parece que un consenso de élite emergente pronto puede favorecer teorías que anteriormente habían sido relegadas a rincones extraños de Internet.

El evento desencadenante de este notable cambio en el sentimiento de la élite estadounidense fue un artículo de 11.000 palabras muy razonado y persuasivo del periodista Nicholas Wade. Aunque el autor había pasado más de cuatro décadas como un reportero científico de primer nivel en el NYT y otros medios líderes, su trabajo se publicó silenciosamente el 2 de mayo en el sitio de blogs Medium, sin ningún respaldo ni prestigioso sello, y luego se volvió a publicar el 5 de mayo por el sitio web de poco tráfico del Bulletin of Atomic Scientists: “Origen de Covid: siguiendo las pistas. ¿Abrieron las personas o la naturaleza la caja de Pandora en Wuhan?” (2 may 2021).

Sigue Unz:

A pesar de unos comienzos tan desfavorables y del tono cauteloso y moderado de su texto, las consecuencias fueron dramáticas. Aunque casi todos los hechos y pruebas que Wade discutió ya habían estado disponibles públicamente durante la mayor parte del año pasado, su análisis cuidadoso y su considerable credibilidad periodística transformaron rápidamente el panorama intelectual. Comenzó su largo artículo explicando que a partir de febrero de 2020 en adelante se había inflado una enorme burbuja ideológica por la propaganda política disfrazada de ciencia, una burbuja que luego se mantuvo a través de una combinación de cobardía e incompetencia periodística.”

Unz remata con este cambio de línea del Wall Street Journal, de Facebook y los principales centros de difusión de imágenes de realidad [que no son la realidad]: “Facebook pone fin a la prohibición de publicaciones que afirman que el Covid-19 fue creado por el hombre.»

¿En qué quedamos? Durante más de un año tales afirmaciones eran anticientíficas, conspiranoicas, terraplanistas… y ahora adquieren legítima carta de ciudadanía en el mundo del saber?

Nicholas Wade con su abordaje ha reubicado la cuestión, desmontando toda la ristra de verdades oficiales.[2]

Un viejo aforismo afirma que se puede mentir a algunos todo el tiempo y que se puede mentir a todos por un hecho aislado, pero que resulta a la larga imposible sostener una mentira generalizada para todos.

Parecería estar llegando este último caso con “la pandemia del virus Covid 19”.

El primer síntoma del resquebrajamiento de la verdad oficial es que algunos de sus cultores, –no los medios de incomunicación de masas siempre fieles a las verdades oficiales y al seguidismo más abyecto–, sino sitios con presunta conciencia crítica, que por otra parte aplican a muy diversas cuestiones, han registrado este cambio de frente.

En la hora de abandono de la nave oficial, de la OMS y el Big Pharma; los nuevos voceros nos empiezan a martillar con que siempre fueron independientes y críticos y que sólo querían evitar los negacionismos más absurdos y abyectos.

Hubo negación de quienes desconfiaron de toda “la puesta en escena” y por reducción al absurdo, llegaron a sostener que no existía el coronavirus, el Covid 19. Pero Gates, la OMS, los consejos asesores, rechazando ese planteo, se llevaron por delante toda crítica, toda exigencia de verdad, escamoteada por la ola del miedo.

A caballo de esa “lucha” contra los “anticientíficos”, los “antivacunas”,  lograron plasmar como pocas veces antes el apotegma de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.

Pero quienes hasta ayer nomás eran los más incondicionales de las bulas de la OMS, de las versiones propaladas por los organismos científicos “asesores”, ya sea del gobierno de EE.UU., del de Argentina, del de Uruguay (para señalar los que más llegaban a mis oídos), descalificaron toda crítica como alienígena, conspiranoica.

En rigor, la mera invocación de tales insultos daba para inferir que las verdades proclamadas eran bastante débiles. Pero amparados en un martilleo mediático permanente, la OMS, diversos gobiernos, la industria farmacéutica, los medios de incomunicación de masas, como un solo hombre (con contadísimas excepciones), lograron imponer primero el miedo, y luego, una fiebre provacunas e invistieron grupos honorarios y eminencias que apostrofaron y dictaminaron como si los designados tutores de la salud pública fueran garantía de solvencia,  de independencia, de ciencia.

Ni una cosa ni la otra. Para hablar de solvencia vale traer a colación la observación de José Ortega y Gasset: “¿Es el científico un «ignorante instruido»? […] No es un sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio.” [3]

Para hablar de independencia, baste recordar que algunas figuras del establishment médico mundial tienen estrecha relación material con empresas e instituciones del universo médico que es todo menos independiente. Para no hablar del caso de Bill Gates erigido en árbitro supremo dentro de la OMS, constituido en su principal contribuyente. Un retorno a la filantropía, que desde tiempos medievales había estado –afortunadamente– retrocediendo.

El Big Pharma no se quiere perder la colocación de 16000 millones o 24000 millones de vacunas. Por más que a gatas estén probadas y se vaya advirtiendo la presencia de secuelas cada vez más graves y frecuentes.

Durante este año y medio, quienes percibimos fuerte olor a podrido en Dinamarca, fuimos filtrados, rechazados, purgados en algunos sitios-e, portales de comunicación crítica, alternativa,  desechados por gobernantes progresistas.

¿Es que acaso mencionar que en EE.UU. se lleva a cabo, desde hace décadas, en laboratorios civiles y militares, la test-tube war, o se practica biología sintética, fabricando “quimeras”, es terraplanista o extracientífico?

