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Categoría: Poder

ENVENENÁNDONOS

Publicada el 18/07/2023 - 18/07/2023 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández

30 abril 2023

SALUD Y ENFERMEDADES

José, 47 años, cáncer en área digestiva; Leticia, 36 años, cáncer de mama, es intervenida, extraído todo su sistema sexual reproductivo; Emilio, 46 años, diagnosticado con Párkinson y en etapa ya no incipiente; Leonel, 47 años, septicemia; Charles, 26 años obesidad muy avanzada; Iris, 19 años, alergia de origen desconocido; Braulio, 20 años, disfunción eréctil y atrofia testicular; bebe con espina bífida… y estamos apenas enumerando enfermados más jóvenes del medio siglo; entre los de mayor edad, la tendencia a presentar enfermedades es todavía mayor.

Conozco el caso de la ahora abuela viuda, con enormes dificultades motrices y mil achaques, que se desplaza con andadores, el hijo, de media edad, acaba de recibir diagnóstico de cáncer y cirugía inmediata, y su única nieta, emigrada…  España.

¿Con qué relacionar los enfermos y las enfermedades?

¿Y con qué las peripecias familiares?

¿Con microbios a combatir con vacunas? No lo parece. Casi todas estas enfermedades presentan no cuadros de lo que se llama contagio sino cuadros de procesamiento endógeno; algo en el sujeto afectado ha ido dejando de andar bien, o incluso, ha nacido con algo deficiente, defectuoso, insuficiente.

La mera enumeración de las enfermedades que veo expandirse entre nuestros parientes y conocidos, vecinos y compañeros de trabajo, tienen que vincularse con algo común; aire, alimentos, condiciones cotidianas de vida.

 

ALIMENTOS Y SALUD

¿Qué es lo que tienen, por ejemplo, hoy los alimentos que no tenían hace medio siglo y más? Del bicarbonato y una decena de productos químicos aplicados “al campo” hace cien años, hemos pasado a una batería de miles de productos químicos. Una selva química con efectos sinérgicos casi totalmente desconocidos. Conservantes, gelinizadores, leudantes químicos, endulzantes sintéticos, aromatizadores, colorantes, antioxidantes, espesantes, acidulantes, reguladores del ph, espesantes, emulsionantes, estabilizadores, potenciadores de sabores, antiaglomerantes y toda una batería de “mejoradores” químicos de los productos de origen natural (aunque estos últimos sean a la vez cada vez menos naturales y más difíciles de encontrar… y pagar). Comparemos apenas la ingesta de proteínas animales de hace cien años en nuestro país; perdices, patos, gallinas, corderos, peces  pescados en el mar, ríos y lagunas, liebres, ranas, mulitas, todo fresco  y hoy, pollos congelados, peces de estanque y carne de vaca… si alcanza el dinero.

En resumen, estamos comiendo con venenos. Ingiriendo materiales tóxicos  junto con los alimentos. Animales o vegetales. Que estiran su durabilidad. Su “fecha de caducidad”. A medida que la urbanización ha aumentado, hasta la megalopolización, las cadenas de frío se han hecho más imprescindibles. Compárese nuestro presente con congelados por doquier con aquella costumbre de “cazar patos”, por ejemplo, y dejarlos al aire, desvicerados, para que se oreen y comerlos como un manjar, cuatro o cinco días después…

¿Alimentarnos desde grandes redes envenenadas y envenenadoras, o procurar comer en circuitos más pequeños y en condiciones de hacerlo sin venenos o con el mínimo que en cada caso resulte inevitable? En gran escala, el veneno inevitable es el que nos dan a ingerir hoy día. Ése es el camino hacia las anencefalias, las malformaciones congénitas, la expansión de trastornos circulatorios, de párkinson, alergias, Alzheimer… y cánceres. Cada vez más, en todos los rincones de nuestros cuerpos.

Hablamos de alimentos, ¿pero qué hacer con el agua, presente en todos los alimentos, en nuestros cuerpos; sustancia madre de nuestra vida (Tales era perspicaz, en su Mileto natal).

 

CONTAMINACIÓN

Dejemos a un lado el aire, también hoy contaminado y consiguiente causa de muertes.

El agua está permanentemente envenenada por agroquímicos –combinación hoy ominosa entre plaguicidas y fertilizantes− y por efluentes industriales. Y por plásticos, que al no biodegradarse “producen”, por roturas sucesivas, microplásticos, invisibles pero no inactivos, en todas las aguas, en todos los mares.

La medicina institucional ofrece su solución: la medicalización de la sociedad. En un todo de acuerdo con la burocracia médica transnacional de la OMS y con la industria médico-aparatológica y farmacéutica: vacunas, medicamentos y controles. Abrir el mercado sanitario no ya a enfermos sino a todos; los sanos constituyen un mercado mayor que el de enfermos tradicionales. La declaracion de una pandemia asegura, por ejemplo, esa generalización.

 

MEDICALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD

Esa política sanitaria responde a la medicina pasteuriana. Vale una remisión a orígenes. Orgullosamente, Louis Pasteur, encumbrado como primus inter pares delineó la medicina moderna, la que hoy conocemos en nuestro país, en Occidente. En lucha contra los microbios. La denominación es correcta: partículas minúsculas de vida; seres vivos micro. Descubiertos los gérmenes patógenos, agentes de muy diversas enfermedades hasta entonces existentes pero sin que la humanidad los conociera, identificara, Pasteur se empeñó en combatirlos una vez identificados. Una vía primordial: vacunas.

Mi ignorancia no me permite negar la importancia de vacunas contra enfermedades como la viruela que ha arrasado a la humanidad en muchos sitios y épocas, con tasas de mortalidad del 30% de toda una población y con abundantes secuelas entre los sobrevivientes (esterilidad, por ejemplo). Análogamente, la peste negra europea de 1348-1349, que aniquiló la vida de, se estima, un tercio de la población europea (unos 25 millones de 75), sin duda no tuvo el freno que habría representado una vacuna. Frente a fenómenos como éste, la ya mencionada viruela o la rabia, siente uno la impotencia ante semejante empuje epidémico.

Pero algo muy distinto sobreviene con la inmensa mayoría de las enfermedades, ante las cuales la industria farmacéutica y las redes médicas cada vez más “nos” proveen de vacunas.

El planteo pasteuriano generó una guerra contra las enfermedades. Se produjo una suerte de militarización de la medicina, muy en el espíritu darwinista, de “lucha por la vida”, que en economía encarnaría el liberalismo puro y duro.

Los planteos de lucha por la existencia de cada especie y de cada individuo, tan caro al darwinismo decimonónico, fue cuestionado por otro zoólogo, naturalista y paleontólogo, Piotr Kropotkin, quien destacara la importancia del apoyo mutuo en los desarrollos vitales, no solo intraespecie sino interespecies; la importancia de la cooperación, no sólo de la competencia.[1] Pero el aporte de Kropotkin no pudo penetrar la construcción ideológica del darwinismo, más acorde a los tiempos de una capitalismo invasivo y victorioso.

Pasteur, a su vez, tuvo un crítico en su tiempo; Antoine Béchamp, biólogo contemporáneo que se enzarzó en polémica con Pasteur, ya consagrado. Si los microbios son seres unicelulares, microscópicos que se encuentran por millones, no ya miles sino millones o billones en todas partes, ¿por qué, preguntaba, se contagia este ser vivo en particular y no miles y millones dada esa presencia masiva y constante de microorganismos? Béchamp ponía ejemplos con árboles del bosque: cientos, miles, y de pronto uno carcomido y literalmente comido por microorganismos y fauna menor, termina derribado. Pero los agentes microscópicos que habían invadido ese ejemplar, estaban por doquier, entre y encima de los demás árboles, que siguen vivos. Entonces, sostenía Béchamp, hay algo en el árbol carcomido y derribado; algo en ese cuerpo que dio cabida a “los microbios”.

Así mirado, el contagio, como el agente pasteuriano de afuera hacia adentro, pierde importancia, más aún; pierde sentido.

Béchamp tiende a desechar la idea de combatir agentes patógenos y realza la atención en el delicado asunto de la salud. Premonitoriamente ecologista. Impulsar la salud. Y no patrocinar campañas contra  microbios.

Como destaca la médica argentina Mónica Müller en un capítulo de su muy lúcido y crítico libro Pandemia,[2] las vacunas son el mecanismo de atención rutinario y práctico de gobiernos con recursos limitados para achicar el daño de enfermedad cuando una sociedad no puede mejorar las condiciones sanitarias y alimentarias de la población. En buen romance, nos dice que las vacunas son un sucedáneo. Que lo que importa  es la salud, que los gobiernos no aseguran. Sostiene, tácitamente, que población bien alimentada, sana, no tiene porque contraer  sarampión, varicela, hepatitis, covid. Y que cuando las contrae, sus efectos no serán devastadores sino en todo caso, generará resistencias a nuevos contagios. La tan trajinada “inmunidad de rebaño”.

Que la multiplicación de vacunas a recién nacidos no es señal de modernidad ni mejor ciencia sino una económica, pragmática vía de protección que a su vez  sustituye o descuida lo del crecimiento sano de los recién nacidos. Lo de económico es relativo: cada estado gasta millones que paga a laboratorios fabricantes de vacunas. En Uruguay para los primeros años de vida, son las obligatorias alrededor de 10; en Argentina, unas 20  (y a veces, con varias dosis).