Lo que es anticientífico es poner todos los muertos imaginables como Covid 19. O pagar “generosamente” a los servicios hospitalarios una prima por enfermo Covid 19, una aun mayor para cada ingreso a Terapia Intensiva, como sucede en Argentina, donde los Hospitales Públicos de Gestión Descentralizada (HPGD) perciben “módulos prestacionales”, por caso y por día (nos tememos que en muchos otros sitios rige la misma dinámica).[4]

Porque, ¿qué pasa con una política tan “solidaria y atenta” a las inflexiones pandémicas? Que los servicios sanitarios registran todo lo que pueden como Covid 19. Si no lo hay, lo inventan. Para-mejor-combatir-la-enfermedad, claro.

¿Es que sospechar cierta mano en el hecho que el primer “brote” haya surgido en una zona china y el segundo, a miles de km de distancia, en Irán, es oscurantista, anticientífico, conspiranoico? ¿Acaso criticar la desaparición virtual de todas o casi todas las otras enfermedades en los listados de defunción de países enteros es anticientífico? ¿Criticar la peculiar política la OMS de abolir autopsias es acaso anticientífico?

En realidad, es todo al revés. Los que invocan la falta de ciencia de los críticos son los principales violadores del espíritu científico, aferrados a verdades oficiales, que suelen ser tan engañosas. Propulsores de verdades oficiales. Llevados por ellas. Pagados por ellas.

Muchas autoridades nacionales, bailando al compás de la OMS y el Big Pharma, pero alegando hacerlo al compás de la ciencia, han desechado toda info crítica a la campaña desatada, han omitido toda información respecto del devenir del resto de las enfermedades humanas, dando pábulo a que se “contara” equivocada, abultadamente los casos de Covid19. Y han omitido deliberadamente estadísticas que revelan una significativa cantidad de secuelas entre vacunados.

Con un efecto psicosocial inevitable y espeluznante: expandir el miedo por la sociedad más allá del que proviene de la realidad.

Porque las vacunas presentan una cantidad asombrosamente alta de trastornos. Lo que era con vacunas tradicionales aprobadas después de años de aplicación algunos casos por millón, ahora se presentan miles por millón. No son (todavía) mayoría, pero empiezan a ser una preocupante minoría… Muchos suponen que la vacunación en curso  no es sino la mentada Etapa 3 en vacunas con trámites “normales” y no acelerados.

Un ejemplo del desconcierto en que nos movemos lo brinda las declaraciones de la patóloga argentina que trabaja en el Reino Unido, tras haber recibido la distinción de la “Excelentísima Orden del Imperio Británico”, quien entrevistada por Néstor Dib[5] afirmara que ‘dos dosis de vacuna disminuyen la posibilidad de morir de Covid 19’ y a la vez (en otro pasaje) señalara que “la cuarta parte de los fallecidos tienen las dos dosis”. Si todavía suponemos que la mayoría de las muertes provienen de no vacunados, la cuarta parte de fallecidos en la franca minoría de quienes tienen las dos dosis, pasa a ser aterrorizantemente significativa…

Nunca hubo unanimidad ni mucho menos ante la incursión del coronavirus. Una enorme cantidad de médicos, virólogos, biólogos, infectólogos, con reconocida solvencia técnica y profesional  –Máximo Sandin, Michael Yeadon, María José Martínez Albarracín, Pascal Sacré, Pablo Goldschmidt, John Lee, Klaus Püschel, Gérard Krause y tantos otros–  se han desmarcado del discurso oficial y han denunciado el escandaloso papel de una OMS privatizada mediante filantropía. Mientras, hemos tenido que ver el papel de billonarios como Bill Gates participando de instancias resolutivas de la OMS con su alcance mundial, investido de facultades sanitarias por la mera cantidad de dinero en su poder.

La política catch all de la OMS, disponiendo que el diagnóstico de Covid 19 fuera el dominante por defecto ante toda muerte, prohibiendo a la vez las autopsias (que podrían revertir semejantes “diagnósticos”), no tuvo jamás la atención de los medios masivos de incomunicación de masas que se nos han presentado como los grandes comunicadores solidarios, atentos y vigilantes ante la pandemia.

El periodismo, en una palabra, dejó de ser –si alguna vez lo fue–vehículo de opiniones, y plural, como a su vez se postula, para convertirse en una obediente correa de transmisión de las “verdades” del poder establecido desde el Big Pharma, la OMS y los gobiernos nacionales convertidos en repetidoras.

La investidura acrítica, en nombre de una ciencia preestablecida ha sido la vuelta de tuerca empleada por el poder transnacional para enfrentar el SarsCov2-Covid 19.

¿Era tan extraño que el presuntuoso empeño de ampliar los ensayos de biología sintética para “fabricar” quimeras) generara una atrocidad, siquiera por error; un factor tan humano?

Porque no bien alcanzaron la técnica de “cortar y pegar” genes en las estructuras biológicas más elementales, como lo hicieran, a fines del siglo pasado, para generar algunos medicamentos (insulina) y alimentos (soja y maíz), ya estaban ansiosos por “avanzar” sobre estructuras genéticas cada vez más complejas.

Alcanzar la “cumbre científica” con quimeras, como se ilusionaba, por ejemplo, el investigador de Monsanto Esteban Hopp (en Buenos Aires) ya a fines del siglo pasado. Un exitoso operador genético entonces, que ansiaba figurar como científico en el sentido que señala JOyG; sólo que su carácter iletrado era tan vasto que nuestro investigador, no muy ducho en mitología griega, se sentía orgulloso bregando por obtener una quimera.

¡Y semejante sarta de ignorantes presuntuosos insertos en el  corporativismo sanitario (desde hace décadas; no es reciente), modelan  “el desarrollo científico” de nuestras sociedades, guían buena parte de la investigación científica hoy!

notas:

[1] Ron Unz, “George Orwell’s Virus Lab-Leak”, Unz Review, 31 mayo 2021.

[2]   https://www.infobae.com/america/mundo/2021/05/11/la-teoria-de-que-el-coronavirus-escapo-de-un-laboratorio-en-wuhan-no-solo-es-muy-plausible-es-la-mas-probable

[3]  La rebelión de las masas.

[4]   https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/resoluci%C3%B3n-326-2020-336333/texto

[5]  Radio Diez, Bs. As., 4 jul 2021.

 

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Argentina: Covid19 y otras dolencias. Apuntes sobre letalidad y contagiosidad, en 2021

Posted on 29/06/2021 - 23/05/2022 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El Covid 19 y el miedo

El plantel docente argentino, en todo el país, al comienzo de la tercera década del s. XXI, toda primaria y secundaria incluida, anda por un millón de profesores. Más un cuarto de millón de personal no docente

Y el personal docente universitario (en 66 universidades públicas, en todo el país) ronda un quinto de millón.

Grosso modo, casi un millón y medio de habitantes.

Según los reportes de los gremios docentes a principios de mayo 2021, todos los docentes muertos por Covid 19 en Argentina andan en 11 (o 15 según otras fuentes)

Tomando en cuenta solo a los docentes los muertos resultarían 0,0011 % o 0,0015 %. Grosso modo, uno cada cien mil.

En cuanto a contagiados, la info oficial, gubernamental (abril 2021) nos habla de que estudiantes contagiados constituyen el 0,12 % y que docentes igualmente contagiados rondan el 1% (sobre el total del plantel docente; de estudiantes carecemos de los guarismos totales, que no parece sencillo recabar).

Por otra parte, datos que nos da la Sociedad Argentina de Cardiología revelan que hay en el país unos cien mil muertos anuales por afecciones del corazón y circulatorias en general.[1]

Si hacemos el cociente sin ningún tipo de variación –como si toda la población sufriera en la misma proporción las afecciones del corazón–, tendríamos dentro del gremio docente, estadísticamente, unas 222 muertes anuales (eso es de mínima; porque el gremio docente debe tener una media de enfermedades cardíacas algo más alta que la media general de la población).

 

¿Qué pasa entonces con una sociedad en que 222 muertes en un gremio no resultan relevantes y 11 muertes en el mismo gremio, sí? ¿Las primeras están naturalizadas, y las segundas no?

 

Las gripes faltantes

Veamos estos fenómenos estadísticos desde otro ángulo. Complementando encuadres.  Desde que se registra oficialmente estado pandémico, han dejado de registrarse muertes por gripe común.  Una omisión poco explicable pero significativa.

La gripe común tiene baja mortalidad (0,5%), pero tiene. Y cada año, entre el enorme número de engripados, hay muertos.

Veamos algunos números que da la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud: [2]

En 2015, un año sin “pandemia” a la vista,  se registraron 56 901 muertes por enfermedades del sistema respiratorio; el  17,07% del total de muertes por cualquier causa de ese año  (333 340), y fue, como habitualmente,  la tercera causa de muerte, detrás de las propios del sistema circulatorio y los tumores. La tasa de mortalidad  respiratoria ese año fue de 131,92 muertes por 100.000 habitantes

El 85% de las defunciones por enfermedades respiratorias se concentraron en tres grupos de causas principales: 48,85% muertes por neumonía; 22,89% por otras enfermedades del sistema respiratorio y 13,49% por enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores.

En resumen y redondeando números, las pulmonías matan regularmente en Argentina a la mitad de los enfermos que mueren por afecciones respiratorias; alrededor de 28 000 habitantes por año.

Estas cifras me resultan asombrosa, increíblemente altas. En EE.UU. se estiman las muertes por pulmonía (en año reciente y no pandémico) unas 14 000 anuales (sobre unos 26 millones de casos anuales, de ahí lo del 0,5%). La mortalidad estadounidense por gripe, registrada resultaría, en cantidad absoluta de casos, la mitad de la argentina, pero con casi 8 veces la población argentina (es decir, ¿por cada cien mil habitantes, resultaría 15 o 20 veces más alta la letalidad de la gripe en Argentina que en EE.UU?… como eso resulta apenas creíble hay que remontarse a la validez de los números estadísticos. Parto de la base que son más confiables los madeinUSA.)

 

Vayamos a otros números. Los datos oficiales de muertes por Covid 19, por ejemplo en Argentina, para 2020 registran: 42 500 muertes.

La pregunta que hay que hacerse es si en 2020 “faltaron a la cita” 28 000 muertes por gripe… o si no estarán incorporadas estadísticamente como casos  Covid 19.