Por otra parte, la institucionalidad médica ha generado su propio universo, su propio mercado, sus propios pacientes, médico- o remediodependientes.

Hay gente que no puede vivir sin “remedios”, sobre todo, después de los cincuenta. Y “remedios” es la palabra adecuada, como cuando tiempos atrás, se hablaba del “remedio para las hormigas”, y solían meter DDT por todos los sitios (¿cuántos cánceres habrá desencadenado el uso “libre” de DDT desde la segunda posguerra?).

“Remedio”, con su misma significación, de “veneno”, pero para nuestros cuerpos. ¿Quién no conoce a alguien “todo descangayado” que toma muchos medicamentos y… considera que no puede prescindir de ellos?

 

EDUCACIÓN Y SALUD

La prensa oficialista aplaude porque aparentemente habríamos alcanzado a la mitad de adolescentes con secundaria completa. Llegar al 50% no es para congraciarse puesto que los países “modernos” o modélicos andan por el 90% o el 95%. Es apenas porque hasta hace poco, los “secundarios completos” del país andaban en el 40%…

Pero dejemos los porcentajes y observemos la realidad cotidiana: entre los jóvenes que atienden en las ferias semanales –jóvenes de los arrabales montevideanos o hijos de chacareros− la mitad por lo menos (o más), no saben sumar. Sumandos de una o dos cifras. Manzanas, 28 pesos, zanahoria, 15, naranjas 40, una hilera no larga de artículos y el o la joven va a la única calculadora del puesto de verduras y pone allí sus numeritos o le pide al “operario” de la calculadora que se los ponga. Para cobrar 315, 650 pesos.

¿Observó el lector las veces que las cuentas en un almacén, en un boliche, en una panadería, dan mal? Al estilo de las bombas que George Orwell bautizara como “Imparciales” durante la Guerra Civil española, porque podían estallar en destino o en el mismo cañón donde se emplazaban para disparar. Pero los hispanos podían tener una disculpa ante semejante azar, porque la industria de armamento tuvo que ser reconstruida de apuro, entonces, cuando el país se partió al medio, en 1936.

La “imparcialidad” en los resultados de las cuentas cotidianas a que nos referimos, no tiene disculpa alguna en el apuro, la improvisación. Nuestros escolares,  al menos una buena cantidad, salen de la escuela sin saber sumar o restar o multiplicar o leer. ¿O ni entraron a la escuela? ¿Qué fue lo que nos partió al medio a nosotros?

Décadas atrás, los niños ricos no necesitaban la escuela para aprender a leer y escribir. Algunos, con padres intelectuales, doctorales o mediante institutrices lo hacían desde los 3  o 4 años. Y los pobres entraban a primaria analfabetos a los 6 años y a menudo, a los 9 o 10 años participaban de exámenes de idioma o matemáticas en igualdad con los niños provenientes de hogares acomodados.

La escuela entonces, mediante diversos hachazos a la creatividad infantil, mediante una regimentación verticalista –aunque a veces suavizada por la comprensión o la sabiduría de maestros (generalmente maestras, en Uruguay) otorgaba una serie de herramientas racionales a los niños, a los futuros adultos de esta tierra. Aritmética, geometría, gramática, ortografía, lectura, geografía, historia. La población escolar, entonces, iba tomando conciencia de dimensiones témporoespaciales (continentales, planetarias), entendiendo el concepto de cero, y cualquier infante egresado de primaria sabía “las 4 operaciones fundamentales” o resolver una lectura y hasta una escritura (en castellano), aunque probablemente había malogrado muchas dotes de creatividad. Porque el perfil era disciplinario; era libertad dentro del orden; no orden dentro de libertad.

El armenio vecino, que llegó hace 5 años al Uruguay, Montevideo, y que tiene su negocio gastronómico desde hace 3, me comentaba, sorprendido, apenado, que muchos repartidores no saben escribir los pedidos o hacer cuentas por sí mismos –presencié una discusión suya con uno que escribía ventinueve y él lo corregía, veintinueve−. El armenio me preguntaba qué pasaba en la escuela… preguntándose qué tsunami había arrasado el pasaje escolar.

Allí, en esas incapacidades, que son frustraciones, recaen los 5 de cada 10 que no terminan primaria. La presencia archiprobada de agrotóxicos en los cuerpos infantiles (y transitivamente en toda la población) altera las capacidades cognitivas. Como en su momento, pasó lo mismo con el plomo (plombemia que, se estimó, alcanzaba un porcentaje muy alto de la población infantil uruguaya). Un artículo reciente recaba, una vez más, el descuido criminal con que en nuestro país se “trabaja” con venenos. Sin ser EE.UU. “campeón” en la resistencia al uso de agrotóxicos (más bien al contrario), mediciones que se han estado siguiendo sistemáticamente, revelan que en Uruguay la intoxicación mediante agrotóxicos, que altera facultades mentales, el aprendizaje, por ejemplo, es diez veces más alta que en EE.UU.[3]

¿Puede un país pretenderse “casi primer mundo” con media población analfabeta? Una pretensión habitual de comentadores mediáticos, que hasta se entusiasman y ubican en el Uruguay no sé cuántas vanguardias y modernidades de quinta generación. ¿Pero, de quiénes hablan y a quiénes les están hablando? ¿A emprendedores tentados por el grado inversor uruguayo?

Lejos, muy lejos  de agotar la enumeración de malandanzas de nuestro país, el aumento crecientemente acelerado de violencia, en los barrios pobres, es otro índice más que preocupante, del que poco se habla. Porque –como pasa con la problemática carcelaria− poco le llega a las capas sociales más privilegiadas.

Es como si una cobertura de orgullo institucional y pretendidamente autosuficiente impidiera ver las dimensiones reales y efectivas de nuestras carencias.

La autolisonja no suele hacer mella en ajenos, pero además, puede engañar a propios. Con lo cual es doblemente penosa.

Una de las tasas de suicidios más alta (y en aumento) de América Lapobre, es la nuestra, junto a la de los cubanos. Sobre todo, entre varones.

Una tasa alta y en franco aumento de obesidad, particularmente infantil.

No hay mucho de qué extrañarse. Aunque desconozco estadísticas, por conocimiento directo de algunos pocos países, el Uruguay ostenta el triste privilegio de contar con el mayor número de almuerzos regados con Coca-Cola. [4] De niños, pero también de adultos. Basta ver la cantidad de bares y restaurantes equipados con sillas y carteles de Coca-Cola para advertir el carácter de sucursal cultural y adventicia atribuible al Uruguay.

Coca-Cola es mucho más que una bebida tóxica que provoca adicción, por sus ingredientes; coca y azúcar. El azúcar está ahora en franca retirada dietética, aunque los edulcorantes que tomen la posta, serán probablemente peores. Pero es más que una bebida a secas; es la ideología american en nuestra tierra. Y como corresponde a todo proyecto colonialista, es devastador para el colonizado. Caso India.[5]  En Uruguay, con una relación agua-población no tan severa, Coca-Cola se ha planteado una estrategia de RR.PP. precisamente opuesta a la encarada en la India. Aquí, Coca-Cola se ha valido de su identificación con la Alianza Uruguaya por el Agua –una red empresaria bajo el alero institucional del BID−, para presentarse como campeona de la preservación ambiental. Ya que no de la comida sana.

 

DESARROLLO EXÓGENO, ENTREGA DE BIENES NATURALES Y EL “PANTANO” INTERIOR

Nuestro origen colonial, multiplicado; España, Portugal, Brasil, Reino Unido y por último EE.UU., que se presentó en las Américas como agente emancipador contra la colonización europea, algo que les permitió a algunos poner los ojos en la nueva metrópolis, ilusionándose con falsas igualdades. El exponente mayor, tal vez por su trascendencia para el país, haya sido el batllismo que, junto a rasgos aceptables como la laicidad, el civilismo democrático al menos formal, adoptó la sumisión al panamericanismo, que vemos perdura pese al paso de las décadas. Como que en nuestro país, Brum venció a Quijano.

Los ejemplos más prístinos están a la vista: en algún cónclave de empresarios y administradores transnacionales se entendió que Uruguay (como, por ejemplo, Filipinas) eran propicios para asentar allí celuloseras, juzgando la disponibilidad de agua del país, y seguramente la escasa defensa de los bienes naturales, genuflexión ante la inversión externa

–que nunca es para beneficio del receptor sino para conveniencia del inversor−, aceptación complaciente de zonas francas; la asunción, en suma, de un globalismo supranacional del cual se aprovechan, precisamente, algunas naciones o entidades no precisamente globales.

Por los mismos motivos estuvo el intento Aratirí, felizmente malogrado, el abordaje portuario de Katoen Natie o los jugosos contratos de Pfizer, ignorando derechos de la parte contratante “Uruguay”.

Nuestra sociedad, nuestros gobiernos y capas dirigentes son las que deciden ampliar los emprendimientos transnacionales, en tanto se siguen deteriorando nuestras condiciones nacionales, interiores, locales, propias, algunas de las cuales  hemos estado rastreando.

 

CÁRCEL, LIBERTAD, FUTURO

Hemos repasado falencias en la educación y en la construcción de cultura, en la capacidad de pensar y resolver nuestros propios problemas.