Desde el punto de vista del conocimiento de la realidad, reciente, pero también desde el punto de vista psicológico  –el de la expansión de los miedos–, no es lo mismo contar con 28 mil muertos habituales de gripe anual y14 500 muertos de Covid 19, que ser informados que el Covid 19 se llevó la vida de 42 500 personas…

 

Rasgos (y riesgos) de una presentación. Caso India

Los “datos” pueden presentarse de modo tal de “construir” una realidad. Veamos un caso, ahora tan actual. Hasta hace pocos meses, India estaba fuera de los circuitos de máximo contagio, pero últimamente ha entrado en tales circuitos, ¡y cómo!

Por su densidad y por su escasez de medios no es de extrañar que “la pandemia” esté dañando a la sociedad india, mejor dicho a lo que se designa como “el continente indio”, castigado  más que otras sociedades mejor abastecidas y menos despojadas que la India, víctima secular de muchos tipos de explotación y despojo.

Se nos dice ahora, que es el país con mayor mortalidad covídea.

Veamos números:

En abril 2021, India registraba  1500 muertos diarios, sobrepasando al país que tenía hasta entonces la mayor mortalidad diaria, EE.UU.

Pero refiramos estos datos con las dimensiones poblacionales: EE.UU. algo más de 300 millones, Brasil, algo más de 200, pero India más de 1300 millones de habitantes. Un dato entonces más fiable, es la mortalidad por cada cien mil habitantes. Y allí tenemos: EE.UU., 184; Brasil, 242 e India 29.  Cuando advertimos las relaciones más reales entre mortalidad y sociedad, advertimos las influencias mediáticas que pueden estar muy alejadas de la realidad, escamoteándola.[3]

 

[1]   “La enfermedad cardiovascular (ECV) (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca) lidera el ranking en muertes, ya sea a nivel global como en Argentina (100.000 muertes anuales…).” https://www.sac.org.ar/institucional/documento-de-posicion-sac-fca-enfermedad-cardiovascular-en-tiempos-de-covid-19/

[2]   https://bancos.salud.gob.ar/sites/default/files/2018-10/0000001014cnt-2017-09_mortalidad-enfermedades-respiratorias-argentina-2015.pdf

[3]  Los datos de mortalidad por cada cien mil habitantes a fines de junio de 2021 para los países que registran más de 200 muertos son, en orden decreciente: Perú, 588; Hungría  307; San Marino  265; Bulgaria  259; Brasil  242, Italia 213, Colombia 204 y Argentina 203. Más allá de la disparidad de situaciones, hay estar advertido de la falibilidad de tales registros… en el mundo entero; algunos elementos hemos tratado de presentar aquí.

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Covid 19 un largo año: la ofensiva persiste, el desgaste social avanza, crece la resistencia

Posted on 03/05/2021 - 10/05/2021 by ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

El Covid 19 y su manifestación el coronavirus se presenta peor en 2021 que en 2020, si nos atenemos a lo que nos comunica la OMS.

Claro que la OMS, privatizada y mediatizada, con los aportes decisivos de “grandes benefactores de la humanidad” no merece el más mínimo crédito, convertida en el mascarón desde el cual propalan su proyecto social los que realmente cuentan.

Antes de entrar al análisis situacional, veamos una cuestión de reparto, aunque no se trate, precisamente de una obra de teatro.

Los elencos políticos, al menos los declaradamente democráticos se renuevan. Por ejemplo, cada 4, 5 años. En los casos más “radicales”, prohibiendo la continuación del mismo mandato; en otros, renovando mandatos que a veces se prolongan por décadas (nos consta que tales “prolongaciones democráticas” empeoran, inevitablemente, la calidad del ejercicio del poder).

En EE.UU., los presidentes se suceden, en todo caso con una renovación. Luego, se hace muy, muy difícil reencontrarse con el sillón presidencial.

Los gobiernos elegidos pasan.

Los asesores, no elegidos, o en todo caso, elegidos desde otro nivel, desde otros centros de poder, quedan, perduran.

Hagamos una sucinta recordatoria de  algunos de tales personajes en EE.UU., asiento, precisamente, de los principales nudos de poder mundial en los dos últimos siglos. George Kennan, Edward Bernays, Walter Lippmann, Larry Summers, Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger son apenas algunos de los actores verdaderos detrás del escaparate presidencial.

Kennan, definiendo la política ante el inesperado ”competidor” soviético; Bernays (cuñado de Sigmund Freud y gran  utilizador del concepto de inconsciente para los manejos propagandísticos), construyendo la noción de Relaciones Públicas, inventor de  una teoría de la propaganda (Propaganda, 1928); Lippmann, el gran diseñador de la fabricación del consentimiento social ante la estructura vigente de poder –gestor, digamos así, del conformismo científicamente regulado; Summers, el estratego de la preservación del centro y la periferia planetaria para permitir a los privilegiados seguir usando y gozando todos los bienes de la Tierra a costa de un menor acceso a los mismos de la inmensa mayoría periférica; Brzezinksi, profundizando las técnicas de Bernays, por ejemplo postulando el manejo de la psiquis humana mediante el tittentertainment;[1] Kissinger, postulando hoy a sus 99 años, el rediseño del mundo tomando como dato de la realidad lo producido con el coronavirus. El mismo Kissinger que rediseñó el Sudeste asiático durante el “ingreso” militar estadounidense en Vietnam (y otros países de dicha zona) mediante la Operación Djakarta (1966), que borró al tercerista Sukarno, presidente votado de Indonesia, arrasando la vida de no se sabe si medio millón o un millón de indonesios, y que en 1973 inició la descomposición represiva del Cono Sur americano arrasando a Salvador Allende y su “anómala” presidencia.