¿Qué decir del proceso de encarcelamiento social, la “carcelización” de nuestra sociedad?

Las cifras aquí, también son elocuentes. Nos dicen desde el insospechable El País, de Madrid: “Uruguay triplica su cantidad de presos en veinte años y ya tiene la tasa más alta en Sudamérica.”[6] Un dato que nos habla de otra crisis indisimulable.

Aquí tenemos que agregar uno más de los frutos envenenados de la dictadura. Hasta los ’70, las cárceles estaban administradas por el MEC. Eso significaba, entre otras cosas, planes de estudio y capacitación para la población carcelaria, y aunque siempre deficientes, mantenía en pie la idea de la recuperación del preso, del exdelincuente hacia una vida útil para él y para la sociedad. Las cárceles tenían talleres. De carpintería, de herrería, textiles. Había bibliotecas. En cárceles en zona rural, actividad agraria, como era proverbial en la cárcel de pueblo Libertad antes de la edificación del pabellón gigante de reclusión sobre zancos, para evitar fugas desde dentro de la construcción, como aconteciera, y más de una vez, en la cárcel de Punta Carretas.

Es cierto que con la crisis que arranca en el segundo quinquenio de los ’50, poco a poco los servicios de recuperación en el ámbito carcelario se van desmigajando y la violencia política, junto con la social, se va a ir ahondando, dificultando aquel universo.

Pero con la dictadura no hubo duda ni agonía:  la administración carcelaria se traslada de Educación y Cultura a Interior. Y las cárceles se constituyeron en el ojo policial: iban a servir estrictamente para mantener encerrados a sus habitantes.

Los datos ahora dicen que la mitad de la población carcelaria es analfabeta, y que las adicciones afectan a la inmensa mayoría (ibíd.).

La violencia interna, institucional, también ha aumentado exponencialmente.

 

Bueno es consignar, empero, en qué sentido la sociedad se mueve, en contra de tales designios y políticas. Pienso en el crecimiento de pequeñas redes luchando por restablecer la producción de alimentos sanos, orgánicos, alejándose de los centros urbanos; en el auge del ciclismo; en las redes sociales y políticas encarando la resistencia a la globalización modernizadora y transnacional.

 

AHORA, DIGITAL PARA NO PERDER… ¿QUÉ TREN?

Hemos visto que ya perdimos varios trenes. En algún otro texto he procurado explicar el daño que ocasionó al país la crisis de los ‘60 y la emigración consiguiente.

Uruguay tiene el triste privilegio de haber tenido una red considerable de vías férreas, [7] abandonada para mayor gloria de la industria automotriz y sus camiones… estadounidenses.

En este presente, en proceso de digitalización forzosa  progresivamente acelerado, vale advertir el sentido de un pensador formidable y predigital, Paul Valéry (1871-1945); “La máquina domina. La vida humana está rigurosamente controlada, dominada por la voluntad terriblemente exacta de las máquinas. Estas creaciones humanas son exigentes. Reaccionan ahora contra su creador y lo van reconfigurando, maquinizándolo. Quieren disponer de individuos muy bien entrenados. Aplastan poco a poco toda diferencia entre seres humanos y los adaptan a su propia forma de funcionar, con su misma uniformidad. De algún modo construyen su propia humanidad, para su uso, casi casi como una réplica de ellas mismas”.

Si Valéry advertía este proceso en la primera mitad del siglo XX, ¿qué tenemos que pensar y considerar ahora, con la computación generalizada, particularmente con el celular que está arrebatando y situando a los niños en un universo absolutamente sin precedentes, y cuando la IA empieza a hacer estragos, quebrando la relación verdadero/falso que ha sido –pese a todas las dificultades que genera semejante disyuntiva− una guía permanente y fundamental de nuestro comportamiento, nuestros valores, nuestros códigos éticos?

Lo expresado por Valéry con tanta perspicacia, certero hace un siglo, hoy centuplica su significado y cuestiona todo optimismo tecnológico.

Que Valéry nos sirva como advertencia y no como mero registro o estado de situación.

[1]  El apoyo mutuo, editado por William Heinemann, Londres, 1902. El origen de las especies de Charles Darwin es de 1859.

[2]   Editorial Sudamericana, Bs. As., 2010.

[3]  https://ladiaria.com.uy/ciencia/articulo/2023/4/reportan-diez-veces-mas-metabolitos-de-pesticidas-en-alumnos-de-primer-ano-de-escuela-de-montevideo-que-en-ninos-de-estados-unidos/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=manana

[4]   En México, Suecia, Argentina, el consumo de Coca-Cola es notoriamente menor que en Uruguay.

[5]   El “capítulo India” de la Coca-Cola muestra toda esa capacidad de daño, que es mundial, pero acentuada en un país-continente con  escasa agua en relación con su población (más de 1400 millones de seres humanos). Acentúa la escasez de agua; contamina agua y suelo con sus embotelladoras; distribuye sus desechos como “fertilizante” entre campesinos, aumentando la contaminación. Por la lucha de los pobladores, muchos embotelladoras de Coca-Cola en la India han sido cerradas  o están sitiadas para obstruir su funcionamiento contaminante y expoliador de las napas freáticas. https://www.thoughtco.com/coca-cola-groundwater-depletion-in-india-1204204.

[6]  Gabriel Díaz Campanella, Madrid, 16 abr 2023.

[7]   No ilusionarse con ningún paraíso perdido: los británicos –que no fueron ni siquiera los primeros− tendieron buena parte de la red ferroviaria para satisfacer necesidades metropolitanas suyas. De todos modos, los trenes permitieron despliegues y desarrollos de la incipiente sociedad oriental.

Publicado en Agronecrófilos, Centro / periferia, Ciencia, Conocimiento, Destrozando el sentido común, Globocolonización, Nuestro planeta, Nuestros alimentos, Poder, Salud. Y enfermedad

Historia de tres ciudades

Publicada el 23/02/2023 - 25/02/2023 por luissabini

Por Philip Giraldi*-

En realidad, uno podría estar dispuesto a considerar que podría haber algún valor en el «orden internacional basado en reglas» que promueve la Administración de Joe Biden si tal cosa realmente existiera y se aplicara por igual a todos los transgresores. Por supuesto, en realidad, las «reglas» a las que se hace referencia no están acordadas ni impulsadas por un amplio consenso internacional y son simplemente un truco que se explota para promover los intereses de los EE.UU. y sus aliados más cercanos. De hecho, las «reglas», tal como son, se ignoran con la mayor frecuencia para pasar por alto el mal comportamiento que exhibe EE.UU. y sus amigos.

Si las «reglas» en realidad tuvieran la intención de poner límites a las interacciones violentas entre las naciones, considere por un momento el historial real de EE.UU. al respecto.  Encuestas de opinión recientes demuestran que EE.UU. es considerado por un amplio margen entre otras naciones como el país más peligroso del mundo. Ese juicio se basa no sólo en la memoria histórica de Hiroshima y Nagasaki, sino también de la Guerra de Vietnam y el derrocamiento de supuestos regímenes “izquierdistas” en lugares como Irán, Chile y Guatemala. Las intervenciones armadas en mayor o menor escala han sido una característica habitual de las iniciativas estadounidenses en todo el Caribe y América Latina desde la Guerra entre EE.UU. y España a fines del s XIX.

Más recientemente ha habido una guerra global contra el terrorismo, desatada en todo el mundo basada en la condena de EE.UU. a países que no se percibían aceptando la línea diseñada por Washington sobre lo que constituye terrorismo. Esto ha llevado a intervenciones inútiles y finalmente fallidas en Afganistán, Irak, Libia y Somalía en las que, según algunas estimaciones, millones de civiles han muerto directa o indirectamente, y EE.UU. ha sostenido el gasto de la guerra en moneda puramente fiduciaria, sin respaldo, mediante la impresión de billones de dólares, acumulando enormes deudas, que llegarán “a casa” con sus problemas más pronto de lo que imaginamos. En Afganistán, y también en Yemen e Irak, EE.UU. se ha involucrado en ubicar civiles, objetivos seleccionados que son asesinados mediante drones.

El aspecto más problemático de toda la violencia que EE.UU. ha  iniciado es que no hay reglas aplicables a la vista, aparte de los payasos de Blinken, Biden y Austin en Washington citando amenazas sin pruebas convincentes que provienen de países incapaces de hacer daño, como Irán, o países como Rusia y China que no tenían previamente intención de enfrentarse al coloso militar estadounidense.

Así que Washington es el corazón palpitante de las políticas que han creado un torbellino en todo el mundo al tiempo que acercan la hora del Juicio Final que bien podría llegar con una guerra nuclear. Y todas las poses son literalmente en vano, por una mala causa, apoyando a un régimen autocrático y corrupto y en un país que no es una democracia, que tampoco se la ve a la vista. La hipocresía de aquellos en la Casa Blanca y en el Congreso, así como en los medios de comunicación, que son tan negligentes con las vidas y los bienes de sus conciudadanos, desafía toda credibilidad.

Si Washington es la primera de las tres ciudades que estoy considerando, Moscú ciertamente debe ser la segunda, ya que es el receptor de la hipocresía de EE.UU., acusado de haberse desviado del orden internacional «basado en reglas» al invadir Ucrania un año atrás.