La somera recorrida que presentamos al lector procura mostrar que lo oculto, y por lo tanto manipulable, siempre ha sido más decisivo que lo manifiesto.

Y eso es lo que, entendemos, pasa hoy con el Covid 19.

Porque los voceros oficiales nunca nos hablan de la test-tube war, que sin embargo, lleva a cabo EE.UU. y otros poderes políticos desde al menos la década del ’60, y en rigor desde los albores de las disciplinas químicas. Es decir, desde mucho antes. La primera guerra mundial se hizo tristemente famosa por el uso de gases tóxicos.

¿Qué hay en el inicio de la expansión del coronavirus? De modo manifiesto: un laboratorio chino dedicado a la ingeniería genética sintética; una disciplina, que incursiona en los genomas, y postula generar o crear especies nuevas.[2]

Una aparición geográficamente puntual, en aquella región china, que justamente había recibido la visita de numerosos forasteros pocos meses antes en unas olimpíadas militares. Cronología pura.

Ahora, la conjunción de biología sintética, una fecha de enorme movilidad de la población china, olimpíadas previas que facilitaron movimientos considerables de población (por ejemplo, la delegación militar norteamericana se estimó en centenares), genera por lo menos una asociación, voluntaria o accidental, en tamaña cadena de acontecimientos.

Una segunda aparición del mismo coronavirus, o tal vez una cepa aún más  proclive a enfermar humanos mayores, a miles de km de distancia; en Irán, que pasa a ser así el segundo lugar, cronológicamente, el segundo país en el mundo atacado. Irán recibirá el impacto con fuerte mortandad entre sus mayores, precisamente. Un país en que funciona la usanza tradicional de consideración a los ancianos que ocupan cargos claves de responsabilidad en la estructura del estado persa (cierta diferencia con los países hipermodernos, en los que la ancianidad ha perdido todo su valor, porque se supone que lo cibernético, lo electrónico, es lo decisivo –la era tecnotrónica, como señalara Zbigniew Brzezinski hace ya décadas– y la vejez es, ante tales avances, más bien una desventaja).

La tercera aparición, todavía en forma de manchas planetarias, recaerá en la Lombardía italiana, que en nota redactada en “los primeros tiempos pandèmicos” apenas nos atrevimos a señalar el paso por allí de “La Ruta de la Seda” promovida por China años antes (más tarde se supo que la zona muy afectada por el Covid 19 había concentrado en su momento industria de amianto; uno de los tóxicos más reconocidos sobre pulmones).

Pero la puntualidad geográfica inicial fue prontamente borrada por la generalización del contagio, que dejó a un lado interrogantes de lugares para atender su apabullante diseminación. Toda atención o invocación a causas extrasanitarias fue radicalmente tachada de conspiranoica y esa ofensiva, o contraofensiva, tuvo efecto: se fue haciendo difícil manejar hipótesis. Toda ampliación del campo de análisis fue terraplanista o similar. Los llamados racionalistas, científicos, ganaron esa baza.

 Eppur si muove. El sesgo mediático para hablar de la pandemia –significado recientemente redefinido por la OMS– escamoteó, sigue escamoteando,  datos integradores e interrelacionados.

Las agencias de desinformación empezaron a aturdirnos con contagiados y muertos covídeos sin referencia a otras enfermedades que cosechan muertos en la especie.

Fue inútil reclamar la distinción entre muertos CON covid y muertos POR covid. Fue inútil procurar situar en el concierto de las diversas causas de muerte el papel que le estaba correspondiendo al Covid 19.

Los m. i. m.[3] empezaron a alarmarnos con cepas más virulentas. Algo que sucede cada invierno con los virus gripales. Y a desarrollar espurios certámenes sobre qué países tenían más contagios y muertos.[4]

La sociedad tal cual es, con todos sus defectos y deformaciones, procura prolongarse a sí misma. No es difícil entenderlo. Son sus titulares (y aprovechados) los que así apuestan. Por lo tanto, en lugar de atender el porqué de comorbilidades –porqué tanta diabetes, porqué tanta obesidad– por qué ofrecemos tantos flancos al virus, seguir la senda de la tecnomedicalización: nada de averiguar orígenes, sólo encontrar la perilla que nos haga seguir funcionando.

“Es evidente que las inmunizaciones obligatorias son la forma más práctica de controlar la mortalidad de poblaciones vulnerables sin invertir un centavo en mejorar sus condiciones de vida”, resume la médica argentina Mónica Müller sus conclusiones acerca de cómo enfrentar, y cómo se enfrentó, la pandemia menor H1N1 en 2009.[5]

Estas soluciones rápidas, como las vacunas, provienen no de la ciencia, como se alega generalmente, sino de la historia. Y no de cualquier historia ni de “la historia necesaria”. Jonathan Cook explica magistralmente ese origen. El de la ciencia moderna, cartesiana, separando ciencia y religión. Fue Descartes quien establece así un dualismo, para que lo religioso no se siguiera inmiscuyendo en el mundo material. Descartes es el fundador de la visión mecanicista de la vida: llega a decir que el animal es una máquina (”una pura máquina”).