Rusia, sin embargo, ve las cosas de otro modo. El Kremlin ha argumentado que ha buscado en repetidas ocasiones negociar un acuerdo con Ucrania sobre la base de dos cuestiones fundamentales que, según afirma plausiblemente, amenazan su propia identidad y seguridad nacional. La primera es el incumplimiento de Ucrania de los Acuerdos de Minsk de 2014, que concedieron mucha autonomía a la región de Donbas, un área indiscutiblemente habitada por rusos étnicos, como Crimea.

Recientemente, la ex canciller alemana, Ángela Merkel, ha dejado escapar que nunca hubo intención de cumplir con los Acuerdos de Minsk, lo que implica que todo fue una farsa para permitir el fortalecimiento de Ucrania para unirse a la OTAN y, si fuera necesario, luchar contra Rusia. De hecho, los Acuerdos fueron ignorados desde el principio, y las milicias ucranianas y otros elementos armados usaron artillería para bombardear Donbas, matando en los últimos años a unos 15.000 residentes, en su mayoría de origen ruso, una estimación que parece estar confirmada por fuentes independientes.

El segundo problema de seguridad nacional vital para Moscú era sobre los planes para ofrecer a Ucrania la membresía en la OTAN, que situaría frente a Rusia una alianza militar hostil, posiblemente superior. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha observado repetidamente que los temas eran negociables y que Zelensky solo tenía que aceptar mantener a su país como «neutral», es decir, no vinculado a ninguna alianza militar, y honrar una autonomía razonable para Donbas. Según se informa, fueron EE.UU. y Gran Bretaña los que empujaron a Ucrania a rechazar todas y cada una de las demandas rusas en un intento por iniciar una guerra de desgaste utilizando vidas ucranianas para desestabilizar al gobierno de Putin y reducir su capacidad para oponerse al dominio estadounidense y occidental.

Y, por supuesto, está la historia de fondo, que EE.UU. se había entrometido durante mucho tiempo en Europa del Este a pesar de su compromiso de no aprovechar la desintegración de la Unión Soviética para expandir la OTAN hacia el este. EE.UU. había provocado un “cambio de régimen” en Ucrania en 2014 para eliminar un gobierno amistoso hacia Moscú. Pero en este caso, la creciente participación de EE.UU. y la OTAN en la lucha ha sido un desarrollo extremadamente peligroso porque ha intensificado el conflicto y lo ha convertido en lo que podría devenir un intercambio nuclear devastador. A uno le gustaría ver que se iniciara una tregua inmediata para detener la lucha, seguida de negociaciones serias para llegar a un arreglo en la disputa territorial. Pero, por supuesto, EE.UU., que ha proporcionado a Zelensky más de 100.000 millones de dólares en ayuda, ha dejado en claro que no está interesado en un acuerdo negociado a menos que Putin esté dispuesto, como primer paso para generar confianza, a retirarse de todo el territorio ucraniano ocupado, incluida Crimea. En otras palabras, rendición incondicional.

Entonces, si Moscú ha roto con el “orden internacional basado en reglas” veamos cómo se definen las amenazas. Como mínimo, Washington se ha comportado mucho peor que Rusia durante los últimos veinte años, lo que más bien confirma que las “reglas” son esencialmente una ficción conveniente.

Finalmente, mi tercera ciudad a considerar es Jerusalén, la capital reclamada del Estado de Israel. Como se puede decir que el estado judío es el aliado más cercano de Washington o, como muchos creen, la cola que mueve al perro de la Casa Blanca, es instructivo observar su comportamiento para examinar si EE.UU. aplica un estándar uniforme a amigos y enemigos por igual cuando reparte el castigo a los infractores de las reglas del invocado “orden internacional.”

Si EE.UU. es considerado por la comunidad mundial como el país “superpotencia” más peligroso, Israel debe ser considerado el paria principal entre las naciones más pequeñas y con enfoques más regionales. Y su control sobre la Casa Blanca, el Congreso y los medios masivos nacionales en EE.UU. es tal que nunca se le pide que rinda cuentas por nada. Acaba de hacerse un ataque de soldados israelíes a un campo de refugiados palestinos en Jenin, Cisjordania, en el que diez árabes fueron matados. En represalia, un palestino con una pistola mató a tiros a siete israelíes en Jerusalén antes de suicidarse. Hablando desde la Oficina Oval, el presidente Biden consideró apropiado sólo mencionar el contraataque palestino, diciendo simplemente que “Éste fue un ataque contra el mundo civilizado”. El ataque israelí inicial que mató a diez palestinos ni siquiera fue citado, dando a entender que las atrocidades israelíes matando palestinos no dañan al mundo civilizado en que Biden vive.

En otra demostración de la Casa Blanca de dónde están sus prioridades, la muerte a tiros el año pasado de la periodista estadounidense-palestina Shireen Abu Akleh a manos de un soldado israelí llevó finalmente a conceder una investigación por parte de la Casa Blanca, a pesar de que Biden y compañía se tragaron abiertamente la versión del gobierno israelí de que fue un accidente probablemente desencadenado por muchos disparos de terroristas palestinos en el área, lo cual sencillamente no es verdad. Y no espere usted ningún retroceso real en el Congreso contra la política de Israel de disparar primero; la semana pasada el Congreso dio de baja a la congresista Ilhan Omar del Comité de Asuntos Exteriores porque era “antisemita” debido a sus críticas al comportamiento de Israel.

El Ministerio de Defensa israelí indicó que no cooperaría con ninguna investigación sobre su propio comportamiento en el caso Abu Akleh y el caso ha desaparecido desde entonces. Israel ha matado también a otros ciudadanos estadounidenses sin ninguna consecuencia, incluida Rachel Corrie y 34 marineros a bordo del buque de guerra USS Liberty en 1967. Nunca antes un gobierno había matado a estadounidenses solo para ser recompensado con un regalo de $ 3800 millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses cada año. El gobierno del estado judío ha señalado recientemente que su política de fuego libre contra civiles palestinos y sus partidarios extranjeros no se modificará. Los soldados y policías israelíes que matan a palestinos, a quienes habitualmente se describe como “terroristas”, casi nunca son investigados o procesados ​​y, en algunos casos, han sido elogiados en los medios, y promovidos.

El control israelí sobre partes importantes del gobierno federal estadounidense parece estar reforzándose. En una conferencia de prensa la semana pasada, el Dpto. de Estado de EE.UU. se negó a confirmar que Israel está ocupando ilegalmente gran parte de Palestina. Tampoco se admite que Israel tiene un arsenal nuclear.

El historial de Israel frente a sus vecinos es algo similar al patrón estadounidense de aplicación de normas; rara vez se molesta en excusar su comportamiento. Inició incluso una guerra de proporciones, atacando en 1967 a todos sus vecinos, después de quejarse falsamente de que lo estaban «amenazando», con lo cual se apoderó y ocupó ilegalmente sus territorios. Actualmente está bombardeando Siria de forma regular y también ha atacado a Irán, Líbano y  a los palestinos en Gaza. Ha asesinado a científicos y técnicos iraníes.

Israel ha invadido y ocupado el sur del Líbano y ha facilitado una masacre de palestinos asentados en campamentos allí. Ni Siria ni Irán han atacado jamás a Israel ni han amenazado con hacerlo, pero Israel persiste en afirmar que está amenazado y está tratando de convencer a Biden de unirse para atacar a los iraníes. El nuevo gobierno ultraderechista y racista del primer ministro Benajmin Netanyahu está intensificando en particular la presión sobre los palestinos mediante acciones que son ilegales según el derecho internacional sin que salga ni un chistido de la Casa Blanca. Las demoliciones de viviendas, las incautaciones de propiedades, los puestos de control y otros hostigamientos incesantes contra los palestinos también están aumentando en frecuencia a medida que los israelíes expanden su ocupación de Cisjordania.

Y algunos israelíes también están pensando en algo a mayor escala, en forma de genocidio, cuando se trata de sus vecinos palestinos. Un prominente miembro del parlamento israelí de la derecha ha sugerido lo que él y quizás muchos de sus colegas quisieran hacer con los palestinos restantes. Zvika Fogel, miembro de la coalición gobernante, ha convocado a una «guerra final» contra los palestinos para «someterlos de una vez por todas», luego de la condena internacional a la incursión del ministro de seguridad Itamar Ben-Gvir en la mezquita Al-Aqsa en Jerusalén Este ocupada; otro procedimiento ilegal para controlar por completo el acceso a los lugares sagrados musulmanes. Fogel respondió a las críticas, diciendo en una entrevista que la política de Israel de ir a la guerra con los palestinos “cada dos o tres años” ya no era lo suficientemente buena y que debería haber una última guerra “para someterlos de una vez por todas. Valdría la pena porque ésta será la guerra final…”

Así es que estamos en una historia de tres ciudades. Moscú está comprometido en una guerra que al menos tiene un sentido, aun cuando uno debe oponerse a las intervenciones armadas entre países vecinos. La operación rusa ha tenido la oposición de EE.UU. que negligentemente ha escalado la guerra y producido una siutación que puede resultar devastadora para toda la vida del planeta. Washington ha sido también el gran hipócrita en el juego puesto que se ha comportado muchísimo peor que Moscú en los últimos veinte años. Y la tercera, Jerusalén, o si se prefiera Tel-Aviv: un Israel monstruoso que se gana el premio por ser el peor de lo peor en cuanto a su inhumandad y crímenes de guerra, sin que se escuche el más mínimo rezongo desde Washington o de Biden, mencionando violaciones a “un orden internacional basado en reglas”.

*Philip M. Giraldi es director ejecutivo del Councilforthenationalinterest.org. En su juventud perteneció a la CIA. Su corr-e es inform@cnionline.org.

Traducción-e. Revisada por Luis E. Sabini Fernández

Publicado en EE.UU., Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder

Conspirar, disuadir, desertar 

Publicada el 25/12/2022 - 25/12/2022 por raas

Por Amador Fernández-Savater
LoboSuelto
11 de diciembre de 2022

Hemos atravesado, con la pandemia, una época extraña. Yo diría: sin pensamiento y sin política. Es decir, sin verdades colectivas, ni transformación de la situación dada. Pero que ha roto aún más nuestras vidas. Ahora, aliviados, volvemos a la normalidad, allí donde cada cual se siente seguro. Rutinas vitales, mentales, políticas. Pero lo que nos ha pasado sigue pasando, es decir, ha dejado marcas en el mundo y en nuestros cuerpos. Marcas de tristeza y despotencia si no somos capaces de pensarlas y hacer algo con ellas. 

Este libro*, estemos más o menos de acuerdo con él, es una tentativa de elaboración de esas marcas, de lo que nos ha pasado. Quiero compartir algunos comentarios a partir del libro, tomando tres palabras, tres verbos: conspirar, disuadir, desertar.

Conspirar

Los últimos años hemos conocido directamente, por experiencia, algunas figuras de lo político: el par calle-manifestación, plaza-asamblea, elecciones-partido, derecho-denuncia, hoy se discute sobre organización política.

Todas estas figuras remiten, me parece, a la idea de “espacio público” (a ocupar, a conquistar, a reformar, a reivindicar). La conspiración, por el contrario, no remite a espacio público, sino a la zona de sombra. Se conspira en las sombras.

Supone tomarse en serio que no hay espacio público, sino sólo relación de fuerzas. Que no hay alternativa política, sólo luchas de poder. Que no hay democracia, sino gestión de la excepción.

Y que la fuerza de los débiles se pierde si pensamos en términos de opinión pública, de comunicación, de batalla cultural, de visibilidad, de mayorías sociales, de consenso, etc. La lógica del espacio público hoy es la lógica de la virtualización, la virtualización del otro considerada como eficacia política.

¿Y cuáles son las sombras en las que la conspiración puede prosperar? Son justamente las intensidades, las vitalidades. Las intensidades de los cuerpos, de las palabras cuando prolongan los cuerpos, de las formas de vida, de los mundos que habitamos y amamos. Sólo esas intensidades pueden desafiar la virtualización del mundo.

Conspirar es hacer desde la amistad y las ganas. Las ganas -cómo activarlas, cuidarlas, recuperarlas- es hoy un problema político mayor. Conspirar dinamita la distinción público-privado. Es lo íntimo que se hace común y desafía. Podemos desplegar esta imagen de la política que nos propone el libro para ver hasta dónde nos lleva.

Si conspirar es “soplar juntos”, ¿quiénes son los que conspiran? ¿Qué experiencia del nosotros es la suya? ¿Cuál es el tempo de la conspiración, su ritmo, su respiración, su inspirar y expirar? ¿Cómo hacemos que pase el aire en situaciones bloqueadas como la actual? ¿Cómo evitamos que se degrade en el aire viciado de los guetos políticos?

Disuadir

Una tesis fuerte del libro es que nuestro mundo está configurado por la experiencia de la Guerra Fría. Sin embargo, echo en falta más reflexión justamente sobre la estrategia de gobierno por excelencia de la Guerra Fría: la disuasión.

¿Qué dice la disuasión? Si atacas, contraataco y el mundo desaparecerá en un apocalipsis nuclear. Ese mensaje no se lo dirige tanto una super-potencia a otra, como ambas a las poblaciones del planeta: “obediencia o fin del mundo”.

La disuasión es un gobierno de la incertidumbre, en la incertidumbre. Y con varios actores. Encuentro útil traer ese término aquí porque hay formulaciones en el libro que llevan a pensar en el poder como “crimen perfecto”. Como el plan de la película Crimen perfecto.

Durante años se simula la gestión de la crisis sanitaria, el plan se ejecuta cuando “alguien” decide que las revueltas de 2019 han ido demasiado lejos, etc. Pandemia-confinamientos-restricciones-reestructuración global. Crimen perfecto. Un poder que sabe, que puede y que quiere.

La disuasión, por el contrario, es una estrategia negativa: no sabe, no puede y no promete nada, improvisa, trabaja por ensayo-error, no argumenta, sólo amenaza con la muerte como alternativa. Gestiona un pueblo de víctimas que sólo piden protección.

La disuasión suprime las preguntas que se abren en toda crisis, las preguntas que pueden llevar a un cuestionamiento colectivo del sistema y las formas de vida. Suprime el pensamiento, que nunca es sólo un “yo pienso”, sino un “yo hablo y tú respondes”, un encuentro. Pretende congelar, bloquear una situación de crisis.

La disuasión es en primer lugar física, a través del terror inscrito en los cuerpos. Ese terror ha provocado la gran parálisis que hemos conocido en la pandemia, la atomización social. ¿Cómo nos sacamos el terror de los cuerpos? Porque la valentía es en primer lugar un problema colectivo.

Desertar

Nunca hay crimen perfecto. Siempre hay error del sistema, fallo, síntoma. El fallo en este caso, al menos uno de ellos, es esa extraña deserción que llamamos “Gran Dimisión” o “Gran Renuncia”.

Es toda la gente que no ha vuelto a su trabajo tras la pandemia. Más aún: es la gente que da la espalda a la política, que no enciende ya la tele. Que desconecta, que no quiere saber nada, que no participa.

Me parece que no es un fenómeno fácil de leer. No es lo mismo que la deserción de los años 60: una secesión política, organizada, contracultural. El Gran Rechazo del que se hablaba en los 60 no es la Gran Dimisión actual. Esta deserción es sin afuera, sin horizonte alternativo, sin utopía.

Es una deserción muchas veces por apagón libidinal: la retirada del deseo de los lugares donde estaba puesto (consumo, éxito, competitividad). Deserción por depresión. Deserción como long covid: prolongar la quietud del confinamiento, no ir a trabajar, I would prefer not to.

¿Cómo escucharla? La política clásica, también la militante, piensa en términos de “movilización”. Pero esta deserción es desmovilización. No pasa por el activismo, sino por el “desactivismo”, por el gesto de desactivar.

Podemos nombrarla tal vez como “abandono” o “retirada” mejor que “deserción”. Entonces, ¿cómo pasar del abandono a la deserción? ¿De la retirada a la secesión? Una teoría, un libro, son entre otras cosas instrumentos de escucha. ¿Qué nos permite escuchar este libro de este fenómeno de retirada del deseo, de deserción inmóvil?

Notas compartidas en el encuentro en torno al Manifiesto Conspiracionista en La Maliciosa, Madrid 9 de diciembre de 2022.

* Libro Conspiración, disuasión, deserción: tres propuestas para repensar lo político, el poder y el malestar social.

fuente: https://lobosuelto.com/conspirar-disuadir-desertar-amador-fernandez-savater

texto en PDF

Publicado en Argentina, Ciencia, Destrozando el sentido común, General, Globocolonización, Medios de incomunicación de masas, Narrativa, Poder, Poder mundializado, Política, Salud. Y enfermedadEtiquetado como Amador Fernández-Savater, confinamiento estricto, confinamiento masivo, crisis sanitaria, El Gran Rechazo, el miedo como herramienta, gobierno de la incertidumbre, incolulación del terror, medios de incomunicación, opinión pública, pandemia del Covid-19

El palestino: homo sacer de la biblia sionista

Publicada el 24/09/2022 - 24/09/2022 por ulises

El palestino: homo sacer de la biblia sionista

por Luis E. Sabini Fernández

Cuando se llevó a cabo el “Acuerdo del siglo”, en 2020, atendido y firmado por Donald Trump, Jared Kushner, Beniamin Netanyahu y David Friedman, buscando una “solución final” a la cuestión palestina, los palestinos fueron, oh paradoja, los grandes ausentes. No se les invitó: Expresamente no se los invitó. Reafirmando que las negociaciones se hacen entre “gente como uno”.

Esta decidida ignorancia o vacío diplomático revela que pasado ya casi siglo y medio (tiempo del conflicto de tierras en Palestina entre sionistas ocupando y palestinos oriundos resistiendo el despojo), el conflicto no ha variado un ápice el papel y el significado de los “actores” en juego: los palestinos no existen.

En el siglo XV, los “conquistadores” les otorgaron a los oriundos del “Nuevo Mundo”, a lo sumo el papel de infantes. Totalmente negada la posibilidad de reconocer igualdades o equivalencias en la capacidad y el derecho de tomar decisiones. Ésa fue la política que llevaron adelante los europeos en las Américas o África con su tarea de “rescatar” [1] prisioneros con un destino preacordado: esclavitud.