Y nos recuerda Cook: “[…] ha sido difícil deshacerse de la visión mecanicista de la salud, incluso cuando la comprensión científica y la exposición a tradiciones médicas no occidentales deberían haberla hecho parecer cada vez menos creíble. El dualismo cartesiano reina hasta el día de hoy, visto en la supuesta separación estricta de la salud física y mental. Tratar la mente y el cuerpo como indivisibles, como dos caras de la misma moneda, es correr el riesgo de ser acusado de charlatanería.” [6]

El actual estado de situación, con la sistemática campaña de miedo desde gobiernos, prensa  y el Big Pharma ha simplificado la ecuación, acentuando los rasgos dominantes: “estamos ante un invasor. Temible.” En consecuencia, remata Cook, “somos vistos como pacientes vulnerables que necesitan desesperadamente un batallón adicional de soldados que puedan ayudarnos a combatirlo. Con esto como el marco dominante, ha correspondido a las grandes farmacéuticas […], acudir en nuestro rescate. Las vacunas son parte de una solución de emergencia, por supuesto. Ayudarán a salvar vidas entre los más vulnerables. Pero la dependencia de las vacunas, con exclusión de todo lo demás, es una señal de que una vez más estamos siendo atraídos a ver nuestros cuerpos como máquinas.”

Es la solución equivocada, pero efectiva. Ante la cual debemos, como los tres monos sabios no ver, ni oír, ni hablar de los daños que las vacunas producen en seres humanos. Müller tiene estadísticas al respecto. No son tranquilizadoras. Por eso, prácticamente desde mediados del siglo XIX, no del XX, se han generado movimientos antivacunas.*

En países periféricos, ni siquiera existe la obligación de informar a los padres sobre los riesgos potenciales de las vacunas. En el siglo XXI, gracias a “los adelantos de la medicina” cada bebito recibe una docena de antígenos en los primeros meses de vida, cuando, además, tiene inmunidad natural contra prácticamente todos esos presuntos (o reales) peligros. Nos aclara Müller: “Un bebé que toma la leche de su madre mama varias veces al día un poderoso cóctel de anticuerpos sin efectos adversos. Entonces, ¿por qué se vacunan a los recién nacidos […] aunque  se alimenten con lactancia natural?”.

No hay razón científica alguna, aclara Müller. Solo la comodidad administrativa del aparato médico. Müller aconseja preguntarse “cómo fue que el estado ha llegado a arrogarse el derecho a intervenir […] sobre el cuerpo de nuestros hijos sin darnos la oportunidad de negarnos […] Tenemos que haber estado muy distraídos […] para que un hecho tan antinatural que podría ser un capítulo de 1984, la novela de Orwell, hoy nos parezca normal […] Esa relación de obediencia ciega sólo se explica bajo el concepto de rebaño. […] En nombre del bien común […] el estado coloca al pediatra en el rol de pastor del rebaño y de brazo obediente de voluntades que no conoce ni controla.” (ibíd.)

Y aquí Müller se encuentra con Cook: “para el estado es más económico y sencillo vacunar contra la hepatitis B a todos los bebes que nacen, con independencia del estado de salud de su madre, que hacer el concienzudo control prenatal que debería hacerse a todas las embarazadas.” En palabras de Cook, tratarnos como máquinas.

Y en eso estamos al día de hoy.

Los planes covídeos siguen inconmovibles. Se denuncia una mayor cantidad de muertos, en países muy empobrecidos (aunque faltan datos concluyentes y hay estadísticas que no muestran aumentos radicales, sorprendentes; y el bloqueo a las autopsias promovido por la OMS no hace sino dificultar el conocimiento de  etiologías). El bombardeo mediático no hace sino reforzar la alarmas y aturdirnos, ignorando la enorme mortalidad infantil en tales países, la tasa de pérdidas prematuras de vida, ésas que alegraban al persistente asesor presidencial de gobiernos estadounidenses, Larry Summers, explicando aritméticamente porque era moralmente justo transportar y depositar la basura tóxica en  el Tercer Mundo, donde mataría muchos menos ancianos que en los países productores de dichos desechos.[7]

Un perfecto manual de ética cuantificando la magnitud del daño. Hasta deberíamos estar agradecidos por todas las ayudas del centro planetario. En enfermedades, en vacunas, en criterios morales.

El abogado y analista Gustavo Salle ha espigado pensamientos de referentes de la ideología dominante, del Club Bilderberg, del Foro Económico de Davos y ha destacado los denominadores comunes de tales pensamientos con los que se presentan con el Covid 19.

Sumo algún ejemplo: uno de los hombres detrás del trono que hemos espigado, H. Kissinger, actualmente de 99 años, lúcido, ha declarado en plena pandemia oficial, que: “EE.UU. debe proteger a sus ciudadanos y, con urgencia, trabajar en la planificación de una nueva época”, “La pandemia del coronavirus alterará para siempre el orden mundial”.[8]

Y Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial ha señalado que estamos ante un “Gran Reseteo, o Gran Reinicio”: y ya poéticamente: “La pandemia representa una oportunidad inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero.» Yo acotaría, sobre todo más próspero: el signo de pesos nunca tiene que desaparecer de la retina.

La coincidencia entre quienes instrumentan el poder en nuestro presente y la OMS es reveladora; no enfrentamos una cuestión sanitaria sino una opción política.

CODA MORAL. O una vuelta de tuerca, asignando bulas de culpabilidad:

“Cada persona que no se vacune, aunque su riesgo de contraer COVID-19 fuera bajo, pone en riesgo al resto. No solamente al sector de población más vulnerable, sino a toda la población”.[9] Jesús Pérez Gil (Universidad Complutense de Madrid).