Las definiciones eran claras: oriundos del Nuevo Mundo así como los habitantes de África no eran personas, seres humanos; ese dibujo de humanidad resultó no sólo necesario sino muy conveniente, edificando un racismo que le iba  a los europeos permitir “justificar” la labor colonial. Situarses por encima de indios y negros. Es decir, con indios y negros “debajo”. Y asiáticos, malayos; en suma, con la raza blanca como entidad, vértice superior.

Pero con los palestinos ha sido algo más radical, se emparienta más bien con lo que los europeos les hicieron a los taínos en la isla La Española en el Caribe (actual territorio de las repúblicas de Haití  y Dominicana) en los primeros tramos de “La Conquista” (1511), o con el tratamiento dispensado por los conquistadores españoles a los refractarios quilmes en 1666, extirpándolos de los valles calchaquíes en el norte de lo que ahora es territorio argentino, convirtiendo una marcha forzada en una suerte de exterminio escalonado.

Los palestinos no son deseados siquiera como mano de obra esclava;  se los quiere alejar… geográfica o biológicamente.

Por eso, aunque con toda la parsimonia de un estado, el sionista, que se presenta y pretende una democracia y de primera calidad,  a los palestinos se los puede matar, no recibiendo condena en los tribunales israelíes, como lo han, por ejemplo, testimoniado conscriptos judíos.

Semejante fenómeno social –el que socializó un referente significativo de la dirigencia israelí, Naftalí Bennet, vanagloriándose de haber matado a muchos palestinos sin arrostrar consecuencia alguna–[2]  nos retrotrae a una figura del derecho romano, que repuso Giorgio Agamben en nuestro convulsionado mundo actual, postsoviético o de restauración de un núcleo geopolítico principal en el mundo entero basado  en el eje anglo-norteamericano: la de homo sacer, la vieja figura del humano sacrificable:

“[…] figura del derecho romano arcaico, que incluye a la vida humana en el orden jurídico sólo en forma de exclusión (es decir, en la posibilidad de darle muerte sin sanción)».[3]

En el derecho romano, ningún ciudadano constituía delito por matar a sus esclavos, por ejemplo. O a sus hijos (ese  mismo señor, amo romano, se hacía pasible de juicio y condena en caso de lo que hoy se llama feminicidio).

A quien se le enrostraba la calidad de homo  sacer se lo calificaba como “abominable, detestable”.

Pregúntesele a ciudadanos israelíes qué opinan, cómo ven a los palestinos y la inmensa, la inmensa mayoría dirá: repudiables, despreciables, sucios, malos, traicioneros, detestables. Abominables. La opinión pública israelí (por suerte, con excepciones) responde a la idea de homo sacer para los palestinos.

Una indecible, infinita necesidad de “sacárselos de encima”. Psicológica. Porque en los hechos desnudos, son ellos, los ahora ciudadanos israelíes, quienes están literalmente encima de la población palestina. Desgajada, reprimida, despojada, abusada.

¿Por qué semejante inversión de lo real?

Porque es una forma de sacarse de encima una pesadilla. Porque el judío sionista no acepta, tal vez ni alcance a percibir, que ha sido el sionismo, con su colonialismo de asentamiento racista, el que ha generado esa figura. A la que le ha llegado la hora de despreciar, aborrecer, maltratar, insultar y finalmente como viéramos con Naftalí Bennet, de matar.

 

Se puede hablar de un territorio palestino, de costumbres palestinas, de rasgos culturales  palestinos, manifestación  de un perfil cultural mayor, árabe, religiosidad islámica, con asentamientos milenarios de población.

Pensamos que es difícil no captar rasgos específicos aunque más no fuera los que se fueron constituyendo en la forja de una sociedad nacional, que debió defenderse durante décadas (en lo que va, siglo y medio) ante la instauración en el mismo territorio de otro tejido social aspirante a constituirse como sociedad o nación; aunque fuera eso sólo le fue dando un perfil propio y exclusivo.

Pese a que se sabe su tamaño poblacional, sus asentamientos, la cantidad de exiliados que han constituido el destino de tantos palestinos, al hablar de su destino nacional, sobreviene una escotomización  mediante la cual no se ven palestinos. Ni se escuchan.

Alejandro de Oto y María Marta Quintana, autores de una reflexión sobre la condición colonial nos hablan de: “esa incómoda figura que constituye el «sujeto colonial», a quien cualquiera prima facie puede ocasionar la muerte en el sentido más literal de la expresión.” [4]

Señalan que “[…]  el lugar por excelencia de la biopolítica moderna es el espacio colonial (insoslayable para comprender a «Europa» desde el siglo XV en adelante), como estado de excepción.” Esa biopolítica que vemos, por ejemplo en “el campo de concentración”. Y agregan de Oto y Quintana:  “en todo caso, también cabría hipotetizar acerca de que estos últimos [el campo de concentración y la estructura totalitaria de los estados del siglo XX] fueron las «novedosas» expresiones que el colonialismo adquirió en los confines intra-europeos.”

Otro filósofo que nos aproxima a la problemática del poder racista ha sido Michel Foucault. Veamos esta observación que recogen de Oto y Quintana: “[…] el racismo está ligado al funcionamiento de un estado obligado a servirse de la raza, de la eliminación de las razas y de la purificación de la raza, para ejercer su poder soberano.”[5]  Parecería, que Foucault está refiriéndose a Israel, tan ajustada es la cita a la realidad (aunque por la fecha nos consta que no).

En la Edad Media se llamaba forajido a quien no era amparado por derecho alguno, los jueces lo expulsaban de toda juridicidad; cualquiera podía matarlo. Otra vía para encontrarnos con la misma figura, de homo sacer. Los palestinos “son” forajidos. Otra vez, pregúntenle al ciudadano israelí normal, es decir, como nos lo recuerda Norman Finkelstein, al de franca derecha, por no decir de extrema derecha.

NO le preguntemos al puñado de bravos que se resistió a incursiones sobre la descuartizada, desmantelada Franja de Gaza; los refuseñik. Fueron un puñado, decenas, pero para entrever por dónde anda la justicia o el abuso, alcanza. No le preguntemos a los judíos viejos, ahora nonagenarios e israelíes, que  recuerdan como una pesadilla los abusos y atrocidades que cometieran contra seres humanos cualquiera en 1948; no les preguntemos a los judíos con dignidad moral que acompañaron a los palestinos perseguidos hasta donde les fue posible y se convirtieron ellos mismos en refugiados; entre los famosos, Felicia Langer e Ilan Pappé.

Porque estos últimos nos sabrán decir de la enorme dignidad, paciencia, valor de tantos y tantos palestinos enfrentados a esta política de borramiento político, policial, mediático, de persecución y abuso.

La formidable periodista mizraji Orly Noy revisa la política de su gobierno y el silencio cómplice, nada novedoso,  de la ONU. Cuando finalmente queda claro que la periodista palestina Shirin Abu Aqleh fue asesinada con balas israelíes y algún personero de EE.UU. se ve obligado, al menos de boca para afuera, a condenar tamaña acción  contra una ciudadana estadounidense, Noy recoge el latigazo de primer ministro Yair Lapid: “nadie va a dictarnos regulaciones sobre cómo y cuándo baleamos”. Brutalidad típica, nos recuerda Noy. Y Gantz,  el namberguán del ejército israelí, remató: “El jefe militar, únicamente determina y seguirá determinando la política de abrir fuego.” Resume Noy: “Nadie le va a decir a Israel cuántos, quiénes, cuándo, dónde y cómo vamos a matar.”

A ver si entendemos qué es el poder omnímodo. Sin tanta verba democrática, sin tantos cortinados onusianos.

Por eso, el periodista palestino Janan Abdu resume el estado mediático pero también en el terreno, de la situación palestino-israelí: “La ley ‘antiterrorista’ israelí está aplastando, haciendo trizas a la sociedad civil palestina”. Porque sencillamente todo lo palestino es terrorista; un pañuelo palestino, un reclamo, una bandera palestina: una visión cómoda, radical y falsa.

Por eso es escena cotidiana ver a colonos israelíes destrozando frutales de palestinos, protegidos por ‘fuerzas israelíes del orden’; ver colonos apedreando campesinos palestinos con protección de soldados de la “defensa” israelí.

Para Israel, nos recuerda Abdu, no hay movimiento de resistencia que valga.  ¡Todo es terrorismo! Esto es formidable, casi una inversión de la realidad.

Porque todos los recursos de Israel, ésos sí, son terroristas: que la población sufra bombardeos en sus viviendas, por ejemplo, eso es terrorismo (de estado); que se destrocen, mediante artillería y bombardeos fuentes de energía, de saneamiento, de potabilización, eso es terrorismo. Que lo que queda del territorio palestino no deglutido por Israel esté sembrado de puestos de control, que su población sea allanada a cualquier hora del día o de la noche; que sean arrestados niños e internados en jaulones a la intemperie, que el estado sionista decline investigar las muertes que sus fuerzas represiva especiales (el cuerpo de francotiradores, por ejemplo) han llevado, llevan a cabo, eso sí, es terrorista.

[1]  Lo del “rescate” de esclavos era una exquisitez semántica: los negreros, sobre todo europeos, pagaban por afros de tierra adentro aprisionados en los reinos africanos costeros, para subirlos a barcos que transportarlos “dicha mercadería” al otro lado del océano “entregarla en destino” en las Américas, mediante muy jugosos cobros. Todo ese tráfico humano se incrementó para mantener la matriz de extracción de bienes en América cuando la mano de obra esclava local, “los indios”, aniquiladas sus sociedades, fueron raleados…

[2]  https://www.aa.com.tr/es/pol%C3%ADtica/-qui%C3%A9n-es-naftali-bennett-el-futuro-primer-ministro-de-israel/2263267.