*  Es la solución teóricamente equivocada pero práctica y concretamente efectiva. Porque a quien tiene una comorbilidad (o varias) no se le puede exigir que recupere un prístino estado de salud. Que la sociedad en que creció y vivió lo llevó a tener, a sufrir esa comorbilidad. Por eso, tal vez sea profundamente equivocado entender que dicha comprensión es la de los monos sabios. No hay que esconder, ciertamente, “los daños que las vacunas producen en los seres humanos”. Pero sí hay que decidirse a evaluar la relación costo/beneficio.

Porque somos, en rigor, seres vulnerables.

notas:

[1] Distracción del televidente mediante tetas; el busto femenino siempre atrae.

[2]   Es insensato que en pleno exterminio generalizado de las especies naturales que han habitado nuestro planeta desde mucho antes que los humanos, haya investigadores y capitales dedicados a crear especies nuevas en lugar de  no seguir arrasando la biota planetaria. Una contradicción característica de los humanos, que hemos perdido toda noción de integración, de buen vivir, de conciliación con la naturaleza.

Un laboratorio clave en la configuración de tan demenciales proyectos ha sido, desde el siglo pasado, Monsanto, de EE.UU.

[3]  Medios de incomunicación de masas.

[4]  Ese estilo, cuantitativista, sigue bombardeando nuestras retinas. India, este año afectada más que hasta ahora, es presentada como caso récord absoluto y cuando cotejamos cifras pero proporcionalmente, la situación es muy distinta a la transmitida mediante impacto: India tiene en un día de abril 9 veces más muertos que Argentina. Pero tiene 30 veces más población. Y ante Uruguay, ahora con un récor oficial de contagios y muertes (67 diarios), India sigue teniendo en proporción, con sus 2767 muertos diarios, menos que Uruguay.

[5]  Pandemia, Sudamericana, Buenos Aires, 2010.

[6]  “In our hurry to conquer Nature and Death we have made a New Religion of Science”, Unz Review, 19 abr 2021.

[7]  Porque las enfermedades producidas por tales tóxicos, cánceres, suelen tardar décadas en procesarse y afectar a su portador. Y en aquellos arrabales planetarios –los nuestros– llegan a la ancianidad muchos menos humanos porque mueren a lo largo de sus jóvenes vidas por muchas otras enfermedades. Que no provienen de los desechos importados. ‘Así que nuestra basura los perjudica a ellos menos que a nos. LQQD.’

[8]   Página 12, Bs. As., 25 abr. 2021.

[9]   https://theconversation.com/los-motivos-para-vacunarnos-contra-la-covid-19-van-mucho-mas-alla-del-beneficio-personal-152459. 20 ene 2021.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org/2021/05/covid-19-un-largo-ano-la-ofensiva-persiste-el-desgaste-social-avanza-crece-la-resistencia

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Neolengua covídea

Posted on 13/04/2021 - 15/04/2021 by raas

Por Luis E. Sabini Fernández

Llamativo, aunque esperable, el auge de la neolengua con esta ofensiva para suprimir los contactos directos interhumanos, haciéndonos pasar toda relación a través de tamices, opciones preestablecidas, coladores, controles, registros cibernéticos, algoritmos y aplicaciones que se nos “ofrecen” para mejorar los contactos, los saberes, las calidades.

Es decir, para hacerlo “todo” mejor, y uno se pregunta sobre aquella sabia advertencia de Blas Pascal, “El hombre es medio ángel y medio bestia, y cada vez que pretende convertirse totalmente en ángel, se convierte, totalmente, en bestia.” Su dualismo cristiano le permitió tener semejante mirada.

Pero diversos optimismos han abolido esa mirada problemática y dialéctica: el optimismo tecnológico, encarnado en el American Way of Life, postulando el acceso al paraíso en la Tierra, cuyas plasmaciones se han revelado siempre pesadillescas.

Eso, dentro del optimismo burgués. Pero su presunta contracara, tan vigente a lo largo de los siglos XIX y XX; el socialismo, a su vez encarnado en experiencias como la soviética, nos mostraron igualmente los peligros de las excesivas buenas intenciones, y sobre todo, de la hybris del control absoluto. Con el estalinismo, el fascismo, el nazismo, y referentes máximos tipo Hitler, Stalin, Mao o Fidel Castro, de líderes que nunca se equivocan, hemos “cocinado” lo opuesto a lo pretendido.

Otra ideología prometiendo el bien absoluto, desplegada a lo largo del siglo XX con una mezcla de misticismo y socialismo materialista –que significativamente se conserva mucho menos cuestionada–, es el sionismo, hoy en día convertido en guía y referencia de algunos de los principales centros de poder planetario, como el Reino Unido y EE.UU., e Israel, obviamente.

El sionismo, que ha prometido el paraíso y la bienaventuranza a los judíos, forjando un infierno para los palestinos. Cumpliendo una vez más la advertencia de Pascal. Las consecuencias de todas estas ideologías de salvación han sido, son desoladoras. Unas han prometido la libertad más absoluta; otras la igualdad más radical. De todas ellas extrajo George Orwell su neolengua articulando un lenguaje del que nos presentó ejemplos, como aquel de que: “todos los animales son iguales, aunque algunos son más iguales que otros”. Estos antecedentes de la modernidad son preocupantes.