[3]   Lluís Bassets, «Homo sacer», El País, Madrid, 4 oct. 2006.

[4]   “Biopolítica y colonialidad. Una lectura crítica de Homo sacer.”, Tabula Rasa  no.12, Bogotá, 2010.

[5]   La voluntad de saber, «Derecho de muerte y poder sobre la vida» (ùltimo capítulo), cit. p. Alejandro de Oto y María Marta Quintana,

ob. cit.

Publicado en Medios de incomunicación de masas, Palestinos / israelíes, Poder

Nueva definición de antisemitismo: una mosqueta ideológica

Publicada el 21/07/2022 por ulises

por Luis E. Sabini Fernández –

‘El antisemitismo es […] odio a los judíos. Sus manifestaciones físicas

y retóricas se dirigen a judíos o no judíos.

Y tales manifestaciones pueden incluir ataques contra el Estado de Israel.’

Una vez más, Argentina  se hace asiento de potencialidades opuestas.

El abuso feudal en pleno siglo XX contra “peones de campo” generó una resistencia que a su vez llegó a ser ahogada con fusilamientos masivos por parte del ejército y enterramientos sumarios en la Patagonia argentina…

Las dictadura de 1976, con el despiadado trato a perseguidos y el negocio generado con sus vástagos, dio lugar al formidable reclamos de madres y abuelas de desaparecidos y esa resistencia social ha tomado tal empuje como para alcanzar a hijos de desaparecidos y, en una nueva expansión de la conciencia social y moral, a hijos de desaparecedores. Y un reclamo chovinista, por ejemplo, sirvió para finalmente desnudar una dictadura más atroz todavía que anteriores y, a contrario sensu, realzar la conciencia por los derechos humanos y contra los atropellos (por ejemplo, de la oficialidad militar contra los soldados rasos).

 

En Argentina jamás se avanzó con la investigación de dos acontecimientos atroces; la voladura de la Embajada de Israel (1992) y la de la AMIA (1994); las pistas que tendrían que haberse colectado in situ por la policía local al parecer fueron escasas y poco confiables, y la llegada inmediata de otros organismos de seguridad, israelí, estadounidense, no parece haber aclarado el panorama, antes al contrario…

Conmemorando el vigesimooctavo aniversario de la voladura de AMIA y la muerte de 85 seres humanos en el derrumbe, fue anunciado un “Foro Latinoamericano de combate al antisemitismo” el 17 y el 18 de julio ppdo. en Buenos Aires, en la sede de AMIA. “Para trabajar juntos contra los discursos de odio”, remarcó Claudio Epelman, uno de los organizadores.

En dicho encuentro, una enviada de EE.UU., Deborah Lipstadt, funcionaria de su Dpto. de Estado, que se presenta como especialista en antisemitismo, definió: “Si el antisemitismo solo afectase judíos […P]ero el antisemitismo es mucho más que eso.” (tal vez este comentario explique el inexplicable “o no judíos” de la definición de antisemitismo de IHRA que pusimos como epígrafe).

Junto a Lipstadt, se ha presentado su colega temático en  la OEA, Fernando Lottenberg. Invitado de primera línea, Jimmy Morales, ex presidente de Guatemala.  También concurrirá la vicecanciller salvadoreña, Adriana Mira, y una jueza de la Corte Constitucional de Colombia, Cristina Pardo. Roy Cortina y Victoria Donda lo harán entre los adherentes locales.

El foro fue iniciativa del Congreso Judío Latinoamericano y el Ministerio de Asuntos Exteriores del Estado de Israel, junto con la Latino Coalition for Israel [sic] y Combat Antisemitism Movement (CAM).

La realización de dicho evento nos permite auscultar sus líneas ideológicas más basales; una identificación entre antisemitismo y la defensa del Estado de Israel.

La escasez de datos sobre la atrocidad sufrida en AMIA no nos permite siquiera conocer su naturaleza, si se trató de un acto terrorista y antisemita o fue fruto (podrido) de una geopolítica; un acto antiisraelí (o “todo en uno”).

Mientras se anunciaba este Foro, en esa misma segunda semana de julio, el 14 y el 15, tuvo lugar  en Buenos Aires y por zoom un encuentro; “Foro Internacional por Palestina” poniendo sobre el tapete el conflicto más largo de nuestra contemporaneidad –que arranca a fines del s XIX y se continúa, arrastrando al pueblo palestino a una peripecia de casi siglo y medio- a manos del sionismo.

Ambos encuentros, de alcance claramente internacional, fueron paralelos, no hubo cruce, o diríamos geométricamente, se cruzarán en el infinito.

¿Hay motivos para semejante cruce?

Claro que lo hay.

Porque el Foro Latinoamericano contra el Antisemitismo “guarda un muerto en el armario”.

Galit Ronen, embajadora de Israel en Argentina, remarcó la enorme relevancia que tiene para el estado sionista abordar la cuestión del antisemitismo desde una perspectiva multifocal: “este flagelo no es patrimonio de un país […]. Israel trabaja activamente para promover un lenguaje de encuentro sin espacio para la irracionalidad que aun hoy en día la judeofobia expone.”

Ronen procura hacernos creer –ella misma lo cree sin duda–  que la racionalidad guía el comportamiento israelí: pero basta un somero repaso de las acciones del terrorismo sionista durante buena parte de la primera mitad del siglo XX, aplicado para “limpiar la tierra sagrada”: voladura de buses, de hoteles, de vehiculos abandonados estratégicamente con explosivos, de mercados con sus pacíficos compradores y vendedores, de negocios palestinos en barrios, siempre con población directamente victimada.

Como el terrorismo sionista se desarrolla bajo la administración británica del territorio palestino, pendiente su destino político (porque árabes palestinos, musulmanes y cristianos, por un lado, y judíos sionistas por otro, reclamaban esa tierra), tales atentados, mortíferos, solían descargarse contra una mayoría enorme de población oriunda, pero también podía alcanzar –a veces con intención–, como pasó con la voladura del Hotel Rey David en Jerusalén, a ingleses, extranjeros e incluso judíos. Cuando el British Empire decide deslastrarse de una ”administración” colonial tan conflictiva, los judíos sionistas instalados en Palestina (no confundir con los judíos no sionistas, instalados desde mucho antes, sin pretensiones territoriales, relacionados desde tiempo inmemorial con las otras poblaciones del lugar), férreamente organizados, pasarán a ser juez y parte del orden interno y allí, las violaciones a los derechos humanos de la población palestina alcanzarán nuevas cotas de abusos, secuestros y asesinatos colectivos.

Ronen procura suprimir la irracionalidad (que con razón liga con el antisemitismo, y que genéricamente se liga con todo racismo). Pero no lo podrá hacer ignorando o escamoteando ese pasado imborrable, que está en la matriz del Estado de Israel. Porque  tan en su matriz está, que el trato dado a los palestinos en la segunda mitad del siglo XX (y que  continúa, hasta hoy) sigue siendo de la mayor irracionalidad, falta de ecuanimidad, abuso, desprecio, y en dosis tan elevadas, que ese sesgo, privado de toda democraticidad, ha ido gangrenando la propia conciencia israelí (aunque brote, ocasionalmente, a través de israelíes refractarios a semejante historia, el digno aunque impotente rechazo al atropello y matanza de palestinos).

Uno bien podría preguntarse cómo combatir la irracionalidad, cuando el sionismo, precisamente, ha fusionado un redentorismo bíblico, y por lo tanto ahistórico, con un puño de hierro que lo ha hermanado –en el trato al ajeno– con el nazismo, nada menos.[1]

Ésa es la llaga abierta que ningún foro contra el antisemitismo puede salvar.

Por eso, pese a intentos de liquidar la cuestión palestina mediante un desconocimiento radical, lubricado en todo caso con montañas de dinero a empresarios palestinos, como fue el minuet diplomático del Acuerdo del Siglo de 2020, la lacerante realidad que sufren los palestinos desde hace tantas generaciones sigue con su cosecha de miedo, dolor y muerte.

Y esa lacerante realidad es la que explica  “el otro”, foro internacional “por Palestina”, en Buenos Aires, el 14 y 15 de este mismo mes.

Este encuentro concitó la participación de diversas expresiones solidarias con el pueblo palestino, de historiadores, como Jorge Ramos Tolosa, Miguel Ibarlucía, de organizaciones y militantes palestinos como Sahar Francis, Yamal Yuma, académicos como Silvana Rabinovich, docentes como Andrés Piqueras, intelectuales como Iñaki Gil de San Vicente, activistas del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel) y tantos otros ligados a la resistencia al abuso y la violencia, oriundos de Colombia, México, redes en  lucha contra el muro levantado por Israel sajando al territorio palestino aún más para facilitar su deglución; miembros de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, el portavoz de la Red Internacional Judía Antisionista (IJAN), David Comedi, y tantos otros representativos de la resistencia y por el derecho de pueblos avasallados, como el historiador indio Vijay Prashad y críticos provenientes  hasta de la propia Israel y ciertamente de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México, España.

El Foro por Palestina procura recordarnos lo que sufre la población palestina; como la contracara que el Foro contra el Antisemitismo procura obviar con el culto al Estado de Israel, personificado bíblicamente como ejercicio de respeto. De hecho, funciona como justificación de las atrocidades de la política de estrangulamiento a la población palestina. Estrangulamiento tácitamente negado mediante dos recursos: ignorándolo y desplegando el velo victimista.

Incursionemos un poco.

Dani Dayan, uno de los participantes, es el presidente de Yad Vashem (que en Israel encarna la recordación de las acciones nazis contra los judíos que han recibido el nombre bíblico de “holocausto”).

Desde el fin de la 2GM y por iniciativa de judíos, las persecuciones criminales nazis contra judíos, con su cosecha de millones de muertos, ha recibido el nombre de genocidio (shoá en hebreo). Pero llamativamente, las organizaciones que, mucho después, se han ido montando para conservar la documentación de lo acontecido, han optado por la palabra holocausto. Así figura en la asociación IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance, Alianza Internacional en Recuerdo del Holocausto). ¿Cómo explicar esta disonancia?

Si se acepta el término genocidio la política nazi se vincula con las tantas atrocidades que han llevado a cabo humanos contra otros humanos; como el cuasiexterminio de poblaciones nativoamericanas a manos de los colonizadores europeos, la “civilización”, con sus millones de muertos y mutilados, descargada por los belgas en el Congo, o la de la Alemania del Káiser exterminando casi totalmente a los hereros en lo que hoy se llama Namibia, los diversos arrasamientos poblacionales del África negra; el exterminio que llegó a un tercio de la población en Timor Leste a manos de la Indonesia dirigida por un títere de EE.UU., Haji Suharto, y un largo, atroz, etcétera. En cambio, calificado de holocausto y dándole alcance mundial, se lo convierte en un genocidio único en su clase provisto de un trasfondo religioso. Porque bíblicamente “holocausto” es un sacrificio brindado a dioses o a algún dios.  La razón es obvia: si las persecuciones nazis a los judíos se consideran genocidio, será más o menos equiparable con los tantos genocidios habidos. Tipificado como “holocausto” (su origen mediático podría estar en la película de Hollywood –homónima–), será único, exclusivo, y por ello mismo, incomparable.

Si “bajamos” la feroz persecución nazi contra los judíos a la historia, queda así emparentada con la también terrible persecución y muerte de gitanos por el nazismo, y de polacos y hasta de africanos por el nazismo, pero también con la estremecedora saga histórica de los otros genocidios –algunos de los cuales hemos apenas enumerado– y tendríamos que señalar, en términos puramente sociológicos, que las muertes sufridas por los palestinos también son fruto de una política genocida (o etnocida, como algunos autores sostienen, porque la implantación sionista, aunque ha matado a miles de palestinos sin juicio alguno, parecería más interesada en adueñarse de la tierra, y los crímenes contra palestinos son “apenas” una herramienta para apropiarse de aquella).

Por eso, no podemos dar por buenas las aseveraciones de IHRA y esas otras estructuras consagradas al “holocausto” de que propagan la racionalidad y la objetividad en sus designios. Porque la historia real y concreta los desmiente.

¿Cómo vamos a admitir que los irracionalistas nos den clase de racionalidad? ¿Cómo podemos admitir que fuera de Palestina el aparato de poder israelí pretenda presentarse como democrático, dialoguista, en franca lucha contra el terrorismo cuando han perfeccionado una de las máquinas terroristas más influyentes del planeta?

Para decirlo con las elocuentes palabras de una investigadora, psiquiatra y luchadora palestina, Samah Jabr, citada por Gil de San Vicente: «¿Cómo puede ser que la palabra “terrorismo” se aplique tan fácilmente a los individuos o grupos que usan bombas artesanales, y no a los estados que emplean armas nucleares y otras armas prohibidas internacionalmente, para asegurar la sumisión al opresor? Israel, Estados Unidos y Reino Unido deberían estar a la cabeza en las listas de estados exportadores de terrorismo por recurrir a ataques armados contra la población civil en Palestina, Iraq, Sudán y otros lugares. Sin embargo, “terrorismo” es el término político que el colonizador utiliza para desprestigiar a las que resisten, de la misma manera que los afrikáners y los nazis califican de terroristas a los combatientes negros y franceses por la libertad […] la violencia puede ser el medio que un ser humano racional use para defenderse. Cuando una mujer reacciona violentamente ante una amenaza de violación, es una forma de yihad […] Tanto el derecho internacional como los precedentes históricos de muchas naciones reconocen a la población el derecho a tomar las armas para liberarse, cuando se encuentran bajo el yugo de la opresión nacional. ¿Por qué sería diferente en el caso de Palestina? ¿Las leyes del derecho internacional no pretenden ser universales?» [2]

Basta reparar en las políticas con las que Israel ha encarado “la cuestión palestina”,  para que toda la monserga sionista por la racionalidad y contra el antisemitismo como una forma de lucha contra la injusticia se derrumbe o se sienta inauténtica.

Enumerando una cortísima e incompleta lista de procederes: 300 litros de agua por israelí de alta calidad que usan hasta para lavar el auto, 60 litros de agua de bajísima o inexistente potabilidad por palestino; carreteras excelentes para israelíes para cubrir, por ejemplo, un tramo en 20 minutos, en tanto la misma distancia tiene que ser cubierta por un vehículo palestino en 4 o 5 horas, por pésimos caminos destartalados y sucesivos puestos de control policiaco-militares que prolongan intencionalmente la espera para franquear el paso; electricidad en la Franja de Gaza de 2 a 4 horas diarias, con lo cual se pone en peligro toda función alimentaria, sanitaria, intelectual y hasta deportiva; los barrios reiteradamente bombardeados mantienen las ruinas porque Israel no permite reedificaciones estrangulando toda provisión de materiales de construcción, por lo cual un considerable sector de la población vive entre ruinas, en verano y en invierno (y con nieve); en la Franja de Gaza han volado por los aires plantas potabilizadoras, escuelas, mezquitas, puertos, aeropuertos… y viviendas.

Nos lo recuerda Jabr: “en Palestina no existe estrés postraumático porque el trauma es repetitivo, continuo, sin solución de continuidad.”

La FdG está sitiada desde 2006: los israelíes limitan las calorías máximas de los alimentos que entran a la Franja (si no llegan a la boca de palestinos impedidos de acceder a ellos, si algunas partidas se pierden por falta de refrigeración, choques o accidentes… paciencia: las calorías ya están contadas. A la situación resultante; pésima alimentación de la población palestina allí sobreviviente, se llega sin esfuerzo, «naturalmente».

Cuadro éste, realzado” por bombardeos de artillería y de aviación que se han sucedido,  al menos cuatro veces con enorme alcance y destrucción generalizada.

Con razón el médico noruego Mads Gilbert, presente en hospitales de campaña en más de una de las invasiones israelíes a la Franja, ha declarado: “El pueblo palestino tiene una resistencia que entiendo sin par, incomparable en el género humano.”

Es odioso y fácilmente errado todo juicio del tipo “el pueblo más… hermoso, inteligente, probo”. Sin embargo, este médico es muy remiso a los elogios. Gilbert es consciente de la  temeridad de su juicio, que es como el reverso de otros juicios, igualmente dolidos, de quienes consideran visible un deterioro psicológico, ético, que vive la inmensa mayoría de la población israelí. Jahr nos recuerda que, por ejemplo, la población israelí ‘se ha hecho indiferente al asesinato de niños palestinos, como se ha comprobado en su complicidad activa o pasiva durante la masacre de Gaza en la que Israel utilizó bombas yanquis de fósforo blanco.’ [3]

El establecimiento del Estado de Israel entonces, no ha creado un problema (palestino) sino dos.

 

[1]  “El secuestro de Eichmann es un acto de ilegalidad de exactamente la misma clase de la que los mismos nazis… han sido culpables.” Lo expresa Erich Fromm, judío y lo recuerda en La industria del holocausto, Norman Finkelstein, también judío. Nos lo plantea Iván Gómez Avilés en Nazismo y Sionismo. La colonización sionista de Palestina, recordando negociaciones entre sionistas y nazis cuando ya había empezado la represión directa y violenta de judíos (no sionistas) por parte de los nazis. (Ha’avarah). Lo advierten muchos judíos actuantes dentro del Estado de Israel, como hace pocos años, Yair Golán, subjefe militar israelí, refiriéndose a la nazificación de la modalidad represiva israelí. “No hay nada más fácil y simple que odiar al extraño, […] bestializarse y [después] justificarse, y no hay nada más fácil que instaurar el miedo.” Tales palabras, sabias, fueron dichas ante el entonces ministro de Educación Naftalí Bennett, quien “educa” a sus alumnos con sentencias como: “He matado a muchos palestinos… ¿y qué problema hay?” Golán y Bennett grafican esos dos momentos del alma judía en Israel.

[2]  “Tras los frentes. Crónica de una psiquiatra […] bajo ocupación. Hojas Monfíes”, Granada 2022.

[3]  Jabr se refiere a la invasión a la FdG de 2008-2009 a la que los mandos militares (¿o civiles?) de Israel no tuvieron mejor nombre que ponerle “Plomo Fundido”.

 

Publicado en Palestinos / israelíes, Poder, Sociedad e ideología

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