¿Estamos fuera de ellas o por el contrario resurgen con nuevos ropajes? Como bien amojona Aldo Mazzucchelli, (1) el nuevo siglo, el XXI, empieza en febrero de 2020, con la implantación de ese reinado de lo mediato, con la supresión de lo directo, lo afectivo. Y lo mediado, a través de artilugios electrónicos. Es la suspensión, o más bien la erradicación del diálogo humano, que a trancas y barrancas, caracterizó siempre a la especie; a la humanidad, como se dice habitualmente.

Desde febrero de 2020 con una pandemia decretada en “las alturas” y un miedo generalizado consiguiente, el diálogo, tan vapuleado y menospreciado por los selfmademen y por el rigor “objetivo” de los proyectos socialistas (que necesitaban hacerse, no discutirse), desapareció ahora sí, como proyecto explícito, del tejido social o fue limitado a espacios intersticiales.

Se impuso, se trató de imponer, con suerte variada, una realidad oficial como “nueva normalidad” al servicio, claro, de las mejores intenciones. Es difícil, por ejemplo, encontrar “textos de autor” más buenos que los de Bill Gates, arquetipo de filántropo contemporáneo. Hacer el bien, incondicionadamente, poniendo “toda” su fortuna y su empeño en ayudar a los pobres, los débiles, los marginados, ese otro mundo… tan ajeno al del filántropo.

Alguien se puede permitir dañar únicamente si lo hace al servicio de las mejores intenciones. Solo munidos de la mayor excelencia imaginable se puede exterminar nativos de una tierra, torturar elementos considerados subversivos; solo un “enviado” de algún dios, totalmente convencido de su bondad y de la bondad de su presunto creador, se podía permitir echarle plomo derretido en las cuencas de los ojos de un negacionista, un incrédulo, un hereje, que no “veía” la verdad. Eso, en tiempos inquisitoriales.

Ahora no se usa plomo: soldaditos norteamericanos que llevaban a Vietnam en su mochila coca-cola –como si fuera “lo más”– junto con la democracia, se permitían incendiar todos los bosques locales para quemar vivos a los guerrilleros allí escondidos.

Solamente un Padre amantísimo le hacía confesar a casi toda la vieja guardia bolchevique que tenían que aceptar la responsabilidad por delitos varios –la mayor parte inexistentes– porque era la forma de preservar la pureza, la solidez, la verdad del partido que habían forjado juntos. Ad maiorem PC gloriam.

Así, nuestros más neutros periodistas y comunicadores, brindándonos sus mejores perspectivas, nos ofrecen una pujante neolengua según la cual postulan, esperan, ansían un “pasaporte sanitario”, para reponer, dicen, “la libertad”. Portación obligatoria de vacunas (tradicionales o génicas, poco importa) contra o sobre Covid 19 para poder trabajar, ir al teatro, viajar, estudiar… en fin, ¿por qué no para salir a la plaza o a la frutería?

Nuestros periodistas a sueldo –a veces privilegiados económicos de los medios de incomunicación de masas–, nos aclaran que así evitaríamos toda limitación a nuestras libertades y alcanzaríamos la ansiada normalidad perdida.

Claro que estos periodistas, a menudo progresistas, no nos dicen que esa presunta libertad tiene que ser pagada con recibir una vacuna de la cual, lo menos que puede decirse es el diálogo de dos ratones: ¿Te vas a vacunar? –¿Estás loco?, ¿no ves que los humanos todavía están experimentando? (2) Esa nueva normalidad quiere imponerse mediante un pasaporte sanitario. Con una vacuna que fue hecha apresuradamente y significa, objetivamente el mayor negocio de la Big Pharma en las últimas décadas.

¿Cómo podemos evitar la sospecha que la problemática pandemia de la cual no se conoce ni la magnitud de los muertos reales, no fue nada más que la excusa de un gran negocio, o, aún algo más probable; la palanca de un enorme poder cuyo alcance no tiene antecedentes?

Para rematar la neolengua, se sigue hablando de que la vacuna es voluntaria. Hay una sorda impresión de que es verdaderamente resistida aunque oficialmente poco y nada se menciona en los corrillos mediáticos del periodismo televisivo.

Claro que es voluntaria, faltaba más, pero sin vacunarse nuestros paniaguados periodistas sólo nos ofrecen la parálisis y el aislamiento.

notas:
1) “El año que quisieron editar lo real desde arriba”, eXtramuros, Montevideo, marzo 2021.

2) Afortunadamente cada vez hay más médicos y profesionales de la salud que concluyen que es más dañino, y por lo tanto menos hipocrático, vacunarse que atender directamente el contagio con recursos médicos: medicación contra trombosis, por ejemplo. Véase los aportes y planteos de Thomas Dalton, Máximo Sandín, Luc Montaigner, A. Martínez Belchi, Christian Carrera, Nick Kollerstrom, Yanny Gu, Pablo Goldschmidt, Reiner Fuellmich, Joseph Mercola y tantos otros, amén de pensadores y analistas sociales como nuestro Hoenir Sarthou, Jeremy Hammond, Michel Chossudovsky, Mike Whitney, Vandana Shiva y una enorme cantidad de cabezas pensantes y voces literalmente acalladas en los medios masivos, los recintos institucionales y hasta en algunas trincheras culturales, otrora críticas y rebeldes, por lo visto totalmente cooptadas por nuestros “benefactores” pandémicos.

fuente: https://revistafuturos.noblogs.org

